Camina descalzo. Mientras afuera, en el umbral de la puerta, lo esperan unas sandalias. Si sus pies están cómodos en la arena, también en el interior de su hogar, en ese piso acogedor que ama. Ahí, donde hay otros pies descalzos que lo acompañan en su día a día: su familia.
Dos pericos gritan en la hamaca, y se asoman una gallina, pollos, un gato, y hasta un perro que no es ni de él, pero que llega a la casa y se mete a descansar en el patio. Todo eso es parte de la vida de Elmer Robles. Un seleccionado playero que, desde hace 11 años, forma parte del equipo nacional.
Elmer Robles, el cangrejito playero que cuida vacas cuando no juega con la Selecta de Playa
Está curtido en experiencia y veteranía. Eliminatorias, torneos internacionales, mundiales, medallas, reconocimientos. Pero en el corazón de la isla San Sebastián, en Usulután, donde está su felicidad, su premio mayor son su esposa, Elsy Aparicio, los hijos de ella, Idalia y Abelardo Chavarría, y en su corazón su hijo, Jaison Robles, quien no vive con él, pero lo ama igual.
“Tuvimos un recibimiento muy bonito. Agradecidos, porque tenemos el apoyo de la afición y de la familia. La gente siempre me apoya, dice que soy el orgullo de la isla y eso me motiva”, se sincera, sentado en una silla de plástico.
“Las selecciones le temen a El Salvador, y estamos para más en un Mundial. El objetivo es superar ese cuarto lugar, luchar por estar en una final. Es un sueño”
A un costado, su pareja cocina pescado y arroz, su almuerzo, y el olor se pega en cada rincón de la casa. En ese lugar reducido, donde hay una caja con juguetes, y el espacio de atrás tapado con cortinas, donde lo comparten los cuatro con camas. Elsy, sin embargo tiene espacio para compartir, y se anima a hablar: “Muy contenta, feliz por él. Primero Dios que cuando les toque ir allá (Rusia), traigan un buen lugar, y les vaya bien. Yo grito siempre cuando echa los goles, y deseando que todo le saliera muy bien (Premundial). Emoción”. Las risas de ambos son cómplices.
Entre ganado y oficios
Es un lunes de descanso para Robles. Uno de los pocos para gozar con su gente. Después de lograr el boleto al quinto Mundial, y el título de Concacaf, los playeros merecían un retorno a casa, para volver después a la actividad.
Sin embargo, el ala de la selección asegura que siempre tiene ocupaciones por hacer. Su entorno no es solo jugar, igual es proveer alimento a su mesa, y aunque recibe un incentivo económico, no olvida que debe trabajar. Su faceta, a diferencia de sus compañeros, no es de pescador, sino en labores de campo.
“Hace unos años, me dedicaba a bajar cocos. Dejé de hacerlo porque varios se han caído y han quedado heridos o paralíticos”, recordó. “Ahora, lo que hago es dedicarme a cuidar ganado, me pagan, y de eso vamos pasando cuando no estamos en selección. Siempre que vengo vuelvo a mi rutina, a mi trabajo”, complementa.
Eso ayuda a su economía. Elmer sabe que su vida ha sido no arrugar la cara a nada. La subsistencia de la isla lo ha enseñado a ser polifacético. “A veces, me vienen a decir que vaya a traer arena o ir a ayudar a algún albañil; siempre que me buscan, voy. Nunca he dicho que no. Sé de dónde vengo y sé lo que es sufrir, siempre lo tengo presente”, recalca.
Sin duda, la fortaleza para continuar fueron sus padres, quienes emigraron pero lo forjaron un hombre responsable. “Siempre agarré sus consejos. Son ejemplos para mí y me enseñaron las cosas de Dios, les agradezco porque es el camino correcto. Ellos formaron un buen hijo, sin vicios, me enseñaron a hacer las cosas bien. Ellos son parte del éxito (de la selección)”, reconoció.
Un camino largo
Con tantos años en la Selección, Elmer siente que ha madurado. Sus recuerdos con la Playera los resume buenos. “Llegué de 19 años (tiene 30) a la selección, la juventud me quedó ahí, pero no me quejo. Lo hice por algo importante”.
Y recordó cómo la vida cambió. “Cuando empecé, me levantaba a las 2:30 de la madrugada, me iba a las 3:00 de la mañana a La Pirraya, pero a pie. No podía de otra forma, porque no me ajustaba. Llegaba a las 6:00 de la mañana, porque está largo el camino”, sostuvo.
“Una vez hasta, por salir a la carrera, llevaba el maletín vacío, sin nada. Los compañeros me prestaron”, relató, entre risas. Y añadió: “Pero siempre me esforcé tanto y al final Dios recompensó, porque tenemos una mejor vida, no así de rico, pero tenemos lo necesario. Es diferente el estilo de vida ahora de la selección, pero el mío es casi igual, es mi realidad, la que he vivido”.
“Cuido ganado. A veces, me buscan para ir a traer arena. Siempre que me buscan, voy. Nunca he dicho que no. Sé de dónde vengo y sé lo que es sufrir”
En ese sentido, su esencia no cambia, ni su entrega por la Azul de Playa. Esa que lo ha consolidado como experimentado del grupo. “He cambiado mucho, pero no por cosas materiales. El profe (Rudis Gallo) nos enseña la humildad, y eso es lo que mantengo. No he cambiado, visto igual, porque así fui y seré. Me considero una persona madura, tomar las responsabilidades, y la vida me ha enseñado mucho”, confió.
“Uno de pequeño tiene sueños, y le decía a mi mamá: ‘Un día me va a ver ahí’. Y se llegó. Logré mi sueño, y me sé mantener. Sin Dios, no habría logrado todo esto. Él sabe los planes de cada uno, yo quería fútbol once, pero me tocó ponerme la de playa y fue un éxito”, declaró.
Robles no escondió el secreto a voces de que, después de los últimos fracasos, los jugadores veteranos querían dejar la selección. Lo reconfirmó: “Teníamos en mente que hubo tres fracasos ya, y uno más no lo podíamos soportar. Algunos hablaban de retirarse si volvíamos a fracasar. Tuvimos una actitud distinta, la moral la teníamos muy baja, pero sacamos los caprichos y salimos adelante por la familia y la afición. Eso nos dio coraje”.
Ahora, el guerrero mira un retiro lejano. “El día de mañana, uno no sabe, no estaré en la selección, y debo tener algo, hay que guardar (ahorrar) porque no sabemos qué puede pasar. Pero no veo mi retiro todavía, me considero que todavía tengo para dar en la selección, pero Dios dirá. Él da la fuerza y uno pone de su parte para entregar lo mejor. Espero seguir algunos años más y que el profe así lo decida”, se sinceró.
La fe en Rusia
Como todos sus compañeros, el ala azul reconoce que la oportunidad de volver a la élite mundial es importante para ESA. Aunque está consciente de que no será fácil la Copa del Mundo en Rusia, pero la pretensión es un logro mayor que el cuarto lugar de Rávena 2011.
“Son potencias mundiales las que van, y las selecciones saben que somos guerreros, que luchamos. Es importante saber que las selecciones le temen a El Salvador, que nosotros estamos para más en un Mundial”, externó.
“El objetivo es superar ese cuarto lugar, no quedar quizás en primero, pero sí luchar por estar en una final. Es un sueño para nosotros, pero no será fácil, y vamos a luchar por eso”, expresó Elmer, ese isleño que seguirá con pies descalzos, y con entrega pura por el país.