Terry y Ken Slayton fueron los padres de Jaycee Lee Dugard, tuvieron una breve relación y se separaron. Terry nunca le dijo a Ken que estaba embarazada. Tiempo después empezó una relación con Carl Probyn y cuando la niña tenía 10 años se mudaron al pueblo Meyer, situado al sur de Lake Tahoe. En 1990 nació Shayba, la primera hija del matrimonio.
La pequeña Jaycee creció siendo muy tímida y apegada a su madre, la familia era feliz. Pero todo cambió el 10 de junio de 1991 cuando Terry salió a trabajar y olvidó darle el clásico beso de todas las mañanas a su hija. La pequeña salió minutos después.
Caminó hasta donde la recogía el colectivo escolar, vestía de rosado. De pronto, un vehículo gris, con una pareja al interior, se acercó a ella. La niña pensó que estaban perdidos y se acercó. El hombre bajó el vidrio y cuando la pequeña estuvo lo suficientemente cerca sacó las manos por la ventana y le disparó con una pistola paralizante. La descarga la dejó aturdida, cayó al suelo y una piña se incrustó contra su cuerpo.
Recuerda que se hizo pis, y la pareja la subió al asiento trasero del auto, la mujer se quedó con ella para mantenerla contra el piso y el hombre manejó por un tiempo.
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Carl Probyn, que estaba monitoreando a Jaycee desde la ventana del garaje, fue testigo del hecho. A la distancia vio a dos personas en un auto de mediano, posiblemente un Mercury Monarch, que se acercaron a Jaycee y llegó a ver que una mujer bajaba y la subía al vehículo que luego salió disparado haciendo un giro en U. Todo ocurrió muy cerca de la parada de ómnibus y ante la mirada atónita de otros chicos. Carl no lo pensó: se subió a su bicicleta e intentó perseguir al auto. Pedaleó con fuerza, pero le fue imposible alcanzarlo.
Cuando las investigaciones empezaron, la Policía sospechó en primer lugar de Carl porque Jaycee no era muy cercana efectivamente a él. También, entró a la lista el padre biológico de la pequeña, quien no la conocía. Probyn pasó todos los detectores de mentiras que le pusieron delante y Slayton rápidamente quedó descartado. A pesar de que la escena había sido presenciada por varios compañeros de Jaycee, que la policía tenía el modelo de auto y conocían con detalle la ropa que llevaba puesta la víctima, estaban con las manos vacías, según publicación de Infobae.
El secuestrador
Jaycee relató que después de casi tres horas llegaron a una casa, el hombre que manejaba el vehículo le tapó el rostro con una manta. El secuestrador era Phillip Greg Garrido, un hombre que con 21 años había abusado de una niña de 14 años, pero cuando se llegó el juicio ella no quiso declarar y fue absuelto por el delito.
Luego se casó con Christine Murphy, una amiga de la universidad. Todo terminó cuando ella lo acusó de maltratarla. La mujer contó que cuando le planteó el divorcio, él optó por mantenerla secuestrada. En 1976, fue capturado por el secuestro y violación de Katherine Callaway, una joven de 25 años. La violó por ocho horas en un galpón abandonado y por fortuna para la víctima, un policía notó que el candado del portón tenía estaba roto. Cuando tocó, abrió Phillip Garrido y Katherine gritó pidiendo ayuda.
Fue detenido, diagnosticado con "conducta sexual desviada y adicción a las drogas". En la corte confesó que solía ir a la puerta de colegios o escuelas y se masturbaba en su vehículo cuando miraba a las niñas salir de los centros educativos.
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En 1977 fue declarado culpable y enviado a la cárcel de Leavenworth, en Kansas. Fue sentenciado a 50 años, pero no cumplió ni un cuarto de la condena. Ahí en la cárcel conoció a Nancy Bocanegra, sobrino de otro convicto. Se hicieron novios y se casaron el 5 de octubre de 1981 en la prisión.
En 1988 Phillip obtuvo la libertad condicional, se supone era monitoreado con una tobillera con GPS y periódicamente era visitado por los oficiales.
En ningún momento las autoridades vincularon a Garrido con la desaparición de Jaycee y durante los 18 años que ella estuvo secuestrada en su casa, más de 60 veces fue visitado por agentes policiales, pero nunca entraron a la casa ni revisaron mayores detalles.
Incluso, en 2006 vecinos llamaron a las autoridades diciendo que habían visto a una niña en la casa y que no pertenecían a la familia. Un policía llegó, estuvo 30 minutos frente a la casa y no revisó nada. Para colmo el reporte que hizo el agente de libertad condicional reconocía que había visto a una chica de 12 años en la casa, pero había aceptado la explicación de Garrido de que era la hija de un hermano suyo. Nadie verificó nada. Solo con llamar al hermano de Garrido hubieran sabido que no tenía hijos.
La terrible realidad de Jaycee
Garrido era adicto a las metanfetaminas y era un fanático religioso que padecía de delirios, pues aseguraba ser "el elegido" para escuchar las voces de dioses y demonios en el mundo, también se proclamaba salvador del planeta.
No hay que olvidar que era un peligroso pederasta y esto lo sabían los psiquiatras de la prisión que lo medicaban. También su esposa tenía tendencias perversas, solía satisfacer a su marido, era su amante y cómplice en sus fechorías. Ella lo ayudaba a acercarse a las víctimas, a veces iban a los parques y él tocaba la guitarra, ella simulaba grabarlo, pero en realidad grababa a los pequeños que estaban en la zona para que él después se deleitara.
De hecho, Jaycee habría sido un "regalo" de Nancy para su esposo. Cuando llegaron a la casa donde pasaría los siguientes 18 años fue obligada a desnudarse, le preguntó si alguna vez había visto a un hombre desnudo y le mostró su pene. La obligó a que lo sujetara con su mano y luego ducharse con él.
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Jaycee estaba esposada, años después en una entrevista contó que en la primera violación, él le dijo que sería rápido y que lo mejor era que no se resistiera, sino se pondría agresivo: "Me abre las piernas con fuerza… siento como que me va a dividir en dos de tanto estirarme. Creo que eso me va a perforar el estómago", declaró.
Phillip le advirtió que no gritara y que escapar no le serviría de nada porque afuera había varios perros Doberman, muy feroces, que la atacarían si lo intentaba.
Jaycee relató que ese primer día intentó no llorar porque estaba esposada y no podría secarse las lágrimas. Toda la primera semana pasó así y el único contacto que tenía era con su abusador. Días después la trasladó a una habitación con cama y la esposó a los barrotes de la cabecera. Luego, le llevó una televisión, pero solo podía ver el canal QVC que no pasaba noticias.
Garrido se presentaba con frecuencia para violarla y contarle disparatadas historias. También le llevaba comida rápida y milkshakes. Dependía de él incluso para ir al baño… que no era un baño precisamente sino un balde. Tampoco tenía cepillo de dientes ni de pelo.
Jaycee desconocía lo que era un abuso sexual. Jamás había escuchado hablar del tema. Ahora su vida se había convertido en violaciones, abusos, amenazas y pedidos de disculpas. Era su nueva y espantosa existencia. Jaycee estaba sumida en una profunda confusión. A tal punto que, en un momento, comenzó a pensar que ya nadie se acordaba de ella y que su familia había dejado de buscarla. Ese pensamiento la angustió de una manera terrible.
Vivir en cautiverio
Un tiempo después Garrido la mudó a un espacio más grande. Le decía que los demonios y ángeles lo dejaban tenerla y que ella debía ayudarlo con sus problemas sexuales porque la sociedad lo había ignorado. Le explicó que, si ella lo hacía, él no tendría que buscar a otras chicas. Jaycee estaba así salvando a esas jóvenes desconocidas. Hoy, está convencida de que fue realmente así.
Garrido tomaba anfetaminas y obligaba a Jaycee a maquillarse y a vestirse como una prostituta. Era una esclava sexual. También la obligaba a mirar revistas y películas pornográficas y le pedía que escuchara las voces que, él decía, salían de las paredes. Para que ella no intentara ninguna tontería, él solía dejar a la vista la pistola paralizante. Cuando se enojaba la amenazaba. Le gritaba que la vendería a una gente que la iba a poner dentro de una caja. Eso la aterraba. Pero luego Garrido le pedía perdón.
El escenario era enloquecedor para una chica que solo tenía 11 años y que había vivido protegida por su familia hasta el día del secuestro. Jaycee, encerrada, devoraba televisión. En el programa ¿Quién es el jefe?, descubrió a la actriz Alyssa Milano. Decidió tomar su nombre porque sus captores no le permitían usar el suyo.
Otra de sus series favoritas era La doctora Quinn, protagonizada por Jane Seymour. Irónicamente, fue gracias a esa serie que aprendió cómo eran los partos y la crianza de los bebés. Serían lecciones vitales para la próxima etapa de su vida.
Parir a solas
El 3 de abril de 1994, Domingo de Pascua, cuando ya tenía 13 años, los Garrido le dieron por primera vez a Jaycee comida cocinada en casa y le permitieron ver otros canales de televisión. Luego le informaron que estaba embarazada, tenía cuatro meses y medio. Poco tiempo antes, Jaycee había entendido, a través de la televisión, que el sexo y la concepción estaban interrelacionados.
La primera bebé la tuvo sin ayuda de nadie, más que con lo que había visto en televisión. El 18 de agosto de 1994, con 14 años entró en trabajo de parto. Fueron horas y horas de dolor. Cuando las cosas se complicaron, apareció Garrido que introdujo su mano y se las ingenió para desenrollar el cordón del cuello de la bebé en camino.
Fue una niña, y a partir de ese momento dejó de sentirse sola, también le ayudó a mantenerse equilibrada emocional y psicológicamente, según contó a la famosa periodista Diane Sawyer que la entrevistaba para su programa de la cadena ABC, “Sentí que, a partir de entonces, no volvería a estar sola nunca más”.
Tres años después, el 13 de noviembre de 1997, nació su segunda hija a la que le puso de nombre Starlet. "En ocasiones pensaba que mientras estuviera yo allí, otras niñas estarían a salvo de los abusos de Garrido", le manifestó a Sawyer.
Cuando Nancy empezó a sentir celos de Jaycee y sus hijas, Garrido le propuso que Jaycee la llamara mamá y que Angel y Starlet también serían hijas del matrimonio. Serían, entonces, una pareja con tres hijas. Nancy compró la idea feliz.
Mientras estuvo secuestrada Jaycee jamás fue a un médico o a un dentista. Sus hijas tampoco. Y nunca, desde el secuestro, le habían permitido estar en el jardín al sol. Pero desde el nacimiento de las pequeñas Phillip suavizó un poco la reclusión de Jaycee. Abusó menos de ella, techó el patio trasero de la casa, construyó cercos más altos para que los vecinos no pudieran verlas desde la calle y les permitió que pasearan por allí. Pisar el pasto y estar al sol fue maravilloso. También empezó a enseñarles a sus hijas a leer y escribir, como podía con sus pocos conocimientos.
Phillip se sentía seguro con la cárcel que había creado para “su familia”. Con el paso del tiempo adquiría más y más confianza. Incluso empezó a organizar paseos familiares fuera de la casa. Phillip estaba convencido de que ya nadie podría reconocer a Jaycee, ya no se parecía en nada a esa foto tan difundida. Además, el régimen de miedo instalado había sido eficaz.
Cuando Phillip abrió un pequeño negocio de imprenta y fotocopias decidió que fuera Jaycee quien se encargara del diseño gráfico de las tarjetas y de las invitaciones de casamiento. Le puso una línea de teléfono, Internet y una computadora para atender a los clientes.
Jaycee recordaría de esos tiempos: "Estaba a un click de localizar a mi madre", pero no tenía la valentía para hacerlo.
La salvación
El lunes 24 de agosto de 2009, Phillip Garrido con sus hijas, Ángel y Starlet, se dirigió al campus de la Universidad de California, en Berkeley. Iban a repartir folletos con mensajes religiosos. Ahí conoció a Lisa Campbell, le contó que quería hacer una actividad religiosa en la que estaría involucrada el gobierno, pero tanto el comportamiento erradico de él, como la extraña actitud de las niñas despertó sospechas en ella.
Decidió citarlos para el día siguiente y también citó a la policía del campus Ally Jacobs. Jacobs mandó a averiguar sobre este hombre y todo saltó enseguida: Garrido era un abusador infantil que estaba en libertad provisional.
"La de 15 años se paró de una manera muy peculiar, con sus manos al frente y mirando hacia arriba. La menor, de 11 años, me miraba fijo con sus ojos azules, parecía estar indagando mi alma. Era perturbador", confesó Ally sobre lo que sintió ese día. Su intuición de policía se unió a su intuición materna: había algo que no estaba bien.
Tratando de no despertar la atención de Garrido comenzaron a preguntarle cosas superficiales a las chicas... ¿A qué colegio iban? ¿En qué grado estaban? Ellas murmuraban respuestas. Una dijo que eran educadas en su casa. Cuando a la menor le preguntaron por un golpe que tenía sobre un ojo, ella respondió que era una marca de nacimiento. Las mujeres adultas se quedaron heladas.
Garrido, mientras tanto, seguía con su cháchara desorganizada. Les ofreció un libro que había escrito titulado La revelación sobre el origen de la esquizofrenia. Y, voluntariamente, dijo que 33 años atrás había sido un violador y secuestrador, pero que ahora estaba trabajando para Dios.
Ally Jacobs llamó al encargado de la libertad condicional de Garrido. Le contó que él se movía con dos menores de edad que aseguraba eran sus hijas. El oficial encargado de monitorearlo dijo que Garrido no tenía hijos.
La llamada de Ally Jacobs impulsó que se movieran con rapidez. La policía lo citó a la comisaría para el día siguiente. Phillip Garrido no se preocupó demasiado. Sentía que tenía todo bajo control. Fue con Nancy, Jaycee, Angel y Starlet.
Los agentes les fueron preguntando sus nombres. Curiosamente el mismo Garrido fue quien habló del secuestro de una menor. Los policías desconcertados empezaron a hablar con cada una de ellas. Cuando le tocó el turno a Jaycee, ella no manifestó como siempre llamarse Alyssa sino que dijo su verdadero nombre. Confundidos los policías se lo volvieron a preguntar, pero ella no pudo repetirlo. Pidió papel y lápiz y escribió: Jaycee Dugard.
Ahí se descubrió todo, la joven que estaba con ellos era esa niña que por tanto tiempo habían visto en rótulos, escuchado en televisión o radio, pues la familia nunca había dejado de buscarla.
Inmediatamente capturaron al matrimonio y el proceso legal comenzó. El 2 de junio de 2011 Phillip Garrido fue sentenciado a 431 años de prisión; Nancy a 36 años.
Después de eso se dio el reencuentro entre la madre y la hija, la sorpresa fue que además había ganado dos nietas. Hoy Jaycee tiene 41 años, estuvo secuestrada durante 18 años, mismo tiempo en el que fue abusada de manera brutal, anulada, le fue negada su identidad, parió a solas dos hijas y se convirtió en una mujer adulta.
Ahora lamenta haber perdido tanto tiempo con su familia, el tiempo que le fue arrebatado, pero asegura que siempre se mantuvo positiva y sabía que en algún momento sería libre. Cuando volvió con su familia, empezó hacer todo lo que un día había soñado, ir a conciertos, nadar con delfines y disfrutar de la vida.
Cuenta que no guarda odio para sus captores y si en algún momento sus hijas desean visitarlo en la cárcel no se los va a impedir.