Aunque el mundo tenga mucha ilusión por el futuro y saque el mejor ánimo para continuar haciendo frente a la pandemia y el confinamiento, no se podrán negar los estragos mentales de este contexto adverso. Algunos expertos e informes oficiales ya han señalado los casos de ansiedad en niños, el incremento de la violencia familiar y, por supuesto, de los cuadros depresivos y de estrés postraumático, sobre todo, entre el personal de salud que ha enfrentado en primera línea la emergencia sanitaria.
Las fobias, esos temores fuertes e irracionales a algo que representa poco o ningún peligro real, se dispararán luego de este período de contantes tensiones e incertidumbres, ya sea a raíz del propio virus o por la situación económica que se deriva de ella. Cualquiera que sea el origen, los especialistas aseguran que estos trastornos se intensificarán entre personas con síntomas previos.
La agarofobia (temor obsesivo a los espacios abiertos), las obsesiones relacionadas al control y las fobias sociales serán los principales trastornos que despuntarán tras este contexto de desasosiego. De acuerdo con el profesor de psicología de la Universidad de Sevilla, Juan Rodríguez Testal, “el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación y resistencia, pero habrá que intentar diferenciar entre sufrir, pasarlo más y una patología”.
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Pero si se llegara a experimentar, en algún momento, las crisis descritas a continuación, lo recomendable será acudir a psicólogos expertos. Tarde o temprano se volverá a la actividad normal y Rodríguez Testal sugiere que las salidas deberán ser graduales para quienes se sientan más vulnerables. Además, el psicólogo considera que las relaciones sociales son “esenciales para el bienestar del ser humano. Y no solo con la familia o amigos, también con el grupo en general”.
A continuación describimos las fobias que podrían incrementarse tras la pandemia.
Agarofobia: las personas que lo padecen se sienten inseguras en determinados lugares o entre multitudes y el hecho de sentir que no pueden salir o escapar de ahí puede provocarles ansiedad o ataques de pánico. La primera etapa de esta fobia desencadena ansiedad, sin embargo, cuando se intensifica y es demasiado frecuente, el paciente se vuelve incapaz de desarrollar acciones sencillas y cotidianas, como utilizar transporte público, ir a un supermercado o a un concierto.