El fútbol salvadoreño, que volvió en octubre del año pasado, había hecho una apuesta muy fuerte en su reanudación: permitir público en los estadios con un 30% del aforo, a contramano de lo que se hacía en la mayoría de las ligas del mundo, inclusive en las más importantes.
El foco estaba puesto en las medidas de bioseguridad para protagonistas y espectadores. Tenía mis serias dudas sobre esta decisión pero el resultado les dio la razón: un comportamiento ejemplar de los aficionados en los escenarios en las primeras dos fase. Y un solo lunar: un partido tuvo que ser suspendido en el entretiempo (Firpo vs Águila) por el no cumplimiento de estas medidas.
FOTOS: Afición a la altura, pero en multitud en el Barraza para el Águila – Firpo
Pero todo lo bueno que se había realizado en estas fases iniciales pareció esfumarse en los cuartos de final. En la mayoría de los estadios no se cumplieron las medidas, el distanciamiento brilló por su ausencia y se vieron sectores de gradas abarrotados de gente. Quizás la excepción la marcó el sector popular de Águila, en el Barraza.
Aquí vale una aclaración: desde la jornada 10 de la segunda fase, la Fesfut se decidió dejar sin efecto la figura del Comisario para las medidas de bioseguridad, con el argumento de que “no se disponía de un instrumento vigente para respaldar las actividades”.
Entonces se trasladó la responsabilidad del control a los equipos que actuaran de local, sobre todo en la conservación del distanciamiento social. Y se valorarían sanciones, de acuerdo al informe presentado por los árbitros.
Ojo a las semifinales para evitar problemas. De más está decir que el duelo Alianza – FAS se llevará todas las miradas. Que sea en paz, claro. Y con distancias en las gradas.