El raudo tren en llamas de un siglo de amor

En las celestes cumbres hay un viento inesperado, batiendo en las alturas sus alas infinitas que viene y nos arrastra cual leves mariposas. Nunca le hemos visto, pero sentimos en la piel su aliento de hielo y lejanía. Finalmente nos deja varados en las vueltas del camino infinito. En medio del silencio escuchamos el rumor de un vagón en llamas que consumen los fuegos de humana pasión. Igual pasa en nosotros, amantes de ardiente y trashumante memoria. Luego vemos a lo lejos las difusas siluetas de los enamorados que fuimos una vez, queriendo abordar el raudo tren en fuga. Ambos suben al mismo, mientras el fuego consume su abrazo y sus promesas. Ya nunca ha de saberse de ellos. Las páginas de amor de su dulce aventura se esfuman en aquel incendio de pasiones. “Adiós”, dice el amante al oído de su amada, abrazándose entre lirios de besos y cenizas. “¿Por qué decir adiós?”, pregunta ella. “La vida es un pasar y somos parte suya –aquél responde-. Seres del adiós, siempre habremos de partir, estemos donde estemos y vayamos donde sea”. “Entonces vamos juntos amor mío!”, dice aquélla. Luego desaparecen en la eternidad de su abrazo. El raudo tren en llamas de un siglo de amor, se pierde en la espesura y la leyenda. (XXI) (“Leyenda del Hombre y la Locomotora” C. Balaguer)