La promesa de encontrarlo que le hacían en reiteradas ocasiones los investigadores a la familia de José Neftalí, nunca fue cumplida. La madre del joven de 24 años aún se derrumba en llanto y la envuelve el insomnio por las noches cuando se pregunta dónde habrán quedado los restos de su hijo menor.
Neftalí Castro Melgar junto con Jorge Cisneros y Matías Palacios fueron raptados por varios hombres, en la carretera a El Boquerón, en Santa Tecla, el 24 de mayo de 2019, mientras descargaban una camionada de tierra y ripio en la zona.
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Los tres hombres eran empleados de una empresa de construcción de piscinas y en los días siguientes al rapto, residentes comentaban que la última vez que los vieron fue cuando el motorista del camión conversaba con unos vigilantes privados de una propiedad.
En el momento de ser raptados, Neftalí, apenas tenía un año de haberse mudado a trabajar a San Salvador desde el costero cantón El Ángel, en Teotepeque, con la esperanza de que sus hijas gemelas crecieran en mejores condiciones.
Las hijas de Neftalí cumplieron cuatro años el pasado 16 enero, en ausencia de su padre. “Las niñas a veces me preguntan por qué no viene su papá, cuando pasa un avión me preguntan si puede venir ahí desde el cielo”, narra María Elena, madre de Neftalí.
Para la señora, de 64 años, la vida ha sido dura en estos dos años, al no tener noticias del paradero de su hijo y los desacuerdos con la familia de su nuera por la separación de sus nietas, quienes ahora viven con la nueva familia que ha formado la ex-pareja de Neftalí.
María Elena ya no recuerda la última vez que habló con la policía para obtener alguna noticia de su hijo. Está decepcionada ya que hace mucho que los investigadores, dice, ni siquiera le contestan el teléfono.
Corazón de madre
María Elena se cubre el rostro en un intento de no llorar, pero no puede evitar las lágrimas cuando muestra las fotos que otra de sus hijas recuperó en el Facebook de Neftalí.
"Cuando llega la tarde es terrible para mí porque empiezo a pensar qué le habrán hecho, dónde lo habrán dejado, yo como madre espero una respuesta", dice entre sollozos.
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Su corazón de madre aún lo sueña vivo. Ella dice que su hijo era tímido, callado, de esos chicos que nunca buscan problemas.
El joven, antes de irse a San Salvador, se congregaba en una iglesia cristiana que está a unos metros de la vivienda de su madre, en el cantón El Ángel, municipio de Teotepeque, en la misma que se casó cuando tenía 18 años.
María Elena solo pide a las autoridades que sigan buscando a su hijo y a los otros dos trabajadores. Mientras la espera de una respuesta por parte del Estado se vuelve interminable, ella se consuela en un pasaje del Nuevo Testamento que reza: “Porque no hay nada oculto... que no haya salir a la luz”.