Brenda Spencer: la adolescente que odiaba los lunes, masacró a niños y profesores de una escuela

La adolescente de 16 años desde la ventana de su habitación disparó 36 veces, 11 fueron certeros; acribilló a dos adultos e hirió de gravedad a ocho niños y un policía. Espera que en septiembre de este año le concedan la libertad condicional.

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“No me gustan los lunes. Esto me anima el día”, dijo a un periodista después de haber cometido la masacre. Foto Captura de pantalla Youtube

Por N. Hernández / Agencias

2021-01-31 12:46:52

Brenda Ann Spencer tenía 16 años cuando desde la ventana de su cuarto disparó con un rifle Ruger calibre 22 a la que  había sido su escuela primaria, Grover Cleveland, en San Diego, California.

El motivo que la llevó a disparar 36 veces dejó a todo mundo sorprendido: ella odiaba los lunes, la ponían de mal humor y la aburría.

Pero ese lunes 29 de enero de 1979 se divirtió bastante disparando a los niños y docentes del centro educativo, ella imaginó que eran patos en un lago y vacas en un campo. Ellos llegaban somnolientos y ella, la pelirroja de 16 años, los despertó con adrenalina. Les sacudió la modorra con el pum, pum, pum, pum… de su flamante rifle, según la publicación de Infobae.

Antes de ese lunes Brenda era una adolescente acomplejada y antisocial, nació el 3 de abril de 1962 en San Diego. Su familia era de escasos recursos económicos y el matrimonio terminó en un complejo divorcio. Cuando sus padres, Wallace y Dot Spencer, se separaron ella se fue a vivir con él, pese a que era un alcohólico consumado. A su madre, no la vio muchas veces más en su vida.

Pelirroja, de piel muy blanca y llena de pecas, flaca, de 1.57 m de altura y con anteojos para corregir su miopía. Brenda tenía un aspecto inocente y encarnaba a una típica joven de los años ´70. Pero ella odiaba su cuerpo. Aunque demostró tener grandes dotes para la fotografía y el arte, su perenne rebeldía la llevó a contrariar con frecuencia las normas escolares y a tener un alto ausentismo. Sus docentes la veían como una chica introvertida con problemas de aprendizaje, pero la creían vulnerable e inofensiva.

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Su piel era blanca, llena de pecas y nadie podía suponer que llevaba años alimentando la fantasía de matar, así se lo había dicho a un amigo, quería asesinar a alguien. Tenían la ambición de ser francotiradora y cazar pájaros por su barrio.

Cuando perpetúo la masacre estaba en secundaria, estudiaba en el establecimiento Patrick Henry. Acostumbraba a dormirse durante las clases y los profesores debían de despertarla. Empezó a consumir drogas y poco a poco abusó de ellas y el alcohol, esto la llevó a robar para obtener dinero y poder comprarlas. Nadie ponía atención la actitud de la bella Brenda.

La primera vez que tomó un rifle fue uno de aire comprimido de su padre, fue al colegio y desde la ventana del edificio disparó a los pájaros. Fue arrestada y los especialistas recomendaron que fuera llevada a un centro de salud mental para determinar qué le sucedía porque tenía tendencias suicidas.

El padre de Brenda se opuso porque pensó que lo ocurrido sólo había sido una travesura peligrosa, ella era demasiado insolente e indisciplinada, pero no le vio otros problemas.

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Brenda amaba la música y se pasaba horas encerrada escuchando Outlandos d’Amour, de The Police. Fue por eso que para la Navidad de 1978 le pidió a su padre Wallace que le regalara un radiograbador portátil. Quería escuchar sus canciones y grabar cassettes.

Pero la mañana de Navidad, debajo del árbol navideño, en vez de la radio había otro regalo. Algo que también deseaba: un rifle semiautomático Ruger calibre 22 con mira telescópica y con varias cajas de municiones que contenían la friolera de 500 balas.

El inconsciente Wallace había cedido a los deseos de su hija de tener un arma para cazar pájaros.

El regalo equivocado en manos equivocadas

Brenda comenzó a practicar tiro, se olvidó de la música. También leer sobre criminales famosos y masacres se volvió un pasatiempo para ella.

El lunes 29 de enero de 1979 se despertó, en la cama que compartía con su padre, dijo sentirse más aburrida que de costumbre y las risas de los niños en el colegio la enfurecieron. Estaba sola, puso música a todo volumen, se asomó por la ventana y vio que los alumnos de Grover Cleveland del barrio San Carlos, estaban por ingresar al colegio. Esperaban que el director les abriera la puerta y los dejara entrar.

Decidió que era el momento ideal, tomó su rifle semiautomático, se acomodó en el borde de la ventana, apuntó y empezó a divertirse. Brenda había practicado tiro y tenía puntería, el primer balazo golpeó en la espalda de un niño, cayó en medio de un sorpresivo estruendo que los puso en alerta.

El hecho ocurrió el lunes 29 de enero de 1979. Foto Captura de pantalla Youtube

Así siguió hasta disparar 36 veces: “Las detonaciones hicieron que Burton Wragg (53), director del colegio, intentara proteger al pequeño de 9 años que tenía a su lado, Chris Stanley. Lo cubrió y lo salvó, pero él cayó muerto. Luego fue el turno del celador y guardia, Mike Suchar (56), que corría intentando poner a salvo al resto de los alumnos. Ella lo bajó de un tiro. Quedó despatarrado y agonizó en un charco de su propia sangre, a la vista de todos”, consigna la publicación de Infobae.

Mientras lo niños caía, Brenda reía a carcajadas desde su ventana. Ese odio a los lunes se habían transformado en algo muy entretenido para ella, apuntaba y con facilidad les pegaba a los que intentaban escapar. Al primer oficial de policía que llegó a escena, Robert Robb, lo volteó con una certera bala en el cuello y lo dejó malherido.

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Para tratar de salvaguardar a los alumnos, los agentes colocaron un camión de basura en la puerta del colegio y así bloquear la trayectoria de los proyectiles, eso sirvió para acabar con el juego de Brenda. De los 36 disparos, 11 fueron certeros. Brenda acribilló a dos adultos e hirió de gravedad a ocho niños y un policía.

La captura

La casa de Brenda fue rodeada por comandos de élite SWAT, acordonaron y desalojaron los edificios vecinos. Esto ocurrió mientras Brenda hablaba por teléfono con la prensa y llamaba aleartoriamente a cualquier número.

“No me gustan los lunes. Esto me anima el día”, le dijo al periodista del San Diego Union Tribune que la entrevistó por teléfono. La frase que fue publicada haría historia.

A los mediadores de la policía les llevó seis horas negociar su entrega y que dejara de disparar. Lo irónico es que todo terminó por una hamburguesa, el hambre la hizo sucumbir, le ofrecieron una y lograron que ella saliera de la habitación.

En la casa encontraron una docena de latas de cerveza y muchas botellas de whiskey vacías. Durante esas seis horas se dice que otro periodista habló con el padre y él confesó que le había regalado el rifle con la esperanza que ella se suicidara. Después, Wallace desmintió las declaraciones y la grabación no fue encontrada.

Sin embargo, muchas, incluida Brenda, creen que esa fue la verdades intención de Wallace.

El hit musical: I don´t like mondays

Cuando era llevada por la policía, los periodistas le preguntaban cuáles eran los motivos que la habían llevado a cometer tal barbarie y ella con una sonrisa y encogida de hombros dijo: “No me gustan los lunes. No tengo ninguna razón más, sólo fue por divertirme. Me gustan el rojo y el azul de las chaquetas de los alumnos. Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí. Fue muy divertido ver a los niños fusilados”.

Bob Geldof, el talentoso cantante y compositor, estaba en el campus de la Universidad de Georgia haciendo una entrevista radial cuando vio un teletipo sobre el tiroteo protagonizado por Brenda. Al escuchar el motivo que esgrimió la detenida, automáticamente la canción nació en su cabeza: I don´t like mondays.

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En menos de un mes su banda, Boomtown Rats, sonaba conquistando al público. En el verano de 1979, en el hemisferio norte, estuvo durante cuatro semanas en el primer puesto en la lista de éxitos del Reino Unido. Su letra hacía referencia a la masacre y se convertiría en un clásico.

“Estaba pensando en ello en el camino de vuelta al hotel y me dije ‘un chip de silicio dentro de su cabeza se sobrecargó’ (‘Silicon chip inside her head had switched to overload’, es una de las frases de la canción). Lo escribí. Los periodistas que la entrevistaban le decían ‘¿Dime por qué?’ (‘Tell me why?’, es el estribillo del hit que compuso). Era un acto sin sentido. Era el acto sin sentido perfecto y esa era la razón sin sentido perfecta para hacerlo. Así que pude escribir la canción sin sentido perfecta para ilustrarlo. No fue un intento de explotar la tragedia”, explicó el autor para defenderse de las acusaciones que sostenían que había querido lucrar con la masacre.

Tiempo después, en una entrevista, Geldof dijo, mostrando un poco de arrepentimiento: “Ella me escribió diciendo que estaba contenta de haberlo hecho porque yo la había hecho famosa. Eso no es algo lindo con lo que vivir…”.

La familia de Spencer intentó evitar que el disco se editara en los Estados Unidos, pero no pudo. La canción siguió a su ritmo durante la década del 80. Aunque, por un tiempo prudencial, las emisoras de radio de San Diego se abstuvieron de ponerla por respeto a las víctimas. Años más tarde fue reversionada por Bon Jovi. Hoy ya es un clásico del rock de esos años.

Brenda ha intentado cinco veces obtener la libertad condicional, pero ha sido negada. En septiembre de este año tiene una audiencia con la misma petición. Foto Captura de pantalla Youtube

No fue la única repercusión mediática de las acciones de Brenda. Películas, documentales y libros se alimentaron vorazmente con su historia.

¿Posibilidad de quedar en libertad? 

Brenda Spencer fue juzgada y sentenciada como mayor de edad. Se declaró culpable de dos cargos de asesinato y asalto con un arma mortal.

Richard Sachs, el fiscal de San Diego, la describió como una joven con una gran “incapacidad para lidiar con el estrés y una inclinación desmesurada a actuar con ira”.

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Los psiquiatras, por su parte, le diagnosticaron una lesión en el lóbulo temporal del cerebro. Se descubrió que un accidente que había tenido de pequeña en bicicleta le había dejado ese daño cerebral. Sus explosiones de furia podían ser secuelas.

En la cárcel también le diagnosticaron problemas epilépticos y depresión, por ello fue medicada.

Al declarar Brenda aseguró que ella le había pedido a su padre “una radio y me compró un arma”. Cuando le preguntaron por qué creía que su padre había hecho eso, respondió acusadora: “Sentí que él quería que yo me suicidara”.

Un amigo de Brenda declaró que ella ya había planeado la matanza porque una semana antes de ese terrible lunes le había dicho que iba hacer “algo grande para salir en televisión” y lo logró.

Ella fue la primera de una serie de masacres ocurridas en los colegios de los Estados Unidos.

Un día después de cumplir los 18 años, el 4 de abril de 1980, Brenda Spencer fue condenada a cadena perpetua. Tendrían que pasar 25 años antes de que ella pudiera pedir la libertad condicional. Desde que pudo hacerlo, y hasta el presente, lo hizo en unas cinco ocasiones. Siempre se la negaron.

En cada audiencia donde pidió ser liberada bajo palabra dijo cosas que fueron falsas. La primera aseguró que ella esperaba que la policía le disparara porque había consumido alcohol y drogas en el momento del crimen. Los resultados de los estudios, que le habían realizado al ser detenida, contradecían sus dichos.

En 2001, acusó a su padre de haberle propinado palizas y de haberla abusado sexualmente. Wallace lo negó y ella terminó admitiendo que las acusaciones no eran ciertas. En 2005, también rechazaron su pedido: la razón fue un incidente por una autolesión un par de años antes. En 2009, dispusieron que no podría volverla a pedir hasta el 2019. Llegado ese año se estableció que la próxima audiencia fuera en septiembre de 2021.

A 42 años de aquel día, con 58 cumplidos, continúa en prisión en la Institución Penitenciaria de Mujeres de Chino, en California.

De aquella pelirroja desgarbada con cara inocente, no queda casi nada. Pero todavía los jueces la consideran un peligro para la sociedad.