La dignidad humana

Nada mejor, pues, como en esta época de elecciones de personajes que regirán los destinos de nuestra amada Patria –desde alcaldes, diputados y magistrados-, que la dignidad humana brille en los corazones y en las conciencias de quienes resulten elegidos

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La sonrisa y optimismo de Fernanda Escalante Melgar. / Foto EDH Lissette Monterrosa

Por Carlos Alberto Saz

2021-02-26 7:46:24

El lunes 1.º de septiembre de 1997, este respetable periódico me publicó un artículo intitulado “Matías Romero y la dignidad humana”. Entre otras cosas, hacía referencia a que este reconocido filósofo y educador salvadoreño nos impartió un interesante seminario sobre dignidad humana a los docentes de la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP).
Realmente, fue un evento de contenido edificante, moralizador y constructivo. Los asistentes aprendimos acerca de esa gran virtud exclusiva de los seres humanos: la dignidad.
El Diccionario de la Real Academia Española define el término ‘dignidad’ así: Del latín ‘dignitas’, ‘-atis’. 1. Cualidad de digno. 2. Excelencia, realce. 3. Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse. 4. Cargo o empleo honorífico y de autoridad. 5. En las catedrales y colegiatas, prebenda que corresponde a un oficio honorífico y preeminente, como el deanato, el arcedianato, etc. (hay tres definiciones más).
Son sinónimos de dignidad estas voces: honra, honorabilidad, pundonor, estimación, orgullo, decencia, decoro, seriedad, gravedad, nobleza, grandeza, excelencia. Y antónimos: indignidad, vileza, estulticia, corrupción.
El ponente refirió que “dignidad es la categoría que el ser humano tiene en cuanto humano, y consiste en que, sobre la base de un conjunto de dones de origen divino que le son esenciales, es merecedor de estima, de respeto y de honor”.
Jamás un ser humano –subrayó- pierde su dignidad, por muy malo que sea su proceder, aun el más vil de los humanos sigue conservando su dignidad, y, por tanto, merece respeto, aunque debe ser objeto de castigo si su conducta es mala. La dignidad puede rebajarse, pero no perderse jamás.
Sostuvo que nosotros, como individuos, somos culpables de muchas de las cosas malas e inmorales que andan por las calles, y esto se debe a que les hemos dado la espalda a ciertos temas como la moral y la dignidad; somos culpables de no entender lo que es la culpabilidad; somos culpables de no querer hablar de la voluntad y de la responsabilidad individual…a éstas las hemos diluido en la sociedad.
Queremos castigar a la sociedad, pero al individuo mismo lo hemos dejado en un segundo término, enfatizó.
Su intervención se basó en tres clases de humanismo: Filosófico o literario, Religioso y Científico. Y valorizó ese humanismo con base en literaturas de obras dignas como estas: “La incógnita del hombre”, de Alexis Carrel; “Humanismo científico contemporáneo”, de nuestro pensador ya desaparecido Víctor Manuel Pacas; “Cruzando el umbral de la esperanza”, de Juan Pablo II; y “Dios, Unión, Libertad”, del propio conferencista.
Estos cuatro libros –sostuvo- nos llevan a la ciencia, nos conducen hacia Dios, nos dirigen hacia metas de una utopía que dignifica a la persona, en un noble afán por lograr ese humanismo que se ha estancado en el trasfondo de muchos corazones humanos, por lograr el respeto que merece cualquier ser humano, por respetarle íntegramente su dignidad; respeto que está desapareciendo en la conducta montaraz de los que mancillan la dignidad humana.
Nada mejor, pues, como en esta época de elecciones de personajes que regirán los destinos de nuestra amada Patria –desde alcaldes, diputados y magistrados-, que la dignidad humana brille en los corazones y en las conciencias de quienes resulten elegidos, y así poder conducir los destinos de la nación por floridos senderos de paz, prosperidad, hermandad, solidaridad, empatía y de todo lo demás que nos unifique como auténticos hermanos salvadoreños, en aras de la justicia, la defensa de la Constitución y la democracia. Así sea.

Maestro, psicólogo, gramático.