Destello en la oscuridad

“Hello darkness, my old friend /I've come to talk with you again / Because a vision softly creeping/Left its seeds while I was sleeping / And the vision… that was planted… in my brain / Still remains Within the sound of silence…

descripción de la imagen
Imagen de carácter ilustrativo y no comercial sobre una publicación del niño fallecido. / https://twitter.com/FFCV_info/status/1471760544046718980

Por Jorge A. Castrillo H.

2021-12-17 5:42:26

La cantó, ¿verdad? La seguirá cantando todo el día. Casi todos la conocemos pues es una de las 500 mejores canciones del siglo pasado según la revista “Rolling Stone”. Desde Cojutepeque para el mundo, “il capo dei capelli” o “Señor de los sombreros” Marco envió una bonita historia que nos ha hecho apreciarla y cantarla de manera distinta. Dejo el link para quienes estén interesados en ella. https://www.mdzol.com/mundo/2021/12/11/sandy-greenberg-art-garfunkel-una-amistad-prueba-de-fuego-207723.html
Tuvo lugar a mediados de los años 60’s en la “Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York”, una de las más antiguas y académicamente exigente universidad privada. No es casualidad que entre sus exalumnos se encuentran jueces de la Corte Suprema, ganadores de Premios Nobel (es la universidad que presume de tener más ganadores de Nobel), Premios Turing, Premios Oscar, Medallistas Olímpicos, jefes de Estado, presidentes de los Estados Unidos o “simplemente” multimillonarios. Es también la casa de los Premios Pulitzer. Poca cosa, ¿no? Huelga decir que es carísima y muy selectiva. Para conseguir ingreso allí se necesita ser muy inteligente, tener muy buenas notas y, no menos importante, tener con qué pagarla.
Sanford Greenberg (Sandy para sus amigos) no tenía con qué pagarla, pero siendo un estudiante muy prometedor: ganó una beca para estudiar allí. En su primer año, fue compañero de cuarto de Art Garfunkel, estudiante de arquitectura quien cantaba en el coro y también fuera de la universidad con su amigo Paul Simon. Un glaucoma mal diagnosticado complicó la vista de Sanford en su primer semestre. Con el paso de los años, fue perdiendo la vista hasta que finalmente quedó totalmente ciego en tercer año de la universidad. Decidió abandonar sus estudios y se volvió a su casa familiar, sumido en la depresión. Lo que nunca esperó es que el joven músico que compartía su habitación no lo abandonaría a su suerte. Viajó a buscarlo, lo convenció de volver y durante toda su carrera, le leyó sus libros en voz alta, lo ayudó con la redacción de ensayos y tareas, así como con las demás exigencias académicas. A mediados de los años sesenta, apenas se empezaba a hablar de educación inclusiva y de adelantos tecnológicos, así que ya se pueden imaginar lo que eso significaba de esfuerzo de ambos. Un día, necesitado de dinero para grabar un disco con Paul Simon, Art Garfunkel le pidió prestados 500 dólares a Sandy, quien no lo dudó ni un segundo. Fue el inicio del éxito de la canción que usted cantó al principio (escrita por P. Simon a consecuencia del magnicidio de JFK) y cuya tonada regresa una y otra vez, lo pasea por “El Graduado” y lo hace cantar también “Me and Ms. Jones/ We got a thing goin’ on/ We both know that it’s wrong/ But it’s much too strong To let it go now”.
A diferencia de Sandy, Carol vive en Panchimalco. A diferencia de Sandy, ella ingresó este siglo, antes de la pandemia a una de nuestras universidades que, a diferencia de Columbia, no realiza exigentes procesos de selección a la entrada, pero sí exámenes orales finales a la usanza de los antiguos “privados” de la UES de la primera mitad del siglo pasado. Carol hacía parte de un interesante y motivador grupo de estudiantes. Tuve el gusto de ser su profesor y el honor de aprender de ella durante este difícil año de clases virtuales, lo que resultó ser una ventaja para varios estudiantes quienes no tuvieron que desplazarse a la universidad tres días a la semana en agotador horario al final del día laboral.
Como siempre, al inicio se quejaron de que los hacía leer “bastante”. Pero no Carol. Al inicio, argumentaron que no estaban acostumbrados a ser examinados individualmente de cada texto leído o que no habían hecho antes esquemas de lectura sino resúmenes. Pero no Carol. De no ser por mi exigencia que conectaran su cámara cada vez que les hacía preguntas, no habría sospechado nada. Es una de las desventajas de la virtualidad: nos hace perder muchas claves ambientales. A mediados del segundo de los cinco módulos, Carol me pidió que le explicara más un fragmento del texto que atacábamos esa semana, “…porque mi traductor no entendía muy bien algunos términos que allí aparecen”. Desde luego que le expliqué con detenimiento y paciencia, pero no pude menos que anotar mentalmente lo de “traductor” ¿para qué? ¡los textos se los enviaba en español! Me volví más acucioso para los detalles, más atento a las interacciones en los que ella participaba. Luego del examen final del segundo módulo, pude hablar directamente con ella. A diferencia de Sandy, Carol me contó que era ciega de nacimiento, que su educación básica la realizó en la escuela del Centro de Rehabilitación de Ciegos “Eugenia Dueñas” en San Salvador y que actualmente era un programa informático de su teléfono el que le leía los textos que yo les exigía entender. ¡Ciega! Y yo había estado dando mis clases sin atender a ese detalle. ¿Hay algo que quiera que yo haga especialmente para usted?, pregunté (acomodaciones, como se conoce técnicamente en pedagogía). No Licenciado, cuando yo no entienda algo le preguntaré, no se preocupe, muchas gracias.
Esta semana dio su examen oral final ante un jurado compuesto por tres examinadores. El único que, de los tres, conocía de su condición era yo y preferí no advertir de ello a los jurados. Ella estaba nerviosa pero controlada, apropiadamente vestida, bien peinada y escrupulosamente maquillada. Daba gusto verla. Una hora entera de preguntas sobre los diversos tópicos estudiados y Carol las respondía todas: algunas como sencillos, otras como batazo doble y algunas para home round. En las deliberaciones lo hice saber a los jurados y comentaron no haberse dado cuenta de ello. Cuando en la lectura del acta leí el fallo APROBADO y la nota correspondiente, ella hizo el último esfuerzo por controlarse. Un minuto después, dos lágrimas brotaron de sus ojos maquillados que nunca han visto su propia belleza. Nuestro poeta me vino a la mente y, muy emocionado me dije en silencio:
“Aquí he visto una cosa muy dulce y muy extraña, como es la de haber visto llorando una montaña”. ¡Qué honor haber podido aprender de esta flamante licenciada en Psicología! Dios esté con ella siempre ahora que iniciará su difícil desempeño laboral profesional .

“Et lux in tenebris lucet” me dije mientras cerraba la sesión y me secaba mis húmedos ojos para evaluar a otro egresado.
Psicólogo/ psicastrillo@gmail.com