Poco a poco nos acercamos a los meses en los que las temperaturas son más elevadas, en los que abundan las actividades al aire libre para disfrutar en familia y hay una mayor exposición al sol. Lo anterior implica que hace más calor y por tanto el cuerpo presenta una mayor demanda de líquidos, los cuales se le deben proveer antes de experimentar la sensación de sed.
Lo anterior se debe a que “ ya el cuerpo tiene cierto grado de deshidratación”, asegura la nutricionista Ana Cristina Gutiérrez, y agrega que no es recomendable llegar a ese estado.
Si bien el signo más conocido de la deshidratación es la sed, la realidad es que hay muchas otras consecuencias, algunas de ellas muy serias, por ejemplo: boca seca, fatiga, dolor de cabeza, ansiedad, piel seca, volumen sanguíneo disminuido, mareo, calambres musculares, estreñimiento y baja presión arterial.
El otro problema asociado es que cuando el cuerpo se deshidrata, se provoca un desbalance en la temperatura y los fluidos del cuerpo, por lo que se produce una reacción química que activa las hormonas grelina y leptina, que te avisan que tienes sed. El problema es que son las mismas hormonas que se activan cuando tienes hambre.
Entonces, ¿cómo diferenciarlo? De acuerdo con Gutiérrez, la única forma es bebiendo un vaso de agua, esperar unos minutos y si luego de esto aún tienes hambre puedes consumir un alimento. En caso contrario, lo que tu cuerpo requería era agua.
¿Cómo hidratarse?
El líquido por excelencia para hidratarse es el agua, pero también se pueden consumir frutas como el melón, la sandía o la naranja, por citar algunas que aportan al cuerpo además de hidratación muchos otros nutrientes. Asimismo, otras bebidas como caldos, infusiones, etc, que se consumen dentro de la dieta, también ayudan a la hidratación; sin embargo, la experta desaconseja el consumo de refrescos o gaseosas azucaradas, ya que contienen una alta cantidad de azúcar que no es saludable.
Pero si eres es de las personas que no disfruta de tomar agua sola, puedes buscar alternativas, como agregarle trozos de fruta fresca para darle sabor, una rodaja de limón o naranja por ejemplo. De la misma manera, puedes agregarle aloe concentrado o algún té sin azúcar de tu preferencia. De esa manera, puedes brindarle a tu organismo el agua que necesita.
Es importante destacar que la cantidad depende de tu peso y estatura; si quieres conocer tu dosis exacta existe una fórmula que te permite calcularla. “La dosis personal se calcula con el peso en libras dividido entre dos, esa sería la cantidad de onzas de agua que debes tomar al día. Si esa cantidad la divides entre 8, te dará como resultado el número de vasos de 8 onzas (tamaño estándar) que deberías tomar a diario”, explica Ana Gutiérrez.
Los beneficios
La nutricionista asegura que una buena hidratación promueve una buena digestión, ayuda a minimizar los dolores de cabeza, mejora los niveles de energía, ayuda a eliminar toxinas del organismo, promueve la saciedad y por ende un adecuado control del peso. También regula la temperatura corporal y mantiene los niveles de sangre adecuados.
Por si fuera poco, estar bien hidratado te brindará una piel más sana y joven, además de que tus riñones, tus articulaciones y tus órganos internos en general estarán bien lubricados.