Aceptación

ante la muerte de un ser querido, pedimos para su familia “cristiana resignación”. El concepto de “Aceptación”, en cambio, apunta a asumir la realidad, sobre todo cuando adversa, pero sin entregarnos a otro, sin rendir las armas. Por el contrario, es seguida por el concepto de compromiso con la acción, con nuestros valores.

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Adolfo Martínez revisa si unos binoculares que encontró funcionan para comprarlos. Foto EDH/ Menly Cortez

Por Jorge A. Castrillo H.

2021-03-05 6:46:07

La vida no es estática, la realidad cambia continuamente, todo en este mundo es un continuo ir y venir entre distintas visiones que cobran protagonismo durante un tiempo para luego perder beligerancia y dar paso a nuevas posturas, en el ámbito cotidiano, o a elaboraciones teóricas novedosas, en el caso de las ciencias. Vea usted, por ejemplo, la medicina y sus dietas, la política y sus actores: lo que un día parece sólido, fundamentado y eterno al cabo de los años se desgasta, desencanta y da paso a una nueva perspectiva.
En el caso de la psicología, me he referido ya a las que fueron percibidas como revoluciones, opuestas y sucesivas en el pasado siglo XX: el psicoanálisis en los albores del siglo reinó a tal punto que todavía se siguen usando hoy sus conceptos. Irrumpió luego el conductismo, con su afán reduccionista por lo objetivo, por lo visible, lo manipulable y medible. La primera y segunda fuerzas, respectivamente. A tal punto se enfrentaban ambos que ha de haber resultado casi imposible, dentro de la disciplina, operar y pensar con la cabeza fría requerida para la ponderación académica. A mediados del siglo pasado surgió lo que se dio en llamar la Tercera Fuerza, una corriente humanista que amalgamó a varios pensadores que creían que el hombre es algo más que la caricatura que de él hacían las otras teorías, autores filosóficamente fundamentados que se negaban a entregar las riendas de la conducta humana ora a poderosos instintos invisibles a los ojos ora a la administración deliberada y controlada de reforzadores y recompensas para moldear la conducta de las personas cual si de animales de circo se tratasen. Autoestima, autorrealización, actualización, fueron conceptos elaborados por ellos. Dentro de estas formulaciones teóricas encontramos también la conocida corriente cognoscitiva (tan de la mano del desarrollo de las computadoras y programas informáticos) y su énfasis en que la realidad es mediada por el lenguaje, por nuestras ideas y pensamientos: las cosas son como son, pero son más como nosotros las percibimos, pensamos y anticipamos. Estas teorías produjeron sus propias técnicas para acercarse al ser humano de carne y hueso que buscaba sus servicios: los pacientes o clientes. Son diferentes en la forma de concebir su acción como lo son en las prácticas que se emplean durante la terapia.
Una de las terapias de tercera generación más conocidas es la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por su acrónimo en inglés), que tiene como objetivo el crear una vida rica y significativa para la persona, pero a condición de aceptar el dolor y sinsabores que inevitablemente vienen con ella. La ACT se presenta como un modelo de psicoterapia alternativo que utiliza distintas técnicas: paradojas, ejercicios experimentales, metáforas, e incluso el entrenamiento mindfulness. Tiene sus bases en la Teoría del Marco Relacional (RFT), que sostiene que el lenguaje humano, con su poder, puede crear el sufrimiento psicológico. Por eso es necesario trabajar con los significados del lenguaje, sus funciones y su relación con los eventos privados (emociones, pensamientos, recuerdos…). El autodescubrimiento y la clarificación de valores son elementos imprescindibles en este tipo de terapia, en la que debe preguntarse y cuestionarse qué clase de persona quiere ser, qué es lo verdaderamente valioso en su vida y desde qué creencias y valores actúa. Mientras que la mayoría de terapias ven el sufrimiento como algo anormal, la ACT entiende que el sufrimiento es parte de la vida misma y que así hay que aceptarlo. Por eso el acrónimo en inglés hace énfasis en que, una vez aceptado el dolor, la realidad, lo que en verdad importa es actuar en la dirección que nuestros valores nos indican.
No hay ahora espacio para seguir extendiéndonos, pero quiero llamar la atención entre la diferencia que hay entre aceptación y resignación. En esta última, el DRAE pone como primera acepción “la entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona” y como tercera acepción la que más usamos “conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades”. Por eso es que, ante la muerte de un ser querido, pedimos para su familia “cristiana resignación”.
El concepto de “Aceptación”, en cambio, apunta a asumir la realidad, sobre todo cuando adversa, pero sin entregarnos a otro, sin rendir las armas. Por el contrario, es seguida por el concepto de compromiso con la acción, con nuestros valores. No podemos cambiar la adversidad externa, pero sí podemos seguir actuando para convertirnos en la persona que nuestros valores nos dicen que queremos ser sin entregarnos resignadamente a la voluntad de otros.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com