Un terremoto sacudió a El Salvador a las 11:33 de la mañana del 13 de enero de 2001. Su magnitud fue de 7.6. Uno de los lugares más afectados fue la colonia Las Colinas, en Santa Tecla. Un alud de tierra, que se desprendió de la cordillera El Bálsamo, soterró 200 viviendas y mató a 500 personas, casi la mitad de la totalidad de muertos en todo el país.
Hoy se cumplen 20 años de la tragedia mientras los habitantes de Las Colinas viven con normalidad el día a día. Milena Bahamón tiene 13 años de vivir junto a su familia dos pasajes después de donde ocurrió el deslave, donde el alud de tierra no logró cubrir las casas. Ahora, Bahamón hace memoria de cuando en el 2008 su madre compró la casa.
“Creíamos que Santa Tecla era una buena opción para vivir, por su ubicación y que económicamente fuera accesible para nosotros como familia y estaba cerca de San Salvador”, relató Milena.
Recuerda cómo muchos familiares y amigos cuestionaban la compra la casa por lo sucedido seis años atrás en ese lugar “Antes era más frecuente que cuando decíamos donde vivimos la gente se extrañaba o asustaban porque creían que era un lugar inhabitable”.
“La gente asocia cuando decidimos Las Colinas a la destrucción que ocasionó la cordillera, pero en realidad hoy por hoy es un lugar tranquilo, eso sí, cuando tiembla somos a los primeros que los que amigos y familiares nos hablan para saber cómo estamos, pero en realidad como pasaje estamos muy en contacto y creo que de lo último que se habla es de los estragos del terremoto”.
“Quizás como nosotros no vivíamos acá no me da tanto miedo porque no hago esa relación, no como otros vecinos que solo de recordar se ponen a llorar. Yo sé la historia porque he leído y he escuchado relatos de los vecinos, pero no tengo esa conexión con la tragedia”.
Milena asegura que después de 13 años ve su hogar y no ve una necesidad de mudarse, es más, asegura que la zona se ha ido poblando con más negocios y el lugar es muy transitado.
Jazmín Flores tenía diez años y recuerda cómo esa mañana rogó a sus padres para que la llevaran a ella y su hermano al banco y así fueron todos en familia a hacer los trámites. En la casa no quedó nadie. Jazmín vive justo a la par donde pasó el alud de tierra. Su casa sufrió daños en la cochera y un cuarto de la segunda planta.
Al regresar del banco, y encontrarse con la tragedia, no dimensionaba mucho lo sucedido. “Recuerdo haber visto cómo acomodan los cuerpos de los vecinos de las casas de enfrente. Eso me quedó guardado en la mente y la verdad, aunque no comprendía, tuve miedo. Cuando fui creciendo fui entendiendo todo”.
Jazmín y su familia no habitaron la vivienda por dos años hasta que decidieron regresar debido a los saqueos que se daban en las casas abandonadas. Y así se convirtió de nuevo en su hogar. No podían abandonarlo así por así.
“Es un buen lugar para vivir y si hubiera acá una casa a la venta, no dudaría en comprarla. Es un lugar muy accesible, seguro y la directiva ha gestionado trabajos de mitigación para que no vuelva a pasar un desastre”.
Jazmín asegura que después de 20 años no se puede seguir estigmatizando a su comunidad. “Poco a poco las casas han ido subiendo de precio. Antes eran bien baratas. Hay más comercio, los bancos han agilizado trámites para préstamos para vivienda”.
Ella tiene confianza en que los trabajos de mitigación colina arriba son una garantía de seguridad para que la montaña no vuelva a venirse abajo. “Peligro corremos en cualquier lugar de este país y creo que la vida debe continuar, así como la vegetación ha nacido de nuevo, así igual nuestras vidas”.
En el 2006 Guillermo Ayala tuvo la oportunidad de comprar una casa en Santa Tecla, una casa que estaba en total abandono. Los anteriores dueños la habían dejado por estar a unos metros por donde pasó el alud y el banco la estaba rematando.
Su hija Alexandra sabía de la tragedia porque una tía vivía cerca de Las Colinas. “Gracias a Dios a ellos no les pasó nada. Le contaron a mi papá que estaban vendiendo esta casa y fue así como nos venimos desde Sensuntepeque a vivir acá”.
Varias casas quedaron abandonadas tras el terremoto, pero encontraron nuevos dueños que las compraron. “Siempre queda el miedo. Cuando tiembla o llueve no podemos dejar de pensar en que vuelva a pasar”, añade Nelson Ayala, hermano de Alexandra.
Guillermo tuvo que comprarla en un solo pago porque nadie le prestaba dinero. La percepción de inseguridad ha pasado con los años. “Con la naturaleza nunca podemos estar seguros, pero sí creo que los trabajos de mitigación funcionan”.
Para Alejandro Flores, quien fue por más de 20 años presidente de la asociación de vecinos de Las Colinas, asegura que no existe ningún informe técnico que diga que los vecinos corren riesgo por habitar en la zona. “Acá es un lugar seguro, claro, el riesgo jamás va llegar a ser cero porque como en todos lados eso es imposible. Hoy parece un lugar estable, pero en realidad no hay un estudio que lo certifique y tampoco voluntad política de hacerlo”.
“Si bien es cierto la OPAMSS presentó un estudio con base a lo que sucedió en aquel entonces, después jamás nadie ha venido. Solo están las obras de mitigación que se han hecho y que seguiremos exigiendo que se hagan para que no se vuelva a repetir el 13 de enero del 2001” añade.
Así se vive en Las Colinas, el lugar ícono de la tragedia del terremoto del 2001