Los periódicos nos han informado de un controversial ítem incluido en una prueba de personalidad y de un merecido premio empresarial. En simultáneo, los vientos de octubre, que ahora vivimos en noviembre, nos regalan ese cielo limpio que nos retrotrae a pasados tiempos de colegio. Sabrán perdonar, pero ha vencido la nostalgia y las ganas de conectar con las cosas buenas así que dejé para la otra semana el artículo referido al oprobioso ítem.
Un viejo chascarrillo preguntaba qué le había dicho el gato a la gatita. “Por ti lucho, gatica” era la respuesta. En esa frase, lucho es la conjugación para la primera persona del indicativo del verbo “luchar”; por otra parte, gatica es un diminutivo, inusual entre nosotros pero que suena más cariñoso, para referirse al felino doméstico de sexo femenino. Habrá notado que van escritas con minúsculas. El chascarrillo resultaba chistoso pues ambas palabras juntas formaban el nombre del reconocido y galardonado bolerista chileno, Luis Ernesto Gatica Silva conocido como “Lucho Gatica” (en este caso, ambos sustantivos se escriben con mayúsculas pues se refieren a nombres propios) en toda la América Latina y, quizá, en el mundo entero. Tales los chistes de entonces: ingenuos e ingeniosos, inteligentes y respetuosos. En todo distinto a los “tiktoks” de ahora, que acuden a la grosería con gran facilidad. Ejemplo de ello es el que circuló profusamente la semana pasada y que mostraba al que entonces se desempeñaba como presidente del organismo encargado de los procesos electorales en el país. Durante una rueda de prensa lo sorprende un fuerte temblor (a él y a todos). Para la mala suerte del infausto personaje, parece que los temblores le provocan miedo pánico: el video lo mostraba actuando (solo a él) de forma espontánea, natural y temerosa en exceso, por lo que en el vídeo no dudan en calificarlo groseramente como …. (irrepetible). Eran sus tiempos de desagradable figura pública al servicio del entonces gobernante partido Arena. Sigue vendiendo sus servicios, ahora de manera aún más desagradable como trollero (en rima consonante), al actual partido gobernante (no sé si poner GANA o NI).
Volvamos a lo agradable. Lucho Gatica nació chileno, pero en el año 1957 —glorioso para la historia de este país por muchas razones que conozco de cerca— ya residía en México donde su fama rebasó todas las fronteras. Mi generación todavía lo alcanzó a gozar, de rebote; pero las anteriores a la mía, sí que bailaron, enamoraron y serenatearon con su música, (yo tampoco lo sabía: el último verbo aparece incluido y aceptado en el DRAE). Como usted sí sabe desde hace tiempo, Lucho se les dice cariñosamente a quienes llevan por nombre Luis.
Este Lucho del que ahora hablo nació acá cuando el Gatica se mudaba para México en 1956. Creció, jugó basquetbol y cursó su educación primaria y secundaria en El Salvador. Su educación universitaria, la realizó primero en los USA, de donde regresó graduado como Ingeniero Eléctrico, después estudió la carrera de Administración de empresas en la UCA y, no sé si por pasear o por la responsabilidad que lo ha caracterizado, culminó también una larga Certificación en elaboración industrial de lácteos que lo mantuvo en España, lejos de su familia por un buen tiempo hace ya varios años. Dios lo debe tener en un sitial muy alto pues lo ha hecho enfrentar más pruebas y dolores íntimos que a todas las personas que conozco. De haber sabido por todo lo que tendría que pasar, sus padres bien podrían haberlo llamado Job pues a pesar de todo lo vivido, sigue fiel a Él. Como cuida su privacidad más que yo la mía, tengo años de no verlo, pero sé que el mutuo afecto sigue intacto. La vida lo premió con una intensa mujer que ha sabido estar siempre a su lado: chisporroteante, inquieta, emprendedora y despierta, vivísima (la mejor pareja que imaginarse pueda para jugar “Garabato”). Sus hijos han sido su más grande desafío: imagino la ternura desde la que los vio crecer, pero puedo entender también la moderación con que su cariño se ha mostrado siempre. La pandemia me ha impedido gozar ese espectáculo en directo, pero por las redes sociales he disfrutado verlo deshacerse frente a una nieta adorable para cargar, consentir y gozar.
Conocí a su primo (compañero de estudios y deportes) quien también se elevó por encima de sus iguales al frente de la empresa. De ambos escuché la norma clara: ningún descendiente podrá trabajar en la empresa de la familia si no ha concluido antes estudios universitarios que avalen la labor que desempeñará. Como quien dice: este asunto se maneja seria y profesionalmente. Una empresa que es orgullo no solo de su familia, sino de todo un país. Ese reconocimiento que se le ha concedido, nos ha emocionado íntimamente a quienes lo conocemos y apreciamos pues sabemos lo bien merecido que lo tiene. Felicidades, Lucho. Un fuerte abrazo.
Psicólogo/psicastrillo@gmail.com