Perdón, quise decir Investigación más Innovación.
Desde hace años, los países del Primer Mundo fortalecieron esta fórmula, clave para el éxito: I + D. Primero investigar, luego el desarrollo para, posteriormente, innovar. I + D+ I. Pero no conviene equivocarnos porque si se innova a partir de la improvisación, los resultados pueden ser catastróficos, aunque en un primer momento se hagan “cuentas alegres”. Los países en vías de desarrollo suelen cambiar la primera “I” o confundir el orden de las siglas. Como el ambiente electoral presiona el accionar de los políticos en el poder, siempre estamos a la carrera y a la “I” le agregamos, además, otro significado: “Impactar”; entonces, improvisar, más impactar relegan la investigación y, sin ella, hacemos planes para perpetuar el subdesarrollo.
En tiempos de crisis suele suceder que el activismo gana terreno, mientras la investigación profunda de los problemas va quedando relegada porque “siempre hay cosas urgentes que resolver”.
No es una tarea sencilla investigar en el campo de lo social porque si se trabaja a fondo y se arriba a soluciones diferentes a la norma establecida, se corre el riesgo de que se pierdan en el cajón de un escritorio.
En el campo educativo, en esta pandemia, se han abierto grandes oportunidades para retomar el orden lógico de esas letras: Investigar cómo aprenden hoy los estudiantes desde su hogar, según el modelo público y de acuerdo al modelo “híbrido” de algunos colegios privados. Ir y observar las escuelas y los colegios, cómo se están preparando para recibir a niños y jóvenes.
Hay muchas experiencias a nivel latinoamericano de incorporar dinámicamente a los directores de los centros escolares para buscar información de los indicadores de asistencia, matrícula, etc. Pero también de la calidad de la clase (motivación, planificación, recursos, evaluación de los aprendizajes, etc.) Armar talleres para analizar los datos, identificar indicadores. Aprender a mirar la escuela desde la escuela misma.
Urge echar a andar algo sistemático en cuanto a investigación. Es común oír en congresos y reuniones internacionales sobre educación, que países como el nuestro, vamos jugando cada cinco años echando al traste lo hecho por el gobierno anterior y en ese jueguito se botan millones de dólares. ¿no habrá una entidad capaz de investigar, organizar un plan de largo alcance y garantizar que continúen las metas a pesar de los cambios de gobierno? ¿Por qué las elecciones significan borrón y cuenta nueva?
Urge la investigación educativa y pedagógica. La primera dirigida a la relación escuela- sociedad, una mirada macro de la escuela. Mientras que la investigación pedagógica dirigida a qué se aprende, cómo se aprende, para qué se aprende, con qué medios, qué orientaciones se reciben “de arriba” y cómo se procesan. Investigadores mexicanos afirman que quién mejor para realizar esta investigación pedagógica si no los mismos maestros, orientados adecuadamente.
Les toca duro a los docentes, recibiendo llamadas a toda hora de la noche de padres que luego de salir de su trabajo en las maquilas, pasan comprando saldo, van a la casa a ayudar a sus hijos con las tareas, y sólo entonces, las envían a los docentes. ¿hemos estudiado cuánto influye la motivación o la ausencia de motivación para que un niño se mantenga en la escuela y no deserte? Hay maestros exitosos en estos días, haciendo maravillas con las plataformas virtuales; pero pasan inadvertidos.
Maestros y directores reflexionando sobre el hecho pedagógico seguro que ofrecerán insumos más certeros para sacar conclusiones que redundarán en sólidas propuestas innovadoras.
La innovación es urgente en tiempos de crisis, pero es mejor si está sustentada por una buena investigación.
Profesor, Licenciado en Letras y Maestría en Política y Evaluación educativa