Nunca antes la mirada había tenido una relevancia tan grande en la comunicación personal como en la actualidad. Nuestra relación interhumana fue afectada, y lo sigue siendo, por un ser microscópico coronado como rey de la epidemia reciente y entronado en el mundo de las relaciones humanas.
La consabida consecuencia es que provoca muerte, depresión, incapacidad, aumenta con desconfianza nuestro acercamiento natural convirtiéndolo en un distanciamiento social a conveniencia preventivo de padecer la enfermedad.
Si bien es cierto que nuestro distanciamiento espiritual ya venía en plano de caída libre por las demandas en la calidad de vida impuesta por la lucha material a lo mundano, éste sufrió una violenta repercusión en nuestras interrelaciones personales aumentando la desconfianza entre nosotros.
Pero he aquí que surgió una nueva comunicación exclusiva ahora y complementaria antes en nuestra expresión facial: se trata de la mirada, ya que la mascarilla dividió nuestra expresión facial al poner una frontera profiláctica, rompiendo así la expresión de la cara versus el rostro, la cara es física, natural, nuestra semejanza con familiares por la herencia, y el rostro construido por la obra humana de las expresiones, alegría tristeza, etc.; por lo tanto, la cara es parte de nuestro cuerpo, nuestra identidad civil en nuestros documentos y el rostro es nuestra variante de ellos en su día a día, cambiante según las emociones.
Nuestra comunicación se volvió de repente exclusiva de la mirada, como antes los malhechores se cubrían parcialmente el rostro para no ser reconocidos en sus andadas, ahora intentamos, con la mirada, ser lo más auténticos para ser reconocidos.
Las damas, quienes con tanto esmero ponían en sus labios el colorante atractivo, ahora tienen que expresar en sus pestañas ese abre y cierre que combina la alegría o la tristeza según el momento, ¡¡¡le llegó el turno a la mirada!!!
Vemos para reconocer y miramos para relacionarnos, socializarnos, como un principio estético la mirada nos comunica, tiene expresión humana y divina al expresar sentimientos con elocuencia muda.
Milan Kundera escribió: sería posible dividir la mirada en cuatro categorías: la primera anhela la mirada de una cantidad de ojos anónimos, la mirada del público, por ejemplo, en la calle; la segunda, la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos; la tercera, los que necesitan la mirada de la persona amada, y la cuarta, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de las personas ausentes, los soñadores, como los poetas.
Los ejercicios del mirar están desde los del detective Sherlock Holmes, capaz en una mirada de encontrar los detalles de un siniestro asesinato o descubrir al hechor o las miradas piadosas de los santos que esculpen la luz en sentimientos de pecado.
La mirada en sí vuelve a ser la protagonista de la relación humana, con las reminiscencias bíblicas de la mirada fatal de la mujer de Lot, o la cultura griega, por la Medusa, que el que la mira queda petrificado por el terror, o la del basilisco que mataba con su mirada, hasta la rima de Bécquer, quien decía: ¡¡¡“Por una mirada... un mundo”!!!, preconizando que los amantes se miran a los ojos antes de que el amor les atrape, promocionando la más bella de las miradas… ¡¡¡la del amor!!!! que nos salva de la soledad, del olvido, la tristeza…
La mirada es espontánea y decide comunicar, expresar o rechazar sin palabras con un sencillo abrir y cerrar de ojos.
Ahora que la necesidad o la obligación de cubrir parcialmente el rostro nos obliga a comunicarnos con la mirada, eduquémonos en la expresión humana que sustituya al apretón de manos o al abrazo (que no será perenne así lo espero), transmitiendo la pasión que corresponde al momento, solidaridad en el presente con la elocuencia muda de la mirada.
Médico.