Durante la cuarentena mi gran consuelo era despertarme de mi sueño depresivo (léase, dormirme a la 3:00 a.m.) porque sonaba la campana del camión de la basura. En medio de todo lo irracional del encierro me recordaba que había existido un mundo cuerdo, y que algún día volvería...Sigo esperando.
Tres semanas después que nos encerraron sonó el timbre. En mi pequeña colonia habíamos acordado no visitarnos, así que me sorprendió. Cuando abrí, estaba uno de los señores que trabajaba en la cuadrilla, quien se presentó, preguntando por el sobre de Semana Santa. Le diremos Don Manuel, porque todos los nombres de esos días se me han olvidado.
“Pero, Don Manuel”, le dije, “si no va a haber Semana Santa. No ve que nos tienen encerrados. Yo boté el sobre, porque supuse que no le tenía que dar nada”.
“Madrecita mire”, me dijo tras su mascarilla hechiza, “yo no uso el dinero para Semana Santa. Nos repartimos lo que nos dan y es un poquitillo más que nos entra. Yo estoy ahorrando para que mi hija vaya a la universidad. Es viva la cipota. Hágame la caridad”
Se la hice.
He tratado de ver este tema del Bitcoin con imparcialidad, hablando con gente que conoce de la criptomoneda y está a favor y gente que está en contra. Debo admitir que, previo a todo este debate, me parecía interesante que se utilizara en El Zonte. De todo lo que he hablado he llegado a dos conclusiones. La primera es que el Bitcoin puede ser de mucho beneficio para usted si tiene dinero extra, invierte y se queda esperando que suba. Es como una inversión de alto riesgo. La segunda es: personas como Don Manuel necesitan su sueldo completo cada mes y es una injusticia que el mínimo fluctúe. Ellos no pueden darse el lujo de arriesgar su salario.
Cuando se introdujo el dólar, allá por el 2001, yo era de las que protesté (y me tildaron de retrógrada y comunista). Y sostengo hoy lo que dije hace 20 años: el problema no fue el dólar, el problema fue que nunca se estableció un control de la canasta básica, nunca se nivelaron salarios, nunca hubo una ley secundaria que asegurara que rubros como,por ejemplo, el alquiler de inmuebles, tuvieran una conversión real de dólares a colones. Si bien el dólar nos ha salvado de una inflación galopante, sus errores de implementación también nos han hecho uno de los países más caros de Latinoamérica.
Entonces 20 años después nos imponen el Bitcoin. Con todo respeto, no se necesita ser un Nobel en economía para darse cuenta de que una moneda imaginaria hará muy poco para sanar las finanzas públicas del país. El euro (una moneda creada para la CEE) tuvo problemas por años, e Inglaterra, hasta el Brexit, jamás abandonó la libra esterlina, pues no iba a jugar con sus reservas de oro. Así que aquí tenemos a El Salvador, un país pobre, que depende de remesas, con nulas reservas de oro, endeudado hasta la nariz y acumulando más deuda cada martes, queriendo arreglar todo con una criptomoneda. El tema aquí no es ni la bancada cyan, ni los de la esquina, ni la minería, ni querer vivir en el pasado o en el presente. El problema es que la economía de un país pobre no puede basarse en una moneda irreal cuyo tipo de cambio es tan volátil que su precio varía por minuto, ni siquiera por día.
Díganme ustedes, ya fuera del tema de los cajeros, que al final es secundario.¿qué garantía le ofrece una criptomoneda a Don Manuel que su salario no va a variar de valor en el lapso que lo recibe al que lo cambia? Añadido a eso, no tiene la certeza de que no le roben el celular. Probablemente no tiene datos. Y hasta pudiera apostar que, de tener teléfono inteligente, es de los más básicos y comprado en segunda.
En un país de nula tolerancia y donde la palabra “diálogo” es inexistente, donde muchas veces los diputados parecen desconocer lo básico de lo básico de las leyes, se nos ha olvidado que las leyes deben estar sustentadas en políticas públicas. ¿Qué política pública sustenta la ley del Bitcoin? ¿Sueldos mínimos que sean acordes a la realidad del país? ¿Políticas de inversión extranjera que beneficien primariamente a empresas salvadoreñas, especialmente a la micro y pequeña empresa? ¿Políticas fiscales que garanticen que se puedan pagar pensiones dignas si el bitcoin se toma como moneda de curso legal? ¿Políticas de vivienda que creen una vivienda mínima decente? Todo esto, señores, son las deudas que muchos gobiernos han tenido con el pueblo salvadoreño. Si el Bitcoin no las salda, es simplemente seguir igual a los últimos cien años, dejen los últimos treinta. A estas alturas, es hora que ya se deje de señalar lo que no se hizo y comenzar a hacer lo que se tuvo que hacer.
La modernización de un país se mide en los índices del desarrollo humano del mismo. Si el bitcoin no mejora esos índices, si la ley no garantiza estabilidad económica, entonces no debería ser ley, al menos, no una ley primaria. Sí, estoy de acuerdo que pueda haber apertura en cuanto al uso del Bitcoin dentro del territorio nacional, pues es irreal suponer que no habrá gente dispuesta a invertir y dentro de ese contexto se podría generar un rubro interesante de ingresos. Pero tratarla como moneda de curso legal oficial cuando eso va a impedir que logremos acuerdos necesarios con el BMI y el FMI, es jugar poker con el país. Al final, la responsabilidad de todo gobierno esta en que personas como Don Manuel puedan ofrecerle a su hijos oportunidades de movilidad social-los “pobres” no pueden ser “pobres” eternamente, es inhumano y retrógrado. Una vez más, aunque me representen “los de la esquina” sugiero que se abra un diálogo constructivo basado en realidades (como la falta de conectividad, el salario mínimo, la volatilidad del Bitcoin) y se llegue a acuerdos de país. Al final, la legislación siempre debe ser para el bien común, especialmente para los sectores más necesitados de nuestra sociedad.
Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.