30 años después: de la Guerra Fría a tensiones EE.UU.-China

Hace tres décadas, pareció iniciar el “momento unipolar” de Estados Unidos, el vencedor de la Guerra Fría y la potencia global más fuerte. Este liderazgo es hoy desafiado por China.

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Foto / Archivo / EDH

Por Pascal Drouhaud

2021-12-27 8:19:15

El 25 de diciembre de 1991, Mikhail Gorbatchev, presidente de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), presento su dimisión. La URSS se había vuelto un fantasma en el transcurso de un ano que concluyó un proceso abierto en los anos 1980. Gorbatchev llegó al poder el 11 de marzo de 1985 como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Desde la muerte de Leonid Brejnev en Noviembre de 1982, fueron dos líderes más que asumieron el poder en 3 años, ilustrando los bloqueos del sistema: Iouri Andropov, exjefe de la KGB, muerto en febrero de 1984, y Constantin Tchernenko, desaparecido un año después, el 10 de marzo de 1985. Se había vuelto urgente para el Partido Comunista, pilar del régimen, mandar un mensaje de “dinamismo revolucionario” : Mikhail Gorbatchev tenía unos 54 años cuando entró en el Kremlin con la voluntad de reformar un sistema que olía obsoleto.

Poniendo en marcha la “glasnost”, es decir una “transparencia” en las decisiones e informaciones, incompatible con las bases del régimen, tanto como la “perestroika”, es decir la reestructuración de la economía, aceleró la desintegración del sistema, pensando salvarlo. Desde la catástrofe de la planta nuclear de Chernobyl el 26 de abril de 1986 en Ucrania, se volvía obvio que el sistema se estaba desplomando. La “guerra de las galaxias” iniciadas por Ronald Reagan, el entonces presidente de los Estados Unidos, aceleró un agujero financiero y tecnológico para las URSS que no pudo seguir el ritmo impuesto por Washington.

Centroamérica y El Salvador fueron los últimos incendios de un sistema este-oeste agonizando. ¡La ofensiva general “Hasta el Tope-Febe Velásquez vive” empezó el 11 de noviembre de 1989, dos días después de la caída del Muro de Berlín!

La llegada de Violeta Chamorro a la presidencia de Nicaragua en febrero de 1990, la intervención norteamericana en Panamá para acabar con el régimen del General Noriega, tantos eventos que acompañaron la cumbre de Malta en Diciembre de 1989 entre la URSS y los EE. UU., poniéndose de acuerdo sobre una salida a la crisis. Esta cumbre anunció el desmantelamiento de un sistema que pareció caer sobre por su propio peso. En 1991, las repúblicas de la URSS estaban retomando su independencia o libertad. El proceso empezó con Rusia, en junio de 1990, con Boris Elstsine, las Repúblicas bálticas y las de Asia central, acelerando la dislocación de la ex-URSS que se concluyó con la dimisión y salida del Kremlin de Mikhail Gorbatchev. La URSS, creada el 30 de diciembre de 1922, ya no existía.

Rusia, Ucrania y Bielorrusia crearon la Comunidad de los Estados Independientes a través de los acuerdos de Minsk que fueron apoyados unos días después en AlmaAta (Kazajistán) con la llegada de 11 repúblicas parte de la ex-URSS.

Rusia heredó la posición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), abriendo una nueva fase de las relaciones internacionales. El principio de los anos 1990 pareció introducir lo que unos calificaron de “fin de la historia”, una forma de unipolaridad estadounidense, marcada por la búsqueda de una economía social de mercado, la descentralización.

Los 1990 parecieron abrir espacios nuevos pero llevaron a una desilusión en materia de acceso al los beneficios del desarrollo. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron un despertar de pesadilla a nivel internacional. La amenaza terrorista islamista volvió al occidente, como urgencia inmediata: la intervención militar durante casi 20 años en Afganistán, la lucha contra dichos grupos que se desarrollaron en los años 2010 en África, tantas orientaciones nuevas mientras que Rusia, que se sintió humillada durante todos los 1990, reconstituyó paso a paso su fuerza para aparecer hoy en día como una potencia global.

Tanto en términos de potencia nuclear y espacial, como en las nuevas tecnologías, Rusia ha vuelto.

En Siria, el régimen de Al Assad no hubiese podido mantenerse sin la intervención rusa, que consolidó su posición en el Mediterráneo frente a países como Turquía pero también ante la presencia de la OTAN. La cumbre de Sotchi en noviembre de 2019 con África recordó los lazos entre estos actores. Hoy en día, hay tensiones con Ucrania, a las puertas de una Europa que recibe 30% del gas que necesita para su propia energía de Rusia.

Es decir, estas interconexiones existen y explican la complejidad de una situación internacional en la cual Rusia logró retomar un papel que parecía imposible cuando desapareció la URSS.

Pero nadie vio aparecer un nuevo actor mundial al cual Joe Biden, en su alocución del 31 de agosto pasado, a raíz de los llegada de los talibanes en Kabul, designó como el adversario inmediato: China. En 1989, el Muro de Berlín cayó. Fue también el año de las manifestaciones de la plaza de Tiananmen. La opinión pública mundial quedó capturada por unas imágenes que daban la impresión de una China incapaz en salir de un estatus de segundo rango.

Sin embargo, en tres décadas ha vuelto como la potencia de un duopolio inédito con los Estados Unidos. Las “nuevas rutas de la seda”, tantas vías en favor de una influencia internacional de mayor importancia, amenazan la influencia de los Estados Unidos, que están iniciando un refuerzo de sus instrumentos de prevención y de lucha contra dicha presencia, tal como lo vivimos en septiembre pasado en el Pacífico: una alianza secreta entre Australia, EE. UU. y Gran Bretaña aceleró el fin de un mega contrato sobre submarinos militares y convencionales firmado entre Australia y Francia para remplazarlo por materiales nucleares, siendo estos los instrumentos de una nueva política de disuasión con China.

30 años después, la bipolaridad este-oeste desapareció. Pero dejó espacio a una rivalidad inédita entre Washington y Beijing. Por cierto, América Latina corre el riesgo de volver a ser un “espacio de juego” de esta realidad internacional mientras Rusia logra ocupar una posición estratégica pero opacada hoy en día por China, nueva potencia global frente a los Estados Unidos.