Antes que el sol se ocultara, durante este martes 28 de diciembre, cientos de feligreses católicos acompañaron la tradicional procesión de los Santos Niños Inocentes, en las principales calles del municipio de Antiguo Cuscatlán, La Libertad.
Este año, los festejos volvieron a desarrollarse con relativa normalidad, después que en 2020 fueran suspendidos, a causa de las restricciones por COVID 19.
Esta conmemoración se basa en el pasaje bíblico donde el rey Herodes, al enterarse que el hijo de Dios había nacido, manda a matar a los niños nacidos en Belén.

La celebración es una forma de recordar el sentido que los católicos dan al martirio, es decir, el sufrimiento por causa de los ideales religiosos.
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“Esta tradición de recordar a todos lo niños que murieron mártires, por perseguir a Jesucristo, nos ayuda a fomentar la espiritualidad martirial. Nuestra iglesia salvadoreña ha da dado muchos mártires a la iglesia universal”, apunta el sacerdote Manuel Campos, vicario de la iglesia de Los Santos Niños Inocentes.
Milagros por pandemia
Durante la procesión, feligreses llevaron, en pequeñas andas, diversas figuras de Niño Dios. Durante el acto, estas representaciones recibieron la bendición del sacerdote.
Una de las escenas que llamó la atención este año fue la de María Isabel Arévalo, de 65 años. Dentro del montaje se observan a varios Niños Dios con mascarillas trabajando en una oficina. Su familia vive en el municipio y han participado desde hace 25 años.

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“La idea surgió porque una familia de conocidos perdieron sus empleos durante la crisis por la pandemia. Ellos nos pidieron que, de recuperar sus fuentes de ingreso, hiciéramos esta presentación”, explicó Arévalo.
Reyna Hernández es otra feligrés que participó en la conmemoración, así como lo ha hecho desde hace 22 años, junto a otros familiares. Llegó desde Mejicanos con un carrito decorado con más de cinco figuras del Niño Dios y la virgen de Guadalupe, patrona Antiguo Cuscatlán. Cada una de ellas, dice, representa a sus sobrinos y piden a Dios que les dé salud.

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“No deberíamos perder esta tradición porque es parte de nuestra identidad. Esto es parte de nuestra cultura”, sugiere Hernández.
Para estos feligreses, participar en esta tradición también es una manera de “dar gracias a Dios por haberlos protegido durante la pandemia”.
Durante el recorrido, las personas trataron de guardar la distancia física y portaron mascarillas, como manera de protección ante el contagio del virus.
Entrada la noche, siempre como parte de las tradiciones del municipio, tuvo lugar la quema de toritos pintos.