Demagogia, populismo, democracia

Platón, en la República, caracteriza a los demagogos como sofistas que están atentos únicamente a los gustos y deseos de las muchedumbres, dice que son personajes que “lo único que enseñan es precisamente las opiniones de la masa misma; sentires que son expresados cuando se reúnen colectivamente, y es esto a lo que llaman saber…”

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Por Carlos Mayora Re

2021-01-15 7:41:29

Se podría decir que, en principio, todo el mundo sabe el significado de la palabra democracia: el poder del pueblo, o el gobierno del pueblo.
Sin embargo, es menos conocido, que ante la imposibilidad física de que todo el pueblo gobierne, las sociedades han ido desarrollando mecanismos como la representación del “demos” por medio de Congresos y Asambleas, creando instituciones como pesos y contrapesos para evitar la concentración de poder en una persona, estableciendo la separación de las funciones del Estado en tres Poderes, determinando la designación de cargos por elección directa y por elección secundaria, fomentando el respeto de un marco general de derecho: las Constituciones políticas, etc.
El significado original del término populismo, paradójicamente, no es tan sabido, y con frecuencia hay quienes se refieren con él a aquellos gobernantes que quieren “quedar bien” con la gente, con el pueblo; o los que gobiernan para el pueblo, sin intermediarios. Sin embargo, su significado —al igual que el de la democracia— es bastante más amplio.
Así, el populismo se referiría a aquellos partidos, ideologías o políticos que apelan directamente al pueblo, rechazando cualquier representatividad que pueda mediar entre quien gobierna y los ciudadanos. Si uno quiere tener un indicador claro para reconocer un populista, basta fijarse en cómo se relaciona con la Constitución: en primer lugar, le viene sobrando; y en segundo, cuando sabe que es imposible prescindir de ella, la adapta a su modo de gobernar.
La traza del populismo en la historia es fácilmente identificable, pues ya desde antiguo se tenía conocimiento de esa corrupción de la democracia que los pensadores clásicos llamaron demagogia. El término no tiene connotaciones peyorativas, pues etimológicamente significa guiar al pueblo, conducir a la gente. Sin embargo, más pronto que tarde, pierde su connotación neutral y se empieza a nombrar con él a aquellos políticos que de manera burda busca los consensos fáciles entre la gente, para gobernar a partir dichos acuerdos.
Platón, en la República, caracteriza a los demagogos como sofistas que están atentos únicamente a los gustos y deseos de las muchedumbres, dice que son personajes que “lo único que enseñan es precisamente las opiniones de la masa misma; sentires que son expresados cuando se reúnen colectivamente, y es esto a lo que llaman saber…”. También en la República aclara a qué se refiere con el término “masa”: el grupo de ciudadanos que, obligados a desempeñar trabajos manuales para vivir, no tienen la posibilidad de cultivar la mente y resultan, por ende, particularmente vulnerables a las falsas promesas de los demagogos.
Un demagogo que se precie deberá, por tanto, descender al nivel de comprensión de las grandes mayorías, simplificar los mensajes, adaptarse al lenguaje y gusto de la gente.
Refiriéndose a Cleón —el demagogo por antonomasia en la literatura griega— Aristóteles escribe que en el foro “se pone a gritar y a injuriar desde la tribuna, y arengar al pueblo poniéndose un delantal, mientras que todos los demás oradores hablan y visten en modo adecuado”. Este hombre que se presenta en la asamblea en ropa de trabajo, y se dirige a la masa alejándose de la compostura del orador tradicional, debe haber hecho, en aquel entonces, un efecto parecido al de los hodiernos populistas, que logran que la gente crea que de verdad los toma en cuenta, que lucha contra los “enemigos” del pueblo, que él es diferente… cuando en realidad todo es postura y actuación, pues en último término lo que verdaderamente importa al demagogo es su persona.
Como no hay nada nuevo bajo el sol, también hoy día los demagogos-populistas, al igual que la crítica que Aristófanes hace de Cleón: “no esconden, sino al contrario exhiben su trivialidad, ignorancia, bajeza moral, y así consiguen ser premiados por el pueblo que los aclama, ya que en él se reconoce y en él ve legitimados sus propios defectos”.

Ingeniero/@carlosmayorare