El presidente del influyente centro de análisis Diálogo Interamericano, Michael Shifter, analiza la peligrosa espiral de autoritarismo en la que se ha embarcado El Salvador, con un gobierno de corte autoritario dominado en forma y fondo por la figura del presidente Nayib Bukele.
Como cabeza de este tanque de pensamiento que mide el pulso a la región, Shifter hace hincapié en los claros mensajes que la administración del presidente Joe Biden y buena parte del legislativo federal, tanto demócrata como algunos republicanos, han enviado al gobierno de Bukele. Y no hay duda que el engranaje de la diplomacia estadounidense ha empezado a mover piezas para el trabajo en el conocido Triángulo Norte de Centroamérica, región que sigue siendo una prioridad, pero bajo reglas del juego más claras.
Este experto, quien también es profesor de la carrera de Servicio Exterior en la prestigiosa Universidad de Georgetown en Washington, donde imparte cátedra sobre política latinoamericana, es una voz autorizada para analizar los temas de la región. Michael Shifter habla con El Diario de Hoy sobre el panorama salvadoreño visto desde Washington.
¿Qué se puede decir de El Salvador en este momento en Washington, con el nuevo escenario político ya consolidado y cuando se han desvelado las apuestas para la región?
La región en general atraviesa un momento complicado. Era difícil antes de la pandemia, pero terminó de agravarse mucho con la llegada del Covid-19; en cuanto a El Salvador, parece que hay una creciente preocupación por el gobierno del presidente Nayib Bukele. Si bien es cierto que es notable su nivel de apoyo de la gente en el país, lo que empezó con una cierta inquietud de sus tendencias más autoritarias ha crecido mucho y ahora es una posición que comparten tanto demócratas como muchos republicanos en Washington.
¿Hay algunos puntos detonantes para perfilar esta figura autoritaria?
Los hechos del 9 de febrero de 2020, con la toma de la Asamblea Legislativa con los militares, influyeron mucho en la percepción que ya se empezaba a tener de Bukele. Luego hemos visto los ataques a los medios de comunicación independientes, que muestran la poca tolerancia en un clima de cultura democrática. La percepción en Estados Unidos ha ido con más preocupación sobre las tendencias autoritarias que ha mostrado el gobierno de Bukele.
Antes que Bukele ganara las elecciones presidenciales, usted apuntó que había señales de desgaste del bipartidismo en El Salvador y que había que prestarle atención en relación con otros procesos en la región. ¿Hay alguna diferencia sustancial entre Bukele y otras democracias latinoamericanas que han tenido remecidas del sistema partidario?
Hay que definir un análisis más matizado a los argumentos de algunos analistas, que creo que se ha defendido Bukele diciendo que no se debe confundir lo que está pasando en El Salvador con otros países como Nicaragua, Venezuela y Cuba, que transitaron a dictaduras y El Salvador hoy por hoy no es una dictadura, eso es cierto; sin embargo, su comportamiento antidemocrático y contra las normas y principios del estado de derecho muestran señales preocupantes; durante todo el tiempo cuando estaban en el poder tanto ARENA como el FMLN, nunca hubo señales como las que hemos visto con Bukele, a pesar de muchas tensiones y conflictos.
El 28 de febrero se despeja la incógnita de si El Salvador tendrá una Asamblea independiente o una controlada por el Ejecutivo. ¿Cómo cree que se adecuará la administración del presidente Joe Biden a ese nuevo escenario?
Habrá que ver lo que pasa con las elecciones, pero yo creo que en cuanto a Bukele, la administración Biden ha mandado mensajes muy claros: la decisión de no recibirlo cuando vino a Washington dice mucho. Será un desafío redefinir la relación con El Salvador, obviamente es un país importante para la política de Biden en la región, pero también quedará muy claro que los temas de democracia, derechos humanos, prensa libre y combate a la corrupción ya es parte de la agenda, lo cual estuvo ausente los últimos cuatro años, con Donald Trump.
¿Qué podríamos esperar de la apuesta de Biden por el Triángulo Norte, sabiendo que estos tres países en este momento transitan por diferentes situaciones, sobre todo en cuanto a democracia?
Es una región difícil de estratificar; sin embargo, el presidente Biden tiene un claro compromiso con el Triángulo Norte de Centroamérica, algo que mostró claramente cuando fue vicepresidente. Sabemos cuánto le importa lo que está pasando ahí. Él tratará de mejorar las condiciones que están dando origen a la migración irregular hacia Estados Unidos, pero no será fácil porque las condiciones económicas y de violencia en toda la región son difíciles; van a tener que hacer compromisos e involucramiento profundo en la región. Nadie duda que se necesitará mucho tiempo, aún disponiendo de esos $4 mil millones de dólares para hacerlo.
¿Cuánto margen de acción tiene el gobierno de Estados Unidos para trabajar en la región, dado que la administración anterior invirtió mucho solo en el tema migratorio?
Estados Unidos es muy importante para Centroamérica, esos países que están enfrentando enormes desafíos y retos pueden lograr mayor cooperación con Estados Unidos; algo que podría mejorar las condiciones. En ese sentido, EE.UU. sí tiene márgenes de acción, porque los países quieren la cooperación, pero eso va surgir con una eficiencia y firmeza para desconocer gobiernos autoritarios, como no hemos visto antes, y señales como el no recibir al presidente Bukele aquí y algunos comentarios sobre Honduras, es una posición firme que busca influir en el comportamiento de los líderes y esos gobiernos.
¿Además que la región está casi atada a la potencia del norte?
Estados Unidos tiene márgenes suficientes y recursos, y la región está tan apegada a Estados Unidos en todos los términos económicos, culturales, migratorios, en todos los sentidos, no hay escape, este país es grande y fuerte y los países centroamericanos son chicos y débiles relativamente.
¿Y la influencia de China, que se ha visto como una sombra sobre la región?
Yo creo que el papel de China es una presencia permanente, primero en Sudamérica y ahora en América del Norte también, y creo que esa presencia debería ser como un estímulo para Estados Unidos a mejorar la colaboración con los países y competir con China, porque cada país ofrece cosas distintas en diferentes áreas. Así que se tienen que movilizar socios en la región para presentar una alternativa más atractiva que la china.
¿Qué tan fuerte ve usted al sector privado en la actual coyuntura salvadoreña?
El sector privado en El Salvador cumple un papel fundamental; debe tener bastante claridad sobre la importancia de la agenda social, de mejorar el sistema de salud, educación y otros servicios que no están funcionando bien; es claro que tener un gobierno más abierto y democrático conviene al sector privado porque genera condiciones de estabilidad, los gobiernos autoritarios generan muchas divisiones y choques, lo cual no es bueno para el sector privado. En El Salvador y otros países hay que buscar un pacto social, dentro del cual el sector privado juega un rol fundamental.
¿Hay alguna estimación del impacto de la pandemia en el debilitamiento democrático en la región, o todavía hay deuda al respecto?
Hay gobiernos que han aprovechado la pandemia como pretexto para controlar el poder, y siempre conviene a los gobiernos invocar una emergencia, porque esto permite medidas específicas más autoritarias para atender esa emergencia; ha habido algo de eso, la pandemia ha sido un factor de deterioro de condiciones en la región y eso ha generado descontento social también.