Los obstáculos de la agenda de renovación social

Es necesario organizarse, comprender cómo funciona el sistema para, a partir de ello, presentar propuestas formales que se basen en el marco legal salvadoreño para reformarlo.

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El zaguero Henry Romero (Izq.) controla el balón durante una práctica reciente del equipo paquidermo. Foto Cortesía Alianza F.C.

Por Armando Ávila

2021-04-10 6:36:54

Para nadie es un secreto que en El Salvador la lucha por los derechos que reclaman distintos grupos sociales enfrenta limitantes de varios tipos, entre las que se destacan la influencia de paradigmas machistas, el apego a los principios religiosos y una visión conservadora. Estos obstáculos, en combinación, hacen difícil la expansión de ideales que buscan cambiar la percepción general de la sociedad hacia personas de colectivos determinados –como las feministas, los indígenas y los LGBTQ– y la valía de sus derechos, los cuales abarcan desde el derecho sobre la tierra hasta el fortalecimiento de leyes antidiscriminación.
El camino recorrido por estos colectivos en nuestro país ha sido tortuoso desde sus inicios. En 1913, un grupo de mujeres fundó la revista Redención Feminista, la cual fue definida en varias ocasiones como un grupo de “locas analfabetas” que pedían “disparates”. Paralelamente, la comunidad indígena se enfrentaba a un proceso de mestizaje cultural en que sus lenguas, tradiciones y color de piel eran vistos como características a erradicar para lograr el desarrollo; lucha que se extendía desde un siglo antes, después del primer motín en que reclamaron sus derechos en 1811. Por otro lado, el movimiento LGBTQ no se organizaría hasta el fin de la Guerra Civil, con el colectivo lesbofeminista La Media Luna, el cual terminaría siendo desarticulado por considerarse clandestino.
Con el pasar de los años, el cáncer del machismo ha ganado notoriedad y la causa por erradicarlo ha crecido exponencialmente; aun así, los paradigmas que nacen de él siguen presentes en distintos ámbitos de la realidad. Por un lado, sus ideas limitan la identidad de un hombre a una serie de características irrompibles; por otro, asignan a la mujer funciones, características y roles que las diferencian de su contraparte masculina. Dicha forma de pensamiento se ve reflejada en la población general por medio de expresiones, opiniones y tendencias acopladas a un sistema de discriminación de individuos basado en la identidad sexual y roles de género; por ejemplo, el considerar que un hombre no puede ser detallista, la noción de que hay carreras universitarias más adecuadas a un sexo que al otro o el esperar que una chica sepa maquillarse innatamente.
Pero el machismo no es lo único arraigado en la sociedad salvadoreña. La religión es también otro factor que forma parte de toda sociedad humana, pues está en nuestra naturaleza la necesidad de buscar respuestas. Así, las ideas introducidas por el pensamiento religioso tienden a ser más difíciles de cambiar porque están basadas en la fe, es decir, en algo que no se puede comprobar. A partir de esto, se crea una visión del ser humano que se rodea de lo espiritual y evalúa la moral a partir de la Biblia u otro libro sagrado. En consecuencia, las demandas de movimientos sociales que se escapan del marco establecido por la Iglesia son rechazados, puesto que se consideran como un intento por acabar con la libertad de culto y una acción corrupta que impone a todos una ideología destructiva.
En cierta forma, podemos resumir diciendo que El Salvador tiene una sociedad tradicionalista conservadora, apegada a las normas y valores que siempre han existido, que prefiere mantener el sistema funcionando del mismo modo de siempre. Abrir espacios a grupos minoritarios o minusvalorados representa un atentado contra la tradición, pues viene a cambiar ideas con las que generaciones completas han crecido y con base en las cuales han dirigido sus vidas. Dicha postura es completamente válida, a nadie le gustaría verse en la situación de cambiar su forma de ver el mundo; sin embargo, al estar muy extendida, provoca que ciertos sectores de la población sean invisibilizados y no tengan un respaldo dentro del marco legal que les garantice el goce de sus derechos y el libre ejercicio de su libertad.
Entonces, ¿qué puede hacerse mientras tanto? La respuesta es sencilla: no detenerse. Las grandes luchas siempre han empezado por pequeñas acciones, que involucraron a pocas personas, para más tarde convertirse en los sucesos que cambiaron la historia. Es necesario organizarse, comprender cómo funciona el sistema para, a partir de ello, presentar propuestas formales que se basen en el marco legal salvadoreño para reformarlo. La sociedad completa debe involucrarse en el proceso de adaptación a los cambios que los movimientos sociales plantean sin dejar de lado la libertad de opinión, expresión y culto, pues esta es la característica básica de la democracia: el derecho a pensar libremente.

Estudiante de Ingeniería de Negocios

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)