Los lagos también lloran. Coatepeque está sufriendo y, de forma lenta pero segura, se convertirá en un cuerpo de agua muerto si no se toma acciones concretas para rescatarlo. ¿Qué es un lago muerto? Un lugar sin peces, con agua sucia donde no se puede nadar, ni hacer turismo, ni recreación, ni actividades físicas. Un espejo de agua que refleja contaminación: así podría ser en 2041 el lago que compitió para ser la octava maravilla natural del mundo en 2013, si la población y autoridades se quedan de brazos cruzados.
Una combinación letal está dañando el lago, y según estudios del 10 de marzo 2021 del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, su calidad ya es “regular”. Semáforo en amarillo.
Cuando una persona está enferma, se hace estudios clínicos para medir qué tan grave está. Con el lago pasa lo mismo, los estudios son con muestras de agua en cinco puntos de Coatepeque, como lo explica Zulma Esperanza Mena, especialista en calidad de aguas superficiales, del Observatorio de Amenazas y Recursos Naturales, del Ministerio de Medio Ambiente.
Desde que este Observatorio nació en 2002 (solo que antes se le llamaba SNET, Sistema Nacional de Estudios Territoriales), han ido estudiando y analizando la evolución del lago. Captan y estudian el agua con muestras en Centro Obrero, Anteojos, Deslave (donde cayó un laar de lodo del Volcán Ilamatepec en 2005), Termales y Centro del lago. Y el resultado es claro: el enfermo está empeorando.
La especialista Mena explica que “las condiciones del lago no permiten que el agua pueda ser potabilizada”, por lo que las personas de las comunidades y viviendas de la zona que la consumen pueden enfermar. Si la hierven, si le echan cloro u ocupan otro método convencional para volverla potable, igualmente no se recomienda que la beban, explica la especialista.
“Tampoco se recomienda que sea utilizada para abrevadero de ganado ni para riego”, pues el agua del lago es muy alta en sales, por lo que se trata de un agua que no quita la sed, puede causar enfermedades y también secar los plantíos. “Hay arsénico, plomo y boro. Son metales pesados que pueden dañar órganos. Si la gente ingesta esta agua, puede tener problemas a mediano y largo plazo”, agrega.
Esto hasta cierto punto es normal, pues Coatepeque, al ser de origen volcánico, tiene una alta cantidad de sales; pero sus aguas también están perdiendo calidad por la contaminación que está llegando al lago, y que ha crecido en los últimos años.
Mena suspira y retrocede unas décadas en su memoria. “Todavía en los 90s, el lago era completamente transparente, bello. Si no hacemos nada, va a llegar al nivel de turbidez del Lago de Ilopango”, alerta.
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El lago de Coatepeque llora cuando recibe desperdicios de comida de restaurantes y comedores, aguas con jabón y lejía, heces, grasas y aceites de lanchas y jetskis, químicos y fertilizantes por los cultivos en las laderas, pañales y desperdicios de los ranchos de alquiler... a inicios de abril, el MARN entregó esquelas de notificación a 16 restaurantes que no tienen permisos ambientales, por ejemplo.
Como paradoja. Las personas que viven o visitan el lago, y que se ven (y verán) dañados por su contaminación, son justamente quienes más daño le están haciendo a Coatepeque. Esa es la preocupación del día a día para Alejandro Villacorta, director ejecutivo de Fundación Coatepeque.
“Si esto continúa, si no hacemos nada, vamos a llegar a un estudio de calidad de agua malo. Y eso traerá malas consecuencias, no solamente para el turismo y la pesca, sobre todo para las casi 7,000 personas que viven en la cuenca del lago”, explica Villacorta, quien dirige esta ONG que nació en 1994, y que desde noviembre de 2019 firmó un acuerdo con el MARN, para en conjunto trabajar por el lago.
De forma silenciosa pero efectiva para dañar aun más al enfermo lago, muchos de estos elementos contaminantes colocan en el lago el nutriente clave que provoca que haya tantas algas: fósforo.
“Si el agua tiene fósforo disponible, sea por descarga de aguas residuales, por basura, por aclimatamiento de las aguas y liberación de nutrientes del fondo del lago, ahí se dan los afloramientos de algas, eso hemos estado viendo los últimos años”, explica la especialista Mena.
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Tanta alga y tanta contaminación ha llevado a que sea “regular” la calidad del agua. El bonito color turquesa, que igual es una señal de alteración del lago, ya no aparece tanto y en cambio “a veces se pone verde cafesoso, que ya no le gusta tanto a la gente”, dice la profesional en recursos naturales.
No hay que esperar a 2041 para que el daño en el lago impacte en el día a día de las personas. Como lo señala la especialista Mena, en el centro del lago hay un exceso de aceites y gradas, provocado por el paso de lanchas, jetskis y otras embarcaciones. Así que “no es recomendable para que los turistas naden o hagan actividades recreativas” en dicha zona de Coatepeque.
Celebra la especialista que la turbidez en el agua aún no es grave, y que no aparece un exceso de coliformes fecales. Pero las señales que arrojan los estudios le preocupan. El llanto silencioso del lago enfermo no se detiene.
El nivel del lago de Coatepeque ha perdido siete metros en 40 años.
El 25 de marzo pasado, el MARN publicó que “en comparación con datos de las décadas de los 70 y 80, este lago pasó de medir 744 metros sobre el nivel del mar (msnm) en esa época a 737 msnm”, de acuerdo con estudios cartográficos en el lugar. Hablamos de 17.5 centímetros de pérdida de nivel cada año. El lago por ahora tiene unos 120 metros de profundidad, explicó Mena.
Acciones conjuntas para salvar el lago
Si el lago está tan enfermo, ¿cómo lo curamos? Desde 1994, Fundación Coatepeque trabaja junto a los habitantes del lugar, y con los dueños de hoteles, restaurantes y quintas privadas, para evitar más contaminación en el cuerpo de agua. Y a partir de noviembre 2019, firmaron un convenio con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), con la meta de trabajar por el mismo objetivo: sanar Coatepeque
Alejandro Villacorta, como director de la Fundación, explica que como ONG “estamos evaluando apoyar a las comunidades del lago en el manejo de los sistemas de saneamiento, de aguas residuales sobre todo. Tenemos ya dos proyectos de apoyo comunitario, para darle a las comunidades materiales de construcción, para que hagan sus pozos de infiltración, y que las aguas grises no vayan a parar directamente al lago de forma superficial”.
También están impulsando, en conjunto con Medio Ambiente, montar un sistema de tratamiento de aguas residuales integral en el lago, “que incluya a los comercios, quintas privadas y comunidades mismas. Es una inversión millonaria, pero creo que debemos comenzar ya a tener ese objetivo, porque esperamos salvar Coatepeque”, expresa Villacorta.
Hay que actuar ya, dice Villacorta, para no llegar a situaciones críticas de contaminación como en Guatemala, que ya tiene “lagos donde está muerta prácticamente la vida, no queremos que Coatepeque llegue ahí”.
Zulma Mena, como especialista del MARN, comenta que ciertamente las aguas del lago están “alteradas”, y aunque considera que “sí se puede recuperar, estamos a tiempo”, aclara que “si no se hace nada, podemos llegar a extremos como Ilopango, donde da miedo meterse al agua”.
¿Cuál es la clave? Trabajo en equipo, pero también inversión económica. Sin fondos que respalden los proyectos antes mencionados, o la inversión misma de los dueños de restaurantes, empresas y ranchos privados para construir pozos de absorción, letrinas con filtrado y demás, los desechos y aguas grises seguirán llegando al lago.
“La gente tira las aguas grises porque no hay sistemas de tratamiento. Hay que invertir en educación” también, expresa con preocupación Mena, pues no se trata solamente de hacer consciencia a las personas que viven en Coatepeque, sino también a quienes le visitan como turistas y que deben protegerlo, en lugar de ensuciarlo.
Cifras clave
400
propiedades privadas hay en el lago, y de ellas 380 tienen construcción
40
son restaurantes, hoteles u hostales. En abril, 16 de ellas fueron avisadas de que no tenían permisos ambientales.
17
quintas hay en el lago, y la mayoría de ellas son alquiladas para eventos
18
caseríos conforman la población del lugar, que ronda 7,000 habitantes permanentes