Para los egipcios fue Maat, para los griegos Themis, y para los romanos Iustitia o Justitia. La Dama de la Justicia tiene estos orígenes, pero fue el artista suizo Hans Gieng quien, en el siglo XVI, la esculpió en la forma que todos la conocemos. Es una mujer con los ojos vendados, con una balanza en una mano y con una espada en la otra. La venda significa que no ve a quien juzga, que no prefiere a unos sobre otros, que no distingue a ricos y pobres, a poderosos o humildes, ni a las personas por su raza. No es ciega, sólo está vendada por su voluntad para ser imparcial. La espada significa que tiene el poder de hacerse obedecer y de castigar a los culpables. La balanza es el símbolo más potente y a la vez el más enigmático. Encierra los elementos más complejos de la filosofía del Derecho. En lo más superficial indica que sus juicios se basan en el peso de la evidencia, y que éste determina por quien se inclina o favorece. Pero hay o puede haber algo más profundo.
Hay dos tipos de representaciones de la balanza. La más común es en la que está en perfecto equilibrio, como indicando que está a la espera de la evidencia y que no hay nada decidido de antemano. En otras representaciones la balanza está inclinada. Para algunos esta es la imagen de la injusticia, interpretación obviamente incorrecta. Otros sugieren que la evidencia ya se presentó y que la balanza ya decidió.
En lo particular me gusta la balanza inclinada, pero no por las interpretaciones antes señaladas. Soy de la opinión que la balanza debe estar ligeramente inclinada de antemano, en favor del acusado. La balanza de Maat no estaba vacía. En uno de los platos ponía el corazón de un difunto, en el otro colocaba una pluma. Si el corazón inclinaba la balanza hacia su lado, la persona tenía acceso a la vida eterna. Si la pluma lo hacía, la existencia de la persona terminaba. Y generalmente un corazón pesa más que una pluma…
En las legislaciones de casi todos los países, al menos en los que viven en democracia, el acusado tiene cierta ventaja pues se considera, con toda razón, que es preferible perdonar a un culpable que castigar a un inocente. Un inocente que vaya por ejemplo a la cárcel es la peor injusticia que existe. La presunción de inocencia ya inclina un poco la balanza. Una persona se presume inocente hasta ser vencida en juicio. No debe probar su inocencia, es la parte contraria la que debe probar su culpabilidad. Todo acusado tiene derecho a un defensor. Un abogado defensor debe defender a un acusado aún reconociendo o estando enterado que existe una alta probabilidad de su culpabilidad. La otra posibilidad es que renuncie a la defensa y la delegue a otro, pero nunca procederá contra su defendido. Por el lado acusador la cosa es diferente. Si un fiscal tiene la convicción o sabe que el acusado es inocente tiene el deber moral de revelar lo que sabe y solicitar que el proceso termine. Un fiscal que sabiendo que el acusado es inocente continúa con su acusación comete una injusticia.
Lastimosamente no es raro en nuestro país que los fiscales no tengan estos elementos en cuenta y que sólo busquen ganar los casos, aun cuando este gane implique que la justicia perdió.
Médico Psiquiatra.