Su espíritu alegre, su espontaneidad y su lisura al expresarse la han llevado a ganarse, a mucha honra, su título de celebridad. Y es que María Luz Hernández, mejor conocida en redes sociales como la Tía María, logró convertirse de la noche a la mañana, y sin que ella lo esperara, en una persona verdaderamente famosa.
Todo este revolú en redes sociales inició hace seis años, cuando su sobrino Jorge la comenzó a grabar mientras contaba sus historias tan graciosas, algunas de las cuales estaban salpicadas de tragedia. Luego fue su cuñada Sandra Hernández quien continuó registrando y publicando las hilarantes narraciones de la tía más famosa de El Salvador. Es con ella que hoy trabaja y entretiene a sus millones “sobrinos”.
Quienes han tenido la oportunidad de ver sus videos se han dado cuenta que la Tía María, de 67 años, se expresa sin tapujos, “sin filtros”, como ella dice, soltando en cada frase por lo menos una palabra altisonante. Esa forma tan peculiar de hablar la han hecho ganar millones de admiradores, pero también muchos detractores, es decir, gente que la juzga y la recrimina por su manera de ser. Pero a este personaje tan admirado los comentarios de odio y de reproche ya no le importan; pues según ella, sus gestos expresivos y su vocabulario tan “florido” son parte de su esencia.
Lo que quizá muchos no saben es que detrás de esa apariencia dura y bullanguera aún galopan recuerdos de momentos tristes y duros que le marcaron su existencia.
Sin embargo, tras pasar momentos muy difíciles en su vida, entre ellos el suicidio de uno de sus hijos, la trágica muerte de una nieta, de vivir en carne propia el maltrato físico y sicológicos de sus exparejas, de sufrir algunos problemas de salud y tras ser víctima del racismo y la discriminación en Estados Unidos, país donde reside, la Tía María sigue sonriendo y mostrándole al mundo la mejor de sus sonrisas.
Aprovechando que este singular personaje se encuentra de visita en Intipucá, su pueblo natal y querido, elsalvador.com viajó hasta ese municipio de La Unión para conocerla de cerca y conocer algunos detalles de su vida.
¿Cómo fue su niñez?
Yo no gocé mi niñez. Éramos muy pobres. Desde los nueve años comencé a vender. Vendía pan, iba a nancear (recolectar nances) a recoger mangos para después pelarlos y venderlos. A los 12 años comencé a lavar ajeno. De todo he hecho, pero siempre honradamente. Yo le agradezco a mis padres la crianza que me dieron.
Desde niña he sido bien despierta y alegre. Cuando tenía 15 años me iba al río a lavar y decía una persona: “esa no es niña, ella es mujer por las palabrotas que dice”. Yo le dije: “No, yo estoy como Dios me echó al mundo”.
Cuando uno es pobre lo humilla todo el mundo. Nada tienes, nada vales. Por eso un día dije “voy a ir a Estados Unidos, voy a trabajar y voy a poner mi tienda”. Y Dios me lo cumplió.
Mi vida era de mucho sufrimiento, pero ahora estoy gozando.
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¿Por qué está gozando?
Porque tengo muchos sobrinos, gracias a Dios.
¿Tuvo muchos novios en su juventud?
Dos tuve. No eran de aquí (Intipucá). Siempre dije que no iba a tener novios del pueblo. Eso se me metió en la cabeza: que mi novio o mi futuro esposo o marido fuera de otra parte.
Yo siempre me cuidé. Porque cuando yo andaba de novia con el papá de mis hijos a él le decían que yo ya era “mujer”. El hombre luchó porque yo fuera de él, pero yo no fui tonta. Siempre le dije que yo no era queso seco para andar dando “la prueba”. El hombre quería hacerme su mujer, y luchó bastantes veces, pero yo no me dejé, soy tigra.
Cuando ya me fui con él y se dio cuenta que yo estaba sequita (virgen) se hincó y me pidió perdón por haber dudado de mí.
¿Usted siempre habló de esa manera tan peculiar, sin tapujos?
Yo nunca he tenido filtros en mi boca. Siempre digo la verdad. En mi niñez estuve con una mi tía que era igual a mí, ella a cualquiera les decía sus verdades.
Mi mamá me decía: “vos igualita a tu tía saliste”.
En todas las familias siempre hay alguien diferente, en la mía fui yo la diferente. Desde chiquita fui así.
¿No le acarreó problemas ser tan lisa y expresiva?
Hay gente que me ha ofendido, sobre todo en las redes sociales. Pero eso a mí no me importa. ¿Para qué? Con que hablan de los grandes artistas no digamos de mí que soy nada. Yo me siente alegre porque hay personas que de verdad me aprecian. En mi vida me he topado con gente que me ha hecho mal gesto, pero a mí no me importa. Lo que me importa es regalarles alegrías a las personas, sobre todo a las que sufren de depresión. Yo tuve un hijo que se suicidó porque tenía depresión.
Eso fue un momento muy trágico en su vida
Edenilson, se llamaba mi hijo; tenía 22 años, era el último. Él nació en Estados Unidos. Se me enfermó, tenía esquizofrenia y se me mató.
Yo he pasado duras experiencias, pero Dios me ha dado el don vivir más, de aconsejar y de darles ánimos a muchas personas con depresión.
¿Qué la hizo emigrar a Estados Unidos?
La pobreza. Hubo un momento que le dije a mi mamá que ya no aguantaba de andar lavando ajeno. Le lloré a ella para que me mandará a Estados Unidos. Mi mamá empeñó la casa y me mandó con un coyote. Yo tenía 17 años.
Logré llegar en avión a Baltimore, pero bajándome estaba cuando me agarró migración, caí presa. Yo lloraba mucho, porque mi mamá había empeñado la casa. Ese día estaba haciendo mucho frío.
Me mandaron a los ocho días a El Salvador. Después me fui mojada otra vez, logré pasar, pero al año me agarró migración. A los tres años me volví a ir; tuve que dejar a mis niños en El Salvador. Al tiempo los mandé a traer.
Luego me salieron los papeles. Hace 35 años me separé del papá de mis hijos.
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¿Y no volvió a tener marido?
Como no. Dos más. Primero con un hondureño, pero me engañó. Lo saqué de la casa. Después me junté con un mexicano, duré 15 años, pero también me engañó.
Tengo como seis años de estar sola. Así estoy bien, yo puedo agarrar para donde se me de la santa gana.
¿Y en qué trabajaba usted?
Yo siempre he vendido comida. Yo hacía tamales, horneaba, vendía comida, sodas, cervezas… a veces ganaba hasta 800 dólares. Trabajaba bastante, y no crea que me ayudaban, yo solita hacía todo. Me tocaba bien pesado. Y el hombre me güeviaba todo (el primer marido). Me golpeaba también a cada rato.
¿Fue víctima del maltrato físico?
Sí. Me golpeaba y me dejaba toda morada, me agarraba a patadas. Yo le aventaba lo que fuera. Una vez me defendí con un cuchillo. Esa fue la última vez que me golpeó.
¿Cómo comenzó en las redes sociales?
Fue hace seis años. Mi sobrino Jorge me puso en esto. Comencé en Facebook contando historias de su vida. A la gente le gustó y comenzó a seguirme. Ahora me ayuda Sandra, una mujer muy inteligente.
¿Por qué cree usted que le gusta tanto a la gente?
Porque soy natural, no ando inventado historias, yo hablo la verdad. Una persona me preguntó por qué yo andaba contando mi vida, le dije que para que la gente no fuera pend*ja.
¿Qué es lo bueno que le ha traído tanta fama?
Yo me contento porque hay mucha gente que me toma en cuenta. Hubo un tiempo que no tuve dinero, pero ahora yo sigo siendo la misma. Hay personas que se creen porque son famosos. Yo en realidad no me siento famosa. Cuando alguien me pide que me tomé fotos con ellos yo nunca se me les niego. Alguien me dijo que yo era tonta por no cobrar por las fotos, pero le dije que no lo haría. A mis sobrinos (admiradores) les agradezco por tomarme en cuenta. Así soy yo y así seguiré siendo, porque a mí no se me olvida lo que fui.
Hoy estoy gozando de mi gente, gozando que mis frijolitos los gano honradamente. Sigo trabajando, vendiendo comida, cosméticos y tengo mis entraditas cuando trabajo con marcas o empresas.
¿Ha sido discriminada por su forma de ser?
Montón de veces. A uno lo quieren ver de menos, sobre todo cuando no se tienen papeles (residencia o ciudadanía), pero yo no me dejo. Gracias a Dios ya soy ciudadana.
¿Qué es lo que más extraña de Intipucá?
Extraño todo: su gente, su comida, sus frutas, los frescos…hasta las carnes. Yo adoro a mi pueblo, a mi país lo adoro. Me regreso a Estados Unido el 23 de junio, pero tengo planeado volver en diciembre.
Sandra, su cuñada, es quien la graba, ¿cuando está en El Salvador quién le ayuda?
Estaba un muchacho que trabaja en la alcaldía, pero ya no le queda tiempo. A veces me ayuda Érika (quien le ayuda en lo quehaceres), otras veces una muchacha. Lo que me graban se lo mando a Sandra y ella después los publica.
Tía María, ¿por qué le cuesta tanto el inglés
Nunca aprendí. Solo Dios sabe. La primera vez que hice la prueba para tener la ciudadanía me poncharon. No contesté todas las preguntas, solo las que me había aprendido. Después mi hijo me enseñaba todas las noches. Me aprendí las respuestas de 20 preguntas; de corrido me las aprendí. El de migración solo me hizo seis preguntas, y las seis las contesté de corrido. Cuando el hombre me dijo que había pasado pegué un grito. Después, cuando me dieron el diploma de la ciudadanía salí bailando.
¿Cómo se siente ahora que es muy conocida?
Contenta. Dios me está recompensando por todos los golpes que he sufrido en mi vida.
A mis sobrinos de mis redes sociales le digo: ¡qué Dios los bendiga! Y es que, gracias a ellos estoy donde estoy. Les pido que me sigan viendo y que les den likes a mis videos.