“Europa tiene un nuevo amigo”

Las relaciones turbias de los cuatro últimos años contribuyeron a complejizar la situación interna de la Unión Europea

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Foto EDH / Archivo

Por Pascal Drouhaud

2021-01-23 9:18:08

Estas fueron las palabras de la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, pocas horas antes de la toma de posesión del 46° Presidente de los Estados Unidos, Joe R. Biden, llamando a la construcción de “un pacto fundador transatlántico”. Es decir, cuánto se esperaba un cambio en Washington que dejara abiertas nuevas relaciones, más pacíficas que las de los últimos años. Las relaciones turbias de los cuatro últimos años contribuyeron a complejizar la situación interna de la Unión Europea: la salida de Gran Bretaña con su famoso Brexit, “los escépticos” europeos que se vieron animados en denunciar el sistema europeo, la desvalorización de unos dirigentes europeos tal y como le pasó a la propia canciller alemana, Angela Merkel, tantos ejemplos que ilustraron esta estrategia que produjo unos resultados. Obviamente hubo mayores tensiones y se fortaleció la industria de defensa y, por ende, el concepto de “independencia europea”: unos países miembros de la Unión Europea prefirieron comprar aviones de combates norteamericanos F35 en lugar de aviones producidos por países europeos y por la misma industria aeronáutica local como el “Euro fighter typhoon”, reforzando una dependencia a la defensa norte americana estando en el corazón de Europa. Y a la vez, Europa tuvo que asumir esta realidad, definiendo un plan estratégico para los próximos años: ¿hacia dónde quiere ir y cómo? Es lo que anima el “Pacto Europeo” que puede servir en renovar la relación con Washington.
Cuando la Presidenta de la Comisión Europea afirmo que “los Estados Unidos están de vuelta y Europa está dispuesta en reconectarse con un antiguo socio de confianza para dar una nueva vida o nuestra alianza”, hace referencia a esta alianza atlántica, en el realismo económico en el cual vivimos. Revela a la vez la complejidad de esta relación: competencia económica y tecnológica como lo demuestra el potencial espacial de cada uno. Pero subraya la complementaridad en materia de seguridad y defensa.
Esta actualidad permite recordar la densidad de esta relación: los Estados Unidos fueron unos actores esenciales a partir de 1941, para la Liberación de Europa. Cuando a partir de 1947, la rivalidad entre los Estados Unidos y la ex-URSS se concretizó con la constitución de los que Winston Churchill llamó “la Cortina de Hierro”, los Estados Unidos pusieron en marcha el Plan Marshall que permitió la reconstrucción de la parte occidental de Europa. Levantándose de sus cenizas, Europa empezó a partir de 1957 con la firma del Tratado de Roma, en organizarse para volver como un espacio de libre comercio. A través de los años se expandió, contando hoy en día 27 miembros.
El tema ahora consiste en definir los nuevos retos de Europa, que volvió como el primer espacio comercial en el mundo y siendo en unos sectores de actividad un rival económico de los Estados Unidos.
El eje central de la contradicción europea estriba en su dimensión política: siendo gigante económico y comercial queda enano políticamente, con un perfil bajo en materia de visibilidad internacional y de defensa. ¿Quién no sabe que Europa es el primer cooperador en materia de desarrollo en Centro América desde los años 1980, tanto como en una parte de Medio Oriente? La diversidad de sus miembros en la unidad del espacio comercial no llegó a crear un espacio federal tan coherente políticamente, como lo son los Estados Unidos. Sin duda, Donald Trump aprovechó estas fallas para intentar dividir a los miembros de la Unión Europea, actuando lógicamente, en favor del concepto “America first” sin ver que se debilitaban ellos mismos en su flanco occidental europeo.
Las tensiones de agosto y septiembre de 2020 entre Francia, con Grecia, frente a Turquía ilustran esta situación: todos son miembros de la Alianza del Atlántico Norte (OTAN), que exige solidaridad interna. Pero el belicismo turco de estos últimos meses obligó a los europeos a reforzar sus sistemas de defensa y prevención contra Ankara.
Se pueden multiplicar los ejemplos de una relación frontal entre Europa y Washington: impuestos sobre productos europeos y específicamente franceses por un lado, impuestos sobre los GAFAS por otro lado, diferencias sobre las sanciones contra Irán, tarifas aduaneras. Estos pasaron de 3.5% a 7% durante la presidencia de Donald Trump, afirmando un interés renovado por el espacio indo-asiático.
Los europeos sufrieron de los frenos de Donald Trump hacia el multilateralismo ilustrado por la salida de los acuerdos de París sobre el medio ambiente o de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Frente a este contexto internacional contemporáneo, Europa lanzó un llamado a un “pacto fundador” adoptado por sus 27 miembros a finales de 2020 y que tiene varios pilares: la lucha contra el cambio climático, la cooperación multilateral, la reconstrucción de las economías, la lucha contra la COVID- 19, la transformación numérica y la cooperación para la seguridad y paz.
Estas orientaciones revelan cuanto los europeos aprendieron de los últimos años, entendiendo que a pesar de todo y del cambio político en Washington, son ellos mismos quienes deben promover sus propios intereses. Esta conciencia, en una alianza con Washington, anima el concepto de “la autonomía estratégica” que permite a Europa volverse más autónoma en un medio ambiente internacional que vuelve siempre más evolutivo e incierto.

Politólogo francés y presidente de LATFRAN.