El estilo Y2K es la explicación a muchas de las micro tendencias de las que estamos siendo testigos últimamente. Micro tendencias que vuelven como las botas Ugg, las gorras Von Dutch, las sudaderas Juicy Couture, los jeans de cintura baja o los zapatos deportivos Skechers. La tendencia surgió a principios del actual milenio en la que se fusionaban sus maravillosos excesos estilísticos con la moda callejera de los recién abandonados años 90.
Los iconos pop de aquellos años eran los que realmente defendían y predicaban el Y2K, desde las Destiny’s Child, pasando por Christina Aguilera o Britney Spears hasta llegar a la venerada Paris Hilton, icono indeleble de aquella época. Ahora le toca el turno a una nueva generación de jóvenes dispuestos a defender uno de los estilos que más huella ha dejado en la cultura popular. Básicamente se trata de cualquier tendencia rescatada de los años 2000, esas que poco a poco están volviendo a nuestra vida convocadas por la regla que dicta que la moda vuelve cada 20 años y que es cíclica, todo eso es Y2K.
El termino Y2K (año 2000) también se refiere a lo que popularmente se conoce como el efecto 2000 o error del milenio. En el que se pensaba que las computadoras y artículos digitales dejarían de funcionar debido a una falla en sus sistemas con el cambio de año entre 1999 y 2000.
Muchas firmas de moda han traído diferentes elementos propios de principios de siglo. Prada ha recuperado sus bolsas de nylon y sus tops bandeau, Chanel coquetea con los pantalones de tiro bajo que solo le sentaban bien a Paris Hilton y las marcas de maquillaje vuelven a potenciar sus paletas de sombras de colores chillones. Algunas marcas se han volcado enteramente con esta nueva estética. El criterio de que algo te siente bien o no ha pasado a un segundo plano, eclipsado por un rigor mejor: si me gusta me lo pongo, y si llama la atención es un plus.
Hay un consenso generalizado de que los años 2000 fueron horribles para la moda. Jurábamos que no íbamos a volver a cometer ciertos errores garrafales, pero ya hemos acogido en todos los contextos prendas que objetivamente no nos estilizan demasiado. Ahora estamos empezando a explotar algo impensable: las leggins con blazer. Se han venido abajo todas nuestras nociones de lo estético y lo armónico. El nuevo paradigma fashion es el “¿a quién le importa lo que use?”
La estética Y2K no solo invade nuestro guardarropa, se filtra en nuestro ocio y el mundo digital. Nuestros perfiles en redes sociales, el resurgir de las “boy bands”, el fanatismo a lo MTV o el amor por los logotipos. Tiene mucho que ver con dejar de avergonzarnos por el consumismo, el mal gusto, el gasto de dinero en cosas descartables, casi ridículas. Dejar de renegar de nuestra faceta vulgar. Ahora queremos todas esas cosas de las que sabemos que nos arrepentiremos el año que viene, y queremos reírnos de ello con orgullo. Puede que no vayan a ser los años de la elegancia y el buen gusto, pero van a ser divertidos y diferentes.
TAMBIÉN LEE: Lili Estefan provoca tensión entre sus fans por un look en mini falda
Los principales usuarios de las redes sociales son adultos jóvenes a quienes los 2000 los encontró en plena adolescencia, por lo que existe un elemento de nostalgia fácil de explotar. La Generación Z es demasiado joven para haber experimentado el estilo de los 2000, pero bien pensado, también tienen derecho a vivir su propio esplendor de mal gusto.
El regreso del estilo Y2K se carga con espíritu despreocupado y enérgico, y nos deja ver de una manera completamente natural, que el hecho de que la moda es cíclica es más que una afirmación. Los estilos actuales son una reinterpretación de lo que antes ya existía, es por eso que no sorprende que el Y2K vuelva reencarnado de la manera más fiel posible a través de las nuevas prendas, música e imágenes.
Si retomar lo mejor del pasado parece ser la tendencia en el mundo de la moda, parece buena idea guardar las mejores prendas de hoy. Nada más magnético en la vestimenta que esos lemas que sobreviven, se reinventan, perduran, van y vienen, y nos recuerdan que si bien la moda adora el cambio, también ama lo que no pierde fuerza o relevancia.