“Desde pequeña soñaba con llegar a un escenario para poder expresarme a través del arte”, comienza recordando Estela Ábrego, de 38 años, una artista independiente que entre curiosidad y asombro se ha robado las miradas de turistas como estatua viviente.
Su talento se conjuga en una palabra: “arte”. Desde muy pequeña, ella “soñaba despierta” que se convertía en una artista reconocida en el mundo del teatro. Pero su sueño la encumbró mucho más allá de la actuación: es directora de teatro infantil en su municipio, ha escrito obras teatrales y las ha dirigido, también ha participado en algunas películas del país, como “La Travesía”, y a través de sus personajes promueve la magia del arte inmóvil.
Su pasión por el estatuismo comenzó hace 11 años, luego de haberse graduado de la Escuela de Artes Técnicas y Oficios de la Escena de EsArtes, en el 2010. Fue ahí en donde conoció a Liliana Flamenco, de 28 años, con quien decidió formar una dupla en el 2014 para hacer estatuismo viviente.
En palabras de Ábrego, la estatua humana es un arte teatral que consiste en desarrollar a través de técnicas la concentración mental y la capacidad corporal para mantenerse inmóvil por cierta cantidad de tiempo, y hacer pequeños movimientos sin que el público los perciba.
Ambas artistas son originarias del lugar conocido como “La capital del arte”, Suchitoto, pero provienen de diferentes comunidades de la zona rural del municipio. Al momento de debutar en este mundo artístico, deciden crear el “Colectivo de Las Machalis”, que hace homenaje a Rosalía de Dolores Franco, abuela de Estela y conocida como “mama Chali”, mujer que heredó y aprendió la tradición de atención de partos de su madre, ejerciéndolo durante 58 años.
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Esa historia las llevó a ofrecer su propuesta en calles y parques, una manifestación artística que al día de hoy se ha posicionado muy bien en El Salvador.
Además, “hacerlo no es fácil, son años de esfuerzos, años de lucha, de entrega, de amor que se pueden mostrar a través de este arte”, sobre todo porque es una disciplina que exige tener gran habilidad para manejar los gestos y movimientos leves, tanto en el rostro como en las manos y pies.
Según Ábrego, tener una buena concentración es lo que caracteriza a una buena estatua, ya que hay muchas personas que se acercan a tocarla, le sonríen y hasta tratan de llamar su atención, pero ella sabe muy bien qué técnica usar para lograr el efecto de una escultura real.
A dicha técnica, la actriz le llama “la cuarta pared” y consiste en aparentar estar viendo a las personas, pero en realidad no es así, pues su mirada se pierde en la realidad “como que estuviera con los ojos cerrados”.
Pero “para llegar a hacer y representar una estatua, yo tengo que pasar un proceso de actuación, porque en ella está el enfoque de atención y concentración”, aclara.
Con respecto a la inmovilidad, asegura haber logrado estar una hora y media sin cambiar de posición, un resultado que pocos pueden llegar a obtener. Siempre trata de mover lentamente su cuello, no solamente porque es parte del estatuismo, sino también porque en un accidente de bus resultó con su columna cervical fracturada y tuvieron que ponerle alambres para sostenerle el cuello.
Por eso, en palabras de Estela, “a través de una estatua se pueden ocultar o reflejar muchas emociones para que el público las vea”.
Pese a esa dura experiencia, eso no ha sido impedimento para seguir disfrutando de lo que hace, incluso durante su estado de embarazo hizo estatuismo sin ninguna dificultad y por lo general pasa de 7 a 9 horas en las calles completamente inmóvil.
El estatuismo se considera un arte silencioso, aquí no hay palabras, ni mucho menos risas. Todo lo que se quiera reflejar se hace por medio de la vestimenta y de los imperceptibles movimientos. Las personas aprenden a interpretar las emociones de estos personajes.
Algo que tiene muy claro Liliana Flamenco, quien es la encargada de diseñar el vestuario y de convertir en una estatua humana a Estela. Ella afirma que cada traje habla de una temática o problemática de la realidad salvadoreña: “por medio del estatuismo se reflejan temas como el maltrato hacia la mujer, el derecho humano al agua, la valentía y el valor de la mujer salvadoreña”.
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Lo curioso de cada vestimenta es que Liliana los elabora con ropa de segunda mano. Al ser una diseñadora de moda, puede llegar a convertir “lo feo” en algo impresionante, moderno y glamuroso. Hay vestidos que los ha elaborado de cortinas y retazos, y los tocados con objetos que encuentra en las calles o que consigue a buen precio. Su creatividad las ha permitido ser originales en este expresión artística, ya que cada uno de los atuendos va acorde a la festividad en la que se presentan.
En uno de estos utilizó un cántaro para hacer referencia a la importancia del agua para el ser humano, en otro a los pájaros en su cabeza que simbolizan la libertad de las especies, incluyendo a las personas. Otros trajes han representado al añil, la productividad de las cosechas, como el maíz, y, por supuesto, la esencia de la mujer en sus diversas facetas.
En cuanto al maquillaje, Liliana advierte que no debe ser dañino para la piel, algo que han descubierto a través de los años, utilizando pintura de payaso mezclada con maquillaje de belleza, para dar una apariencia más natural. Fusionan el color blanco, el dorado y el azul para que la estatua tengan un impacto más real.
Para pintar las partes del cuerpo de los artistas de estatuismo, son necesarias al menos 2 horas, ya que cada trazo de pintura en la piel debe ser colocado con delicadeza.
Su talento las ha llevado a ser partícipe en varios eventos en diferentes partes del país, como al Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán, el ex Centro Nacional de Ferias y Convenciones (Cifco), teatros y municipios, como San Salvador, San Rafael Los Cedros y Chalatenango.
Las artistas destacan que “el estatuismo se ha vuelto algo atractivo para el turista, pero no se le da el valor que se le debería de dar por parte de las instituciones y del gobierno central”.
Por su parte, han logrado que muchos niños y niñas se involucren y se interesen en esta expresión cultural. El esfuerzo de Ábrego se ve reflejado en el talento de sus alumnos, ya que también imparte clases de teatro.
“Yo le he enseñado a niños que han hecho estatuismo y créame que yo me siento feliz de ir dejando legado, para que esto no desaparezca”, enfatiza Ábrego, quien también tiene un hijo de 18 años que sigue sus pasos, en el teatro y el cine.
Este arte se ha convertido en una fuente de ingreso para ambas, dinero que les sirve no solo para abastecerse de materiales, sino también para subsistir.