Contaminación y desastres naturales

Al arrojar, por ejemplo, una bolsa plástica desde la ventana del bus, creemos que nos estamos deshaciendo de un lastre, de algo inservible. Ciertamente, hay algo de razón en ello; sin embargo, detrás de este acto, hay consecuencias severas. Cuando esta bolsa viaja con el viento o con el pasar de los vehículos, lo más seguro es que termine reposando en un tragante y pensemos en que cien personas podrían hacer lo mismo y el destino empujar las cien bolsas al mismo desagüe.

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Cascada de Tamanique. Foto EDH / cortesía

Por Raúl Aragón

2022-03-20 4:19:44

Es bien sabido que, hoy en día, los problemas ambientales se encuentran más presentes que nunca. El cambio climático, la contaminación, los intensos calores, entre otros factores generan incertidumbre y conciencia de querer acabar con ellos a la vez. Todos hemos sido testigos de las canículas que han arruinado los cultivos de los agricultores salvadoreños, de las inundaciones, los deslaves y de otras catástrofes naturales que han enlutado a las familias de nuestro país.

Ahora bien, se debe hacer una distinción entre fenómeno y desastre natural. Por fenómeno natural debemos entender a toda aquella perturbación que la naturaleza produce, por ejemplo: la lluvia, el viento o las tormentas eléctricas; todo lo manifiesta la naturaleza sin nuestra intervención. Cuando a estos les sumamos la incidencia humana, tenemos a los desastres naturales. Una forma fácil de entenderlos es que son la consecuencia de las actitudes humanas para con los fenómenos. Por ejemplo, supongamos que, al lado de un río, se establece una pequeña comunidad; durante el invierno, la lluvia hace que el río se desborde y, lamentablemente, las familias asentadas sufren pérdidas materiales y, en algunos casos, humanas.

Establecida esa diferencia, se encuentran muchas medidas de prevención y de mitigación de desastres. Sobre la que me enfocaré es en la incidencia de la contaminación en los desastres. Un ejemplo concreto es el hecho de botar basura en la calle. Me imagino, estimado lector, que más de alguna vez, presenció que alguien, tal vez, desde la ventana de su vehículo o del transporte público, arrojó basura hacia la calle. Esta práctica deja al descubierto patrones culturales, pero, sobre todo, la poca conciencia ambiental que poseemos como sociedad.

Al arrojar, por ejemplo, una bolsa plástica desde la ventana del bus, creemos que nos estamos deshaciendo de un lastre, de algo inservible. Ciertamente, hay algo de razón en ello; sin embargo, detrás de este acto, hay consecuencias severas. Cuando esta bolsa viaja con el viento o con el pasar de los vehículos, lo más seguro es que termine reposando en un tragante y pensemos en que cien personas podrían hacer lo mismo y el destino empujar las cien bolsas al mismo desagüe. La lluvia cae sobre esa ciudad y los sistemas de drenaje no funcionan porque el alcantarillado está tapado por esas bolsas, lo que causa que el agua, al no tener cómo fluir, se estanque, creando inundaciones.

Pensemos, ahora, en las cárcavas que se han producido en estos últimos años, en el miedo que existe en los pobladores de las colonias donde las inundaciones causan estragos, víctimas y pérdidas. Cuando consumamos algo, no pensemos únicamente en nuestro provecho individual, externalizando las consecuencias de nuestros actos. No pensemos que “otro” va a recoger las basuras; la conciencia ciudadana iluminada por la empatía nos hará progresar como sociedad; el cambio climático es real y los desastres naturales nos golpearán más fuerte si no eliminamos malas prácticas como la mencionada en este texto. Es mejor prevenir que curar; sin embargo, el llamado se dirige también a nuestras autoridades, para que se invierta lo justo en el cuido del ambiente, en la prevención de desastres y en una colaboración con nosotros, los ciudadanos, para evitar que las catástrofes naturales nos golpeen con más fuerza.

 

Estudiante de Economía y Negocios

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)