Tenía solo 9 años cuando decidió entrar al mundo de la danza contra todo pronóstico. No importaron los pretextos o las justificaciones para hacerla desistir de su “capricho”. Sus lágrimas fueron suficientes para convencer a su progenitora de inscribirla en la Escuela Nacional de Danza, hoy “Morena Celarié”, en 1981.
Así comenzó Gisela Siliézar su formación en danza clásica, esa que le proporcionó valores y aparejos idóneos para construir su historia.
Bajo la tutela de Margarita de Pineda, Ruth Martínez, Rina Amaya (directora de la escuela en ese entonces), Tati de Martínez y Eduardo Rogel, entre otros, la niña artista esculpió su talento.
Apasionada por la danza, superó todo tipo de obstáculos para disfrutar plenamente cada coreografía con la que fue creciendo. Se entregó al público nacional y extranjero que la vio bailar —fue parte del VII Festival Mundial de Folclor en Palma de Mallorca, España, junto con la compañía de Danza, hoy Ballet de El Salvador, y como parte de unos talleres en California, actuó en una obra neoclásica en 2005— por años.
Pero no solo vivió al máximo cada capítulo sobre las tablas, también se propuso compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones y asumió los retos que implica fundar una escuela de danza en El Salvador.
Así nació Macholah el 12 de febrero de 1996, esa segunda familia que le ha permitido constatar hasta donde las enseñanzas de un maestro trascienden en la vida de sus discípulos.
“Recuerdo que comencé la primera clase con 7 alumnas... Ese primer año que terminó, lo terminamos con 23 alumnas. Y, bueno, ese año fue muy difícil pero con mucho trabajo. Luego, gracias a Dios la población estudiantil empezó a subir, quizá como al quinto año o más. Llegamos a tener, claro antes de la pandemia, unas 200 alumnas...”, detalló la compatriota de 48 años.
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Mientras Siliézar maduraba entre zapatillas y tutús, también asumió el rol de madre tres veces. Su primogénita nació hace 27 años; Gise es la princesa del hogar. Luego completarían la familia Samuel y Dany, quienes actualmente tienen 22 y 18 años.
ARTISTA DE LA FOTOGRAFÍA
Gisela María, la mayor de los hijos de Siliézar, descubrió el arte en la escuela de danza clásica de su mamá. Sin embargo, dejó el ballet para dedicarse a aprender piano en el Centro Nacional de Artes (Cenar), antes de graduarse de Arquitectura en la Universidad José Matías Delgado. “Ahí conoció una de sus más grandes pasiones, que es la fotografía artística”, manifiesta su madre al recordar sus años en la “U”.
Pero mientras creaba a través de la lente y se ganaba el respeto de los artistas de ballet en El Salvador, descubrió la magia del Diseño de Escena. Actualmente, Gise —como cariñosamente la llaman— estudia su maestría en esta rama del diseño, en la Universidad de Carolina del Norte.
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“Esa carrera es para poder diseñar y hacer escenografías para obras, ya sea de teatro, ópera, ballet, musicales, incluso puede hacer diseños de películas, parques temáticos… pero obviamente a ella le apasiona todo lo que es de teatro...”, destacó la mamá.
La directora de Macholah también compartió el dato de que en esa maestría en la que está su hija, mucha gente aplica año tras año y en el curso al que pertenece Gise, solo dos personas fueran aceptadas: ella y una estadounidense.
FUTBOLISTA ESTRELLA
Samuel, el segundo hermano y el primer varón de esta madre artista, es un salvadoreño sumamente carismático que se da a querer con facilidad, y un talentoso futbolista convertido en estrella del soccer universitario estadounidense.
“Fue mi primer hijo en irse a estudiar a Estados Unidos, a través de una beca. Estudia en la Universidad John Brown de Arkansas. El 22 de mayo se gradúa de Psicología y ha llevado a la par su carrera en el fútbol...”, detalla la capitalina.
Samuel ha brillado desde siempre por su dominio del balón y en territorio Norteamericano se ha ganado el respeto y la admiración de los aficionados. En 2019, junto a su equipo, se coronaron campeones de conferencia. Su madre rememoró, cuando en El Salvador, su hijo fue parte de la Sub-15 a nivel nacional y de la Sub-17 del Alianza Fútbol Club.
Ahora, “él quiere dedicarse a la piscología deportiva o psicología de marketing”, resalta Siliézar.
Debido al carisma innato en él y su talento para el deporte rey, en los videos universitarios suele ser uno de los protagonistas.
EL BALLETISTA
Daniel es el menor de los tres mosqueteros de Gisela. Un joven con gran determinación, entregado al mundo de la danza clásica.
Al igual que su hermana Gise, estudió piano antes de descubrir su vocación para el ballet.
“Desde pequeño participó en las producciones de la escuela, aunque en su infancia no quiso practicar el ballet formalmente...”, aclara la madre cuscatleca.
Fue hasta el 2016, que acompañó como cámara al ballet de Macholah en un festival internacional de ballet en Nicaragua, que se percató de que ahí hay muchos balletistas talentosos a diferencia de El Salvador. De regreso en su tierra natal, tuvo la oportunidad de cursar un taller de una semana que despertó en él la pasión por la danza clásica.
Pese a que en esa época tenía sobrepeso, no dejó que esto lo desanimara en ningún momento. “Empezó con el deseo de bajar de peso. Salía a correr, hacía natación, hacía mucho ejercicio y tomaba sus clases de ballet, y comenzó a alimentarse de una forma correcta y saludable...”, recuerda la bailarina.
Luego de migrar a los Estados Unidos, al igual que sus hermanos mayores —su padre reside en esa nación—, logró sumarse a la compañía del Paso Ballet Theatre.
Y como parte del elenco, ha tenido la oportunidad de bailar junto a grandes estrellas de este género.
Este 2021, es el tercer año consecutivo que lo becan en un curso de verano intensivo en el Ballet Austin y recibió la noticia que para este año le otorgaban la beca especial destinada para apoyar a talentos emergentes por su excelencia. Pero también comenzará a estudiar en la universidad danza y teatro, en Austin, Texas.
Mientras sus tres hijos brillan en el extranjero, en El Salvador, Gisela Siliézar sigue superando obstáculos en su afán por enseñar ballet a nuevas generaciones. Entre mascarillas, distanciamiento social y alcohol gel, reabrió su escuela en 2021 y espera recuperar el alumnado que la crisis mundial le arrebató.