Capacidades especiales y derechos ciudadanos

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Durante la multitudinaria marcha del 15 de septiembre, los salvadoreños expresaron su rechazo a la Ley Bitcoin, una de las decisiones que ha tomado Bukele durante su gestión. Foto: EDH / Jonathan Funes

Por Carmen Marón

2021-09-24 6:00:55

Este tema, no es un tema de pandemia. Es un tema que ha existido, por siempre, en El Salvador y al cual nunca se le ha dado legislación apropiada. Hablo de los salvadoreños con capacidades especiales.

Por mucho que nos encanta hablar de lenguaje inclusivo, no existe una verdadera inclusión en el país. Muchas veces al niño o niña se le niega acceso a la educación porque tiene un problema de habla, de visión, Trisonomia X o un TEA. Y no hay razón de hacerlo. Cualquier niño puede funcionar perfectamente en un colegio con una maestra sombra. Sí, es un gasto. Pero muchas veces veo a los papás de estos niños gastar en otras cosas menos importantes, como si ya se hubieran resignado.

El otro problema radica en la sociedad misma. Son muy contados los padres que luchan porque la vida de un niño con capacidades especiales sea lo más cercana posible a la de cualquier otro niño. Es comprensible esta actitud porque es un shock, y un duelo que se va a llevar toda la vida. Pero el tratar al niño como que SIEMPRE va a ser un bebé, magnificar sus necesidades en público (gritar para hablarle cuando tiene problemas auditivos, llevarlo de la mano aún de adulto si tiene Trisonomía x, apartar todo a su paso porque es no vidente) poco hace para que la sociedad los deje de ver con ojos de lástima o como, digamos lo que es, alguien “raro”.

Gritarle a un niño con problemas de habla o audición no va a hacer que oiga, apartar todo lo que esta enfrente de un niño con problemas de visión no hará que vea, y negar la realidad de un TEA no lo va a hacer desaparecer. Como sociedad, debemos comenzar a pensar más en temas de inclusión: rampas en centros comerciales para acceso a las sillas de ruedas, menús en braille, personal que conozca el lenguaje de señas en los almacenes.

Urge incluir también a estos niños dentro del proceso educativo formal, tanto público como privado, en lugar de dejarlos al cuido de la abuelita, o peor aún, una empleada (a menos que esta haya sido entrenada para ayudar proactivamente). ¿Qué futuro tiene un niño o una niña a quien no se le permiten oportunidades de crecimiento?

Hay centros y colegios que ofrecen excelentes alternativas para potenciar a estos niños, pero puedo asegurar que pocos los conocen. ¿Por qué? Porque las capacidades especiales aún siguen siendo “un tema para la familia”. Y esto en la capital. Ni les cuento de lo que he sido testigo en el interior. También es importante recalcar lo opuesto: muchos de los niños con los que trabajé han logrado vivir vidas plenas y productivas como adultos : una es artista y diseñadora, otra chef, otra tiene un negocio dónde entrena perros en el extranjero.

El común denominador en estas historias de éxito fue la aceptación de los padres: no minimizaron los hechos, no dejaron de exigir dentro de lo posible y, ante todo, crearon en sus hijos una conciencia de que sus limitaciones no restaban de su valor como personas (lo que en inglés se conoce como “self advocacy”). Para esto invirtieron en un equipo multidisciplinario de psicólogos, terapistas, sombras y médicos. Es aquí dónde es necesario que a nivel gubernamental se garantice lo mismo para aquellos que no pueden pagar. Ser país “de primer mundo” comienza por acciones como esta.

El tema de las capacidades especiales es un tema doloroso, difícil, complicado y del cual, desafortunadamente, muchos se lucran y al cual no todos tienen acceso. Si se busca un país más justo y equitativo, es hora que se legisle en beneficio de igualdad de derechos en cuanto a educación, trabajo, y prestaciones sociales para los salvadoreños con capacidades especiales. Todo ciudadano tiene derecho a una vida digna y productiva. Es hora que trascendamos como sociedad.