El 1 de junio de 2019, el joven Nayib Bukele asumió la presidencia de El Salvador en medio de una simbólica ceremonia que pretendía abandonar los formalismos del pasado.
En su discurso, Bukele se comprometió con un rompimiento con el pasado.
Dos años después, es evidente que su presidencia está marcada por intentos de consolidar el poder, opacidad en el gasto público y duros ataques a sus críticos.
El rompimiento que el presidente ofreció parece no ser con las formas del pasado, sino con el mismo Nayib Bukele. Ese que antes de la presidencia sí creía en el balance de poderes, la democracia y la libertad de prensa.
Para un mandatario que ve el poder como una eterna batalla, parece ser que la más importante de todas es la de Bukele versus Bukele.
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