"¡Era una coqueta, una mujer vulgar!", me expresó una reconocida escultora salvadoreña sobre Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, la compatriota que se hizo famosa a nivel mundial como la rosa que inspiró al autor de "El Principito", Antoine de Saint-Exupery.
Corría la primera década del siglo XXI, cuando aquella artista y aristócrata cuscatleca me ofrecía su apreciación de la condesa de Saint-Exupery durante una entrevista. Similares aseveraciones sobre Suncín he leído en diversas publicaciones e investigaciones sobre la armeniense. Muchas de estas, vertidas por mujeres.
En plena era del #MeToo, parece inconcebible que el sexo femenino haya sido y aún sea el principal depredador del sexo femenino. Pero como debía de ser, es precisamente en esta época que el legado de la esposa del piloto aviador francés -desaparecido en misión durante la II Guerra Mundial, el 31 de julio de 1944- comienza a ser visibilizado y reconocido. Incluso en la Francia de quien fue su tercer esposo, donde tanto la despreciaron y amaron.
Según lo manifestado por la escritora francesa Marie-Helene Carbonel, autora de la biografía "Consuelo de Saint-Exupéry, une mariée vêtue de noir" ("Consuelo de Saint-Exupery, una novia vestida de negro"), en el artículo titulado "Consuelo de Saint-Exupéry, la salvadoreña que inspiró a su marido para escribir "El principito"" de la BBC Mundo, "Consuelo era una seductora. No sólo era una mujer bonita y menuda que encantaba a los hombres; también podía hablar con ellos".
La salvadoreña más internacional nació el 10 de abril de 1901, en el hogar de una familia acomodada, dueña de tierras y cafetales, en el municipio Armenia del departamento de Sonsonate. Recibió formación académica en su país natal, como en Estados Unidos y México. Aunque no concluyó sus estudios universitarios, se interesó en el Derecho y el Periodismo. Por sus venas corría sangre de artista, escribió poesía, pintó y también creo esculturas.
""Para mí es una mujer muy interesante y de gran valor. No es una casualidad que interesó a tantos hombres inteligentes e importantes", añade Carbonel.
Su sobrina y también escritora Gladys Alvarado Suncín la recuerda como una "mujer de estatura mediana, delgada, atractiva, de grandes ojos negros. Brillante, inteligente, con el don de transformar la historia de su vida en un cuento maravilloso", enfatiza de quien además dominaba el español, francés, inglés e italiano.
Su padre le contaba que cuando Suncín visitaba El Salvador, "le gustaba comer mangos de la finca que teníamos. También de los platillos típicos salvadoreños, como plátanos y frijoles fritos, tamales de sal y las pupusas de queso", ah, y no perdonaba la horchata.
Para la también promotora actual del legado de la condesa, su tía fue una mujer adelantada a su tiempo. "Una mujer que lograba todos sus objetivos. Su vida nos inspira para lograr nuestros propios sueños", resaltó
Pese a todos esos atributos y ser la esposa del piloto aviador francés, de la compatriota se resaltó por décadas que se casó y enviudó en tres oportunidades, que fue una cazafortunas, que seducía a los hombres y carecía de moral alguna.
Familia, amigos y estudiosos de la obra y vida de Antoine de Saint-Exupery cuestionaron de múltiples formas la influencia de la compatriota en "El Principito". Pero ahora, se reconoce que ella es la amada rosa del protagonista del libro y que la publicación en sí abordaría la tormentosa relación que el aviador mantuvo con su esposa.
Mira además: “El Principito” continúa en la historia de la rosa
Consciente del rechazo y las críticas de la sociedad francesa en la que fue sumergida por su marido, Suncín trató de adaptarse y vivir pese a las dosis de "bulling" que recibió por años. Incluso escribió su testimonio sobre la vida junto al francés, en un libro que tituló "Memorias de la rosa", publicado 55 años después, en el año 2000, tras permanecer oculto en un baúl desde mediados de los 40. Aunque debe leerse conscientes de que es su punto de vista, ella ofrece -tal vez- la imagen más humana del escritor.
Pero todo cae por su propio peso, y desde hace varios años en Francia se ha comenzado a reconocer el legado de la condesa de Saint-Exupery.
En 2020, la alcaldía de Ormesson, en Francia, tenía programado un evento especial en el que se bautizaría una de las calles principales con el nombre de la salvadoreña. Pero el covid-19 obligó a reprogramarlo hasta el 2022. Mientras tanto, unos fines de semana atrás, Jean Marie Guerville, promotor y organizador de tal homenaje, inauguró una exposición con objetos auténticos de la pareja.
En esta muestra, también se presentó la placa que será puesta en la calle que llevará la leyenda “Consuelo de Saint-Exupery, la Rosa del Principito”.
Alvarado Suncín afirma que Guerville está convencido de la importancia de difundir el legado de la pareja en toda Francia. Él es propietario de una de las mayores colecciones de pertenencias de la controversial pareja, que él considera ha sido incomprendida por años.
“Agradezco la iniciativa del señor Jean Marie Guerville y del ayuntamiento de Ormesson por ese homenaje”, manifestó Alvarado Suncín.
Pero no solo en la ciduad de Ormesson Suncín ha sido reconocida. También lo ha sido en Grasse, donde ella vivió y murió a los 78 años, el 28 de mayo de 1979, en donde la alcaldía y la artista Isabelle Chemin sembraron las rosas Delbord -nombradas “Petit Prince de Saint-Exupery”-, uno de los sueños de Consuelo desde 1960; o en Niza, donde el gobierno municipal y las autoridades del Liceo Antoine et Consuelo de Saint-Exupery se inauguró el “Salón del Casamiento de Consuelo y Antoine de Saint-Exupery”, en el 90 aniversario de su boda.
Estas son algunas de las muestras de cómo el legado de la salvadoreña comienza a brillar en el territorio donde amó y fue amada.
Pero también en su pueblo natal le han rendido tributo. Alvarado Suncín destacó que en Armenia varios artistas locale, como Leonardo Yong, han pintado murales muy bonitos. "Le hago un llamado al alcalde de Armenia para que promueva más cosas de la Rosa del Principito, ya que fue en ese lugar donde naci, en medio de los tres volcanes: dos encendidos ( el de Izalco y Santa Ana) y uno apagado (el Cerro Verde). Don Juan de Dios Galán, que era uno de los historiadores de Armenia, me contó que llegaban a visitarlo de todas partes del mundo (alemanes, suizos, japoneses) para saber de la Rosa", concluyó.