Lo que aprendí del 28F

Estas elecciones me enseñaron que la población seguirá votando con emociones y no con razonamiento. Siempre se dice que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla; sin embargo, hasta que alguien no realice la lucha de educar más allá de Twitter, no podremos ver un panorama optimista en los años que vienen

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Gerardo Guirola, de 11 Deportivo, conduce el balón en un partido pasado. Foto EDH/Archivo.

Por Juan José Díaz Cruz

2021-03-06 7:18:54

Este domingo acudí a mi tercera elección desde que alcancé la mayoría de edad, un ritual que mis padres, amigos y conocidos también realizan con la esperanza de ver un cambio en las decisiones que debemos enfrentar como sociedad. Los resultados, a diferencia de los obtenidos históricamente desde la firma de los Acuerdos de Paz, han generado un antes y un después en la dinámica política salvadoreña, un escenario en el que el partido de las Nuevas Ideas, formado en parte por miembros provenientes de viejas costumbres y del conservadurismo, tendrán en sus manos —o, en este caso, en sus pantallas de votación— la decisión de quiénes serán los próximos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Fiscal General y otros funcionarios de segundo grado.
Las declaraciones de los líderes políticos han sido las esperadas: culpar a quienes no piensan igual que ellos y no reconocer su responsabilidad. Las opiniones de sus simpatizantes se han limitado a defender lo que es indefendible, a dividir y atacar a quienes los cuestionamos. Pero, ¿qué sucedió realmente y qué debemos aprender de ello?
Aunque a estas alturas parezca extraño, la razón por la cual ocurre el declive de partidos desgastados o nuevos no es Nayib, sino que es exclusivamente culpa de ellos mismos y del descontento generado entre la población ante la ineptitud de su gobernanza. El presidente, sus diputados y alcaldes no ganaron por sus ideas, ganaron porque la ciudadanía tenía un sentimiento de venganza que se acumuló por 30 años. La N fue el caudal que acumuló ese deseo de cambio y que envió un mensaje histórico a quienes aún cantan las consignas de “patria sí, comunismo no” o entre quienes tienen como líderes históricos a Hugo Chávez o Fidel Castro.
A pesar de mi corta edad, estoy consciente de los errores que por años se cometieron en Casa Presidencial, los actos de corrupción, la indiferencia, las discusiones en el escenario del Salón Azul y el afán de llevar gente sin preparación ni cercanía hacia las comunidades. Preguntarse en este momento qué acciones llevaron a tan malos resultados es risible, sabiendo que ellos mismos fueron sus propios detractores.
De igual forma, en estas elecciones vimos a dos partidos nuevos: uno que venía de elecciones presidenciales sin haber tenido mucho alcance y otro liderado por ex miembros de derecha que tratan de apelar al sentimiento de la juventud progresista, pero que no han hecho nada más allá de escuchar a quienes poseen un poder adquisitivo alto o son “influencers opositores de Nayib” en sus círculos sociales. Si bien es cierto que aún tienen mucho camino que recorrer, ambos deben reconocer sus errores internos si quieren sobrevivir a una tercera derrota masiva por parte del oficialismo, que, como ya es conocido por todos, no dudará al momento de usar su maquinaria estatal para desmerecerlos.
Estas elecciones me enseñaron que la población seguirá votando con emociones y no con razonamiento. Siempre se dice que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla; sin embargo, hasta que alguien no realice la lucha de educar más allá de Twitter, no podremos ver un panorama optimista en los años que vienen. De igual manera, me llevo conmigo la lección de mantener fiscalizadas las acciones de quienes asumen el primero de mayo sus funciones, de ser una ciudadanía más activa y exigente, orientada a resultados.
El 28F será un recuerdo amargo para quienes apostaban que el oficialismo no lograría su objetivo. Los partidos políticos de oposición tendrán la titánica misión de generar una renovación auténtica y profunda si quieren ganarse a los nuevos electores. Deberán abrir sus espacios a quienes por años no hemos sido escuchados e innovar en sus luchas sin basarse en declaraciones o currículum llenos de trayectoria, pero vacíos de conocimiento territorial.
Ahora, ante un panorama todavía incierto, estaré a la espera de saber qué traerá consigo el mañana. Daré mi voto de confianza a los funcionarios electos, sin dejar de lado mi derecho y deber ciudadano que mis padres y abuelos no ejercieron en su juventud: exigir, luchar y transformar.

Estudiante de Comunicaciones Integradas de Marketing, ECMH

Miembro del Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)