Épica y suspenso, con unas pizcas de polémica en algunos tramos decisivos, aderezaron ayer la sufrida clasificación del Barcelona para una nueva final de Copa del Rey, tras remontar en casa a un Sevilla que se fue apagando de a poco hasta desplomarse en el tiempo extra.
Esta victoria de 3-0 en el Camp Nou vino del guión soñado por más de algún aficionado azulgrana: un golazo tempranero para dar esperanza, un penalti atajado por uno de los héroes culés y un cabezazo de última hora que igualó la sólida ventaja hispalense en la ida.
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Todo cimentó una ‘palomita’ de Martin Braithwaite, a los cinco minutos de la prórroga, que no dejó en discusión el dominio del Barça en casi todo el partido y que hundió anímicamente al Sevilla de cara a los 25 minutos restantes.
La clave es que el Barça siempre se la creyó. Pedri apareció de última hora como titular, tras ser dado de alta por su lesión, y colaboró con la geste que inició Ousmane Dembélé al minuto 12, con un misil desde fuera del área al ángulo derecho de Vaclík, el checo que ayer solo fue espectador de lujo bajo los tres palos del Sevilla.
Ahí, el equipo visitante aún se tenía fe y aguantó por muchos minutos. Hasta que al 73’, cuando intentó salir para liquidar la serie, encontró demasiado premio: una mano boba de Sergiño Dest en el área le dio a Lucas Ocampos la chance de poner el 1-3 en el global para los andaluces. Sin embargo, Marc Ter Stegen ahogó esa chance atrapando el remate por abajo.
El Barça se volcó y se amotinó en el área sevillista, sin frutos hasta el 90+4’ en que Piqué cabeceó entre dos defensas un centro de Messi y dejó helado a Vaclík. El Sevilla acabó de perder su espíritu entre ese gol, la expulsión por doble amarilla de Fernando y el 3-0 de Braithwaite, quien se lanzó de frente a pescar el centro de Alba.
Remontó el Barça, entre sudor y lágrimas, y ya solo espera a Levante o a Athletic para tener rival en la final del estadio La Cartuja.