Un músico salvadoreño que urge ser rescatado

En los registros de la historia de la música salvadoreña y centroamericana del siglo XIX, el nombre de Rafael Olmedo Artiga (1837-1899) no puede continuar olvidado. Urge que las nuevas generaciones conozcan su legado musical.

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Tarjeta postal con fotografía monocromática del primer Teatro Nacional, incendiado en 1910.

Por Carlos Cañas Dinarte

2021-07-23 3:29:28

Rafael Olmedo Artiga nació en San José Guayabal (Cuscatlán), el 12 de marzo de 1837, en el hogar de José Manuel Trinidad Olmedo y Juliana Artiga de Olmedo, criollos dedicados al cultivo añilero.

Desde 1847, realizó sus estudios musicales en la ciudad de San Salvador, en la Escuela Preparatoria de Música, institución privada fundada por el guatemalteco José Escolástico Andrino (1816-1862), cuando él residía en el no. 1 de la calle del Comercio, en el barrio capitalino de San Esteban, cerca del templo católico de La Merced.

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Andrino abandonó la ciudad de Guatemala y llegó a San Salvador en 1845, donde fue investido con el rango de coronel para que pudiera dirigir la banda musical creada cuatro años atrás por los cubano-españoles José Martínez de la Rosa, Juan Guido y Manuel Navarro.

Fotografía del músico y coronel guatemalteco José Escolástico Andrino.

En esa escuela, Olmedo Artiga tuvo por condiscípulos a Hilario Reyes, Dámaso García, Félix Castro, Cosme Damián, Laureano Campos, Gabriel Montoya, Antonio Zelada, Luz Fuentes (hombre), Juan Daniel Alas, Ponciano Cruz y Eusebio Castillo. Olmedo se dio a conocer al público nacional a los 12 años, en el sexto concierto de su escuela, en enero de 1849, cuando ejecutó con maestría una Fantasía en la mayor, compuesta por su maestro Andrino. Impresionado, el presidente Lic. Eugenio Aguilar le concedió un premio.

El 15 y 16 de octubre de 1850, Olmedo Artiga intervino con piezas de Haydn en los conciertos séptimo y octavo de la escuela privada de Andrino, desarrollados en la sala de la casa de aquel docente y coronel guatemalteco.

A los 18 años, se radicó en Suchitoto, para hacerse cargo del coro de la parroquia. Allí contrajo nupcias con Refugio Durán Peña (1832-1908), con quien procreó dieciséis descendientes, muchos fallecidos a edades tempranas. Entre los sobrevivientes se contó a Luisa Soledad (casada con el Dr. José Samuel Ortiz, falleció a fines de septiembre de 1940), la profesora normalista Joaquina (nacida en Cojutepeque, estuvo vinculada en matrimonio con el abogado y periodista Dr. Eduardo Álvarez Díaz y fue madre de las pintoras Ana Julia y Refugio, quienes se iniciaron en las artes plásticas en la década de 1930, de la mano de José Mejía Vides y Salarrué. Esta antigua mentora falleció en la Clínica Olmedo, en la ciudad de San Salvador, a las 07:45 horas del lunes 4 de enero de 1960), Israel de Jesús, el presbítero Horacio Florencio, Manuel (casado con Bolivia, hija del periodista y escritor ecuatoriano Federico Proaño, 1848-1894) y el violonchelista Luis Rafael (nacido en 1856, se casó con María Bárbara Bonilla y falleció en 1928). A ellos se agrega el también músico Rafael Herrador Olmedo, nacido fuera de la unión matrimonial.

En 1859, con su familia retornaron a San Salvador, donde el compositor y ejecutante fue nombrado músico de capilla de la Catedral. Dos décadas más tarde, en 1879, se trasladó para dirigir el coro de Cojutepeque. Desde 1881 se desempeñó como profesor de música del colegio secundario y escuela normal dirigido en San Salvador por el Dr. Rafael Reyes, institución donde en 1882 conoció al joven poeta Rubén Darío durante su primera residencia en suelo salvadoreño.

Busto de Rafael Olmedo Artiga, dibujado y grabado en 1896.

En la velada cívico-cultural del 15 de septiembre de 1882, desarrollada en el primer Teatro Nacional sansalvadoreño por los miembros de la Sociedad Literaria La juventud, los jóvenes escritores nicaragüenses Rubén Darío y Román Mayorga Rivas leyeron un poema de amor dialogado, redactado con más aportes estróficos del segundo. Dicho trabajo fue acompañado por música de fondo -a manera de melopeya-, interpretada por Giovanni Enrico Aberle y Rafael Olmedo Artiga, a quienes les fue dedicada una estrofa de esa recitación al alimón:

La guitarra castellana,
El son de la guzla mora
Y la cuerda vibradora
Del dulce Aberle y de Olmedo,
Traducen, en ritmo ledo,
De amor la voz seductora.

Durante el gobierno de ese déspota ilustrado que fue el médico Dr. Rafael Zaldívar, Olmedo Artiga pudo realizar una edición de su música de concierto, un álbum para guitarra y algunas partituras de sus composiciones sacras. En agradecimiento por esa magnificencia presidencial, el compositor le dedicó al Dr. Zaldívar su difícil capricho para violín y acompañamiento de piano Las hadas (concertante). El grueso de su repertorio fue publicado por la Imprenta de la Ilustración (calle de La Unión no. 45, San Salvador), algunas de cuyas piezas llegaron a ser interpretadas en la Catedral de San Pedro, en el Vaticano. Por orden del Poder Ejecutivo, la Imprenta Nacional hizo otro tiraje de las partituras de Olmedo Artiga, en septiembre de 1927, el cual le fue entregado a Rafael Olmedo Durán para su respectiva difusión y comercialización.

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Como compositor de música sacra, Olmedo Artiga destacó en la factura de una docena de misas de gloria con orquesta (para El Carmen, San Antonio, San José, Corazón de Jesús, Salvador del Mundo, etc.), ocho misas de difuntos (siete con orquesta y una con órgano), seis colecciones de canciones del Rosario, cinco colecciones de marchas religiosas (de tres a doce números), dos colecciones de sones de Pascua, múltiples cantos a la Virgen María (de los cuales los más populares fueron La más hermosa y Tiernos himnos de castos amores), cantos al Corazón de Jesús (uno de ellos titulado Jesús amable), ocho Salve Regina, una misa en Re menor para gran orquesta, diez Ave María (uno de ellos en latín, con solista y orquesta; otro a dúo y coro, en Sol mayor), salmos fúnebres (Regen cui, Domine in furore y Parce mihi), la elegía Memento Mei (¿Santa tecla, 1884?), una Gran Marcha (marcha de iglesia en do mayor, para gran orquesta), Tonada a la Virgen (con coro y orquesta), Dulcísima paloma, Venite Filii, Corazón Santo y el cuarteto Santa Elena.

Varias composiciones suyas fueron incluidas por Aberle en las páginas de su revista La ilustración musical centro-americana, que comenzó a publicar en San Salvador desde mayo de 1883.

Portada de la recopilación de nueve piezas de Olmedo Artiga, publicada en Estados Unidos en 2004.

Dentro de ese acervo musical ahora casi desaparecido en su totalidad figuraban piezas de música mundana, en especial de tema amoroso, entre cuyos títulos se encontraban La aurora, La amorosa, Ilusión que muere e Ilusión perdida (mazurcas); El viejo verde y Ciro el grande (valses de concierto para violín y piano); un valse en sol menor para dos violines y piano; una romanza; una fantasía de concierto para violonchelo y piano; Juanita, La salvadoreña, Polka y Polka no. 2 (polcas); Marcha en Mi mayor; La coqueta (mazurca para guitarra); El caballero de la triste figura, Sagitario, El 12 de marzo, Si me querrá, Soconusco y El cisne (valses); Quejas al viento (¿1882?, dedicada a su amigo de Suchitoto, el malogrado poeta y abogado Isaac Ruiz Araujo); Serenata de los diablos; un capricho para violonchelo; un juguete melódico; cinco estudios-caprichos para violín solo; quince piezas para guitarra sola (de las que nueve fueron publicadas por la Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, 2006, 22 páginas, como volumen 11 de su colección Cuadernos de música); diez canciones (tonadas, entre ellas Ayer no más te vi, No tardes en volver y El náufrago, con letras de Isaac Ruiz Araujo), la mazurca para violín y piano Una corona (dedicada a Aberle) y muchas piezas más.

Varias de sus partituras y de su hijo Rafael Herrador Olmedo fueron seleccionadas por los tres curadores de la muestra nacional de materias y objetos que El Salvador remitió para ser exhibidos en la Exposición Universal de París, en 1889.

En sus años finales, se estableció en la ciudad de Santa Ana, donde se hizo cargo de la conducción coral de la Iglesia de Concepción. En 1884 ya radicaba en la ciudad de Nueva San Salvador o Santa Tecla. Después, se desempeñó como profesor de solfeo, canto y piano en el Colegio de Santa María (San Salvador, 1885), director de la Banda Marcial de San Salvador –cargo que abandonó a partir del 18 de octubre de 1885, en favor de Heinrich Drews- y de la de Santa Tecla (1891) y cofundador de la Sociedad Filarmónica capitalina (1892).

Frustrado director del Conservatorio Musical que el gobierno del general Rafael Antonio Gutiérrez proyectaba establecer en la Villa España de San Salvador, Olmedo Artiga adquirió una grave enfermedad, que requirió una intervención quirúrgica mayor, practicada sin aplicación de anestesia alguna. En medio de crueles dolores postoperatorios, falleció en la capital salvadoreña, a las diez horas del miércoles 14 de junio de 1899. Poco tiempo antes, el propio músico había compuesto un gran Oficio fúnebre, para que fuera ejecutado en su funeral por sus hijos.

Dada su importante trayectoria musical como violinista, pianista y guitarrista, la muerte de Olmedo Artiga fue lamentada por muchas personalidades intelectuales del momento. Sus exequias fueron sufragadas por el Supremo Gobierno con una erogación de 200 pesos y sus restos fueron sepultados en una tumba abierta en la Sección de Hombres Ilustres del Cementerio General de San Salvador.

En 1938, el gobierno de la república dispuso fundar la Escuela Nacional de Música y Declamación Rafael Olmedo, bajo la dirección del maestro Domingo Santos. Los alumnos de esta institución rindieron un sentido homenaje a ese músico, compositor y director desaparecido, desarrollado en el Teatro Nacional de San Salvador, el 14 de junio de 1939.

Desde el año 2004, las obras para guitarra compuestas por Olmedo Artiga han sido parcialmente rescatadas y estudiadas por el guitarrista estadounidense Richard “Rico” Stover. Para su edición de Querico Publications, compiló nueve piezas del salvadoreño, entre valses, mazurkas, marchas y polcas.

Por su parte, el guitarrista salvadoreño Walter Quevedo-Osegueda ejecutó e incluyó El caballero de la triste figura y otras composiciones sutiles de Olmedo Artiga dentro de su disco compacto Piezas íntimas (San Salvador, 2007), al lado de las de Domingo Santos, Agustín Pío Barrios Mangoré, etc.