La daga en el corazón del ángel y el lanzador

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Universidad de El Salvador. Foto EDH / Archivo.

Por Carlos Balaguer

2021-03-11 5:34:33

Luego de un tiempo de no permitírsele salir al enloquecido lanza-dagas de la jaula de leones, tiró sus puñales por la reja para que le soltaran. Era al parecer una fiera vencida. Salió de allá con las manos manchadas por la sangre azul de los felinos africanos, que al parecer eran ilusión como el mismo mundo circense. Si un león moría, también moría una gloriosa fantasía del circo. “Si bebes antes del carnaval una copa de aceite, despertarás a media noche sin borrachera, descubriendo la verdad de la traición. Así podrás vencer las fieras de tu imaginación” –habría dicho a Damus la cantora de agüeros. Al descubrir éste la infidelidad de Casio, la primera en morir fue ella, su asistente de espectáculo. Por un aparente error -cuando perdió pie en la pista- el traicionado lanzador asestó una daga en el corazón de su amada infiel. Sin embargo, al morir ella, el domador de fieras moriría también. Porque asesinando su sueño, Damus murió con él. La siguiente noche asesinaría al seductor malabar. “Anoche una fiera humana perdida entre los carromatos no dejó dormir a nadie con su demoníaco silencio -dijeron los enanos. Andaba aún sedienta de sangre. Al parecer la sangre de Casio y de los viejos leones no pudo pagar el triste precio del engaño.” (XX) <“La Máscara que Reía” de C. Balaguer>