Imaginaria escena cosmogónica: Con su mano de Mago estelar Dios creó la luz, la tierra, los cielos, los mares, las aves, los peces, las estrellas, el amor… Después creó al Hombre. Pero al ver desilusionado que la criatura de su creación perdiera el paraíso por sí mismo, cerró sus ojos, creándose a sí mismo. Porque el gran ilusionista era también humano, al hacernos a su “imagen y semejanza”. Señor del despertar de la ilusión, se convirtió en el sueño de un dios o un dios hecho sueño. Autor -guionista, telonero y escenógrafo del drama cósmico- creó la luz y las sombras como partes de un mismo episodio. Por eso en la vida -como en el alma humana- hay tinieblas y esplendor. Luego creó al elenco de actores fantasmas. Porque su drama no era el visible a los ojos de la “realidad” sino tan sólo a los ojos de la imaginación. Era, acaso, el sueño de Dios o el Dios de un sueño. “Si no existiera Dios habría que inventarlo”, dijo alguna vez Voltaire, filósofo de “La Ilustración” que condenaba el ateísmo. Sugería -en cierta forma- que no era la Divinidad quien podría haber creado al Hombre sino al contrario. Porque la Humanidad necesitaba la existencia de un autor de todo el drama universal para justificarse a sí misma o encontrar su divinidad interior. (I) <de “El Drama Divino”>
El sueño de Dios o el Dios de un sueño

2021-11-17 4:15:18