¡Eternidad de los cerezos en flor! Un día luminoso de abril encontré los cerezos florecidos en un pueblo de Virginia. Y, al final de la calle, la casa de unos queridos amigos. Allá descubrí mucho de la sabiduría y de lo hermoso de la vida: Los árboles de cerezo me enseñaron que -al igual que el alma humana- después que el invierno desnudara sus ramas, volverían a florecer con el primer rubio rayo de sol de primavera. Aunque la misma durara sólo unos cuantos días. La madre de familia, por su parte, me enseñó la gracia de la sacerdotisa, encendiendo devocional el fuego del hogar. El esposo -aficionado a las carreras ecuestres- que un caballo en la pista, más que lograr la victoria, busca alcanzar su sueño y libertad. Sus hijos varones, que al subir a los columpios se pueden alcanzar las estrellas. Su pequeña hija, lo fácil de ser feliz, pintando en un cuaderno de colegio la felicidad. La cocinera, que -más que con las manos- los mejores alimentos se hacen con amor; Los gatos de la casa que ¡hay que dormir mucho tiempo para soñar la felicidad! No sé cuándo volveré allá, pues en el mundo somos viajeros de paso. Pero si algún día volviera encontraría los mismos cerezos florecidos de abril. Y -al final de la calle- escrita en la puerta del hogar la palabra “Amor” como una eterna promesa. Aunque sus moradores se hubieren ido de allá y los gatos dormilones soñaran otra primavera. <“La Felicidad es Cuento” C. Balaguer-Amazon>
Eternidad de los cerezos en flor

2021-08-12 4:58:13