Al escuchar a alguien mencionando al muérdago, muchas personas piensan en Navidad. La razón: la antigua creencia que asegura que quien se besa bajo un ramillete de esta planta vivirá un tórrido romance.
Además, quienes han visto la película “El Grinch” de Jim Carrey se recordarán de la famosa escena en la que el famoso personaje del Dr. Seuss se burla de la tradición.
Pues en realidad, esta planta semiparásita fue muy apreciada entre las civilizaciones antiguas. Según el sitio navidad.es, para los escandinavos era sagrada y otorgaba paz. Los druidas la consideraban mágica porque permanecía verde todo el año, pero se cree que fueron los italianos los que terminaron por relacionarla con el amor a partir del siglo XVIII.
Las jóvenes en edad para casarse tenían la certeza de que si eran besadas bajo un ramillete de muérdago tendrían un apasionado romance. Pero, ¿por qué colgaban los ramos?

Bueno, la costumbre indicaba que la planta no podía tocar el suelo después de ser cortada y se colgaban detrás de las puertas para atraer la paz y la suerte.
Pero toda esa creencia que aún persiste en muchos países, no fue suficiente para que otro arbusto le robara el protagonismo en Navidad.
Hablamos del acebo, un pequeño árbol perennifolio que puede alcanzar los 15 metros de altura, con unos pequeños frutos color rojo intenso y flores blanquecinas.
Al igual que el muérdago, esta planta crece en Europa y Asia, posee propiedades medicinales muy apreciadas, se usa en la caza y figura entre las plantas utilizadas para la decoración navideña.

Otra característica que comparten es su antigüedad. Sí, la popularidad del acebo en las fiestas data de la antigüedad.
El periódico español ABC detalla que este arbusto fue relacionado con la fortaleza y la fertilidad, por eso su presencia era usual en las fiestas paganas de invierno, como las famosas Saturnales de los romanos.
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Estas se desarrollaban en la segunda mitad de diciembre, en honor del dios de la agricultura y consistían en grandes fiestas que se extendían por días, donde los banquetes se robaban el show. Al parecer, el acebo era utilizado para adornar los regalos que se distribuían.
Los celtas también lo conocían y llegaron a considerarlo mágico. Entre estos pueblos se creía que las coronas fabricadas a base de troncos de acebo protegían contra los males espíritus. Asimismo, se le atribuía buena suerte y prosperidad.

Pero fueron los feligreses católicos en occidente, los que terminarían por extender su simbolismo a nivel internacional. Debido al color rojo de sus frutos, se le relacionó con la sangre de Cristo y la forma puntiaguda de sus hojas con la corona de espinas. Incluso, en algunos lugares del sur de Europa, el acebo es conocido como Espina de Cristo.
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Poco a poco, fueron incorporándola a las celebraciones de la Natividad de Jesús y ahora es un detalle imprescindible en la ornamentación navideña.
