“Este es un día para conmemorar, pero es un día un poco triste porque se nos va un gran amigo de nuestro país”, dijo la noche del lunes 18 de enero el presidente de la República, Nayib Bukele.
Acto seguido, le entregó al embajador de Estados Unidos, cuyo cargo termina hoy, la Orden Nacional José Matías Delgado en el grado de Cruz de Plata, la máxima condecoración que puede otorgar el ramo Ejecutivo.
Asimismo, el presidente inventó una nueva orden, la Francisco Morazán, y el primero en recibirla fue el mismo Johnson por su servicio al país.
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Durante su cargo como diplomático estadounidense, el embajador buscó apoyos clave al país, particularmente en el contexto de la pandemia, donde gestionó importantes donaciones de equipos de protección personal, ventiladores y pruebas.
Sin embargo, a lo largo de su gestión, y más allá de su cercanía con el país, Ronald Johnson mostró una amistad casi incondicional con el presidente de la República y eso no siempre fue compatible con los intereses y la salud democrática de El Salvador.
Cuando el Departamento de Estado emplazó al gobierno de Bukele por debilitar instituciones democráticas y atacar medios críticos, Johnson se limitó a decir que ambos gobiernos eran amigos y los amigos “no siempre están de acuerdo en todos los temas”.
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Ante señalamientos de golpes a la libertad de prensa, el embajador dijo sentirse “motivado” porque no hay periodistas encarcelados ni medios cerrados. Poco dijo sobre el acoso constante a periodistas, los insultos del presidente, la instrumentalización de instituciones para intimidar medios y el uso político de la pauta.
Esta conducta es consistente con la política exterior de Trump, dispuesta a dejar pasar abusos con tal de que sus aliados se sumaran a sus proyectos, así estos fueran violatorios de derechos humanos.
El lunes Nayib Bukele dijo adiós a un embajador y a “su” amigo. Es posible que el sucesor de Johnson sea menos indolente ante sus abusos.