Las nimiedades son las cosas pequeñas, insignificantes, dice el buen amigo de la DRAE. Yo prefiero pensar que nimias son las cosas que parecen ser pequeñas o insignificantes. Parecen, porque bien vistas, algunas nimiedades, con el tiempo, resultan ser importantes. Hay un chiste en el que un compadre le reclama al otro por lo que ha llegado a sus oídos que su compadre ha dicho de él. No es éste el lugar para compartirlo, pero el chiste aclara muy bien el significado de “parecer”. Esto de ser o parecer puede creerse un tema nimio. No lo es.
El Salvador es un país pequeño geográficamente. Eso es un hecho. ¿Se dirá por eso que es un país nimio en el concierto internacional? Muchas personas asocian la dimensión geográfica de una nación con el desarrollo económico, social y cultural. Eso nos ha llevado durante mucho tiempo a pensar que no podremos nunca alcanzar niveles de países grandes y desarrollados. Que la extensión geográfica de Catar e Israel sea menor que la nuestra, debería hacernos reflexionar al respecto, pues difícilmente se podrá decir que ellos están menos desarrollados económica, social y culturalmente que nosotros. El Vaticano es el país más pequeño del mundo, ¿piensa usted que es nimio?
La puntualidad es una de las nimiedades a las que me quiero referir. Personas importantes, que dirigen organizaciones gubernamentales o privadas, existen en todos los países. Mientras en unos países estos jefes atienden puntualmente las citas y reuniones que conceden o convocan, por estos lares esas reuniones difícilmente empiezan a la hora. Pareciera que, en sus cabezas, hacerse esperar es “de importantes”. Al inicio del siglo, un amigo se entretenía tratando de calcular lo que costaba al erario nacional las llegadas tardes de los ministros y funcionarios de alto nivel a reuniones convocadas. Si a una reunión estaban convocados varios juntos era peor: parecían pelear por ser el último en aparecer. Todos recordamos el papelón que hizo el expresidente Funes llegando tarde a su cita con el Papa. El otro, mucho más importante que él, estuvo puntual.
La limpieza es otra aparente nimiedad sobre la que bien valdría reflexionar. “Limpiar es bueno, no ensuciar es mejor” rezaba mejor slogan que he visto para una campaña municipal de limpieza. Es la manera de ir construyendo desarrollo y democracia, mantener limpios nuestros ambientes. No ensuciar es lo mejor. Botar la basura en su lugar es algo que podemos enseñar desde kindergarten a nuestras niñas. ¡La cantidad de dinero que ahorraría el sistema de salud si lo lográramos! Pero ese es un tema demasiado nimio para que se ocupen de él desde los ministerios correspondientes.
Otra aparente nimiedad es el buen tiempo compartido con nuestros familiares y buenos amigos que todos tenemos. Cada vez más hay más estudios científicos que demuestran que la salud física y mental dependen grandemente de esas cosas aparentemente nimias. Que usted se tome su tiempo para escribir un mensaje de apoyo o reconocimiento a una persona cercana a usted; que le pregunte a la señora que ayuda en su oficina cómo siguió el familiar enfermo, parece un detalle nimio, pero puede hacer una gran diferencia para quien recibe el mensaje, el reconocimiento, la pregunta. Y seguramente lo hará a usted una mejor persona, más humana, más feliz.
Un día puede parecer una unidad despreciable de tiempo, en tanto un siglo nos parece a todos casi una eternidad, convencidos como estamos que ninguno lo vivirá para contarlo. Pero si habláramos con los familiares de los fundadores de “Almacenes Simán” o “La Constancia” para mencionar dos empresas centenarias de origen salvadoreño, seguramente los oiremos recordar cómo los padres fundadores se levantaban cada día con el empeño puesto en mantener la empresa y hacerla crecer.
Felicidades, de paso, al Grupo Simán que acaba de celebrar “el primer siglo” de existencia, como algún optimista dijo.
¿Por qué nos resultará tan difícil a los humanos apreciar las nimiedades de las que las cosas que más apreciemos en nuestra vida están hechas? La democracia, la libertad, el Dstado de Derecho y bienestar, la justicia y la paz, todas esas grandes ideas descansan en nimiedades aparentes. Alguien debería recordárnoslo siempre, para que no dejemos pasar la oportunidad de, cada día, hacer algo para que nuestro entorno sea mejor. O por lo menos, para evitar que se pierda lo conseguido.
Psicólogo/psicastrillo@gmail.com