“El ecuestre está conformado por dos animales, el que está abajo y el de arriba, puede fallar tanto uno como el otro, por eso este deporte es tan impredecible”, así define don Francisco “Paco” Espinoza al deporte que ha practicado y enseñado por 60 años, el que le ha dado todo en su vida, tanto que se le conoce como el fundador del ecuestre en El Salvador. Pero su historia no ha sido fácil: sus comienzos fueron humildes, tuvo que hacer sacrificios y como él afirma “con la bendición de Dios” salió adelante y ha ayudado a miles de personas en toda su trayectoria.
Francisco Espinoza nace en Sonsonate, en Nahuilingo y es el quinto hijo de catorce hermanos en una familia humilde. Su niñez la vive en una hacienda, su papá trabajaba ahí y todos sus hermanos eran administradores de las parcelas de la finca, don Paco comienza a trabajar en el campo desde muy pequeño. Pero a los catorce años ingresó al Regimiento de Caballería y ahí fue que comenzó a trabajar con los caballos. No se imaginó que esa sería su gran pasión que le daría tantas alegrías en el futuro.
El ecuestres salvadoreño volvió a la vida con una fecha de lujo de campeonato nacional
Estando en caballería fue seleccionado de entre 141 soldados como delegado con otros cuatro soldados a traer 61 caballos que regalaba el Presidente de México al Presidente salvadoreño, José María Lemus, y un caballo de esos fue entregado a Coralia de Lemus, primera dama de El Salvador en esa época.
Estando en México por tres meses le enseñan la disciplina de ecuestre con todas las reglas, aquí en el país ya había montado caballos, pero allá le enseñaron todas las disciplinas en las que están: jaripeo, salto, polo, adiestramiento, pruebas completas, etc.
Después de regresar del país azteca, fue nombrado como el encargado del total de equinos en caballería; era el jefe de un grupo de 30 soldados. Ahí inició su amor por los caballos, todo lo que hacía le salía bien y sus superiores estaban contentos con su trabajo de adiestramiento.
Después tuvo una presentación donde iba a llegar el Presidente de la República a ver la caballada, y ahí don Paco se lució en la demostración sobre los caballos tanto que el presidente lo mandó a llamar para darle una beca de estudio en el extranjero, pero no llenó los requisitos de estudio y no se pudo ir. Esto fue una decepción para él y a los 18 años se da de baja del Regimiento de Caballería.
Al salir de ahí admite que no encontraba qué hacer, amaba los caballos y el ecuestre pero estaba en un momento difícil. Enrique Álvarez Córdoba, Ministro de Agricultura en ese entonces, lo vio lucirse en la competencia que le hizo al presidente y le ofreció trabajo.
Al principio, don Espinoza estaba indeciso pero al final aceptó después de que su hermano lo convenciera. Trabajó con don Enrique en El Cafetalón de Santa Tecla, el hipódromo en esa época. Estuvo en polo y carrera de caballos pero no había lo que le gustaba, la equitación y el salto. Aún así Don Paco hizo dos caballos estando ahí y los dos fueron campeones, pero sólo trabajó por un año.
Primera Escuela de Ecuestre
Después de esa experiencia lo llamó Arturo Meza y lo contrata la familia Meza, con ellos comienza su carrera como entrenador y como jinete. Don Paco trabajó con don Arturo por 27 años, ahí empezó a enseñar el ecuestre y pudo hacer los mejores caballos que ha dado nuestro país, además de viajar por el mundo en varias competencias. En México ganó la Copa del Gobernador entrenando a la esposa de Meza, Anabel Tinoco de Meza, quien ganó cuatro primeros lugares.
Con los años Don Paco se independiza de la familia Meza para cumplir su sueño de tener una escuela de ecuestre. El sueño de Espinoza siempre fue que el ecuestre no debía de ser un deporte elitista, sino que debía de ser un deporte abierto para todos. Don Espinoza siempre tuvo muy claro que la equitación forja carácter y disciplina en quien lo practica, y que la disciplina es lo que se necesita para ser exitoso y triunfar en la vida.
En el tiempo de la guerra formó su primera escuela de ecuestre que se llamó Cuscatlán. Todos los que montaban caballos emigraron para Estados Unidos por el conflicto armado, entonces Don Paco comienza a juntar a la gente que quedó en el país y decide abrir la ‘Equitación’ con la ayuda del gerente de la feria internacional.
En el tiempo que no había feria le alquilaron el picadero donde se hacían los jaripeos y él comienza allí su escuela. Años más tarde consigue un terreno en la Cima y forma la escuela ‘Altamira’ que llegó a ser la escuela de equitación más grande del país.
Con los jinetes que formó ahí y con los que ya había formado antes comienza a viajar por el mundo como entrenador y ganó una gran cantidad de campeonatos de la Federación de Ecuestre Internacional, entre ellos la Copa de la princesa Ana, en Venezuela, donde tuvo el privilegio de ser invitado a almorzar con la princesa Ana de Inglaterra. Fue a los Panamericanos de Canadá, Puerto Rico, República Dominicana, Estados Unidos, México y otros países de América del Sur.
También asistió a varias copas mundiales en Europa. Hasta este punto don Paco tiene un récord impecable en la Federación Ecuestre Internacional. Recibió un reconocimiento como de los mejores entrenadores de parte de esa Federación con ayuda del COES.
Lastimosamente le expropiaron el terreno que a él le había costado tanto sacrificio y destruyeron la escuela. Pero no se dio por vencido por seguir practicando el deporte que tanto ama y se mueve al centro ecuestre San Andrés.
Actualmente sigue trabajando a sus 78 años, todavía monta los caballos, y sigue haciendo jinetes. Vive en un pequeño apartamento en el rincón del Rancho Navarra, junto a sus caballos porque siempre ha vivido con ellos. Se levanta a las 3 de la mañana a darles de comer y sigue haciendo caballos. Todavía el año pasado, en diciembre, llevó 5 jinetes a una competencia y cuatro quedaron campeones, el quinto no lo ganó porque el caballo se le lastimó.
Hace dos años los doctores creyeron que don Paco ya no iba a poder caminar por una hernia en la columna que le paralizó las piernas, pero gracias a Dios ha salido adelante y sigue caminando. Don Paco Espinoza se esforzó al máximo sin recursos y aspiró a cosas grandes y las logró en su vida gracias al deporte. “Aún hoy cuando voy a una competencia y veo a mi jinete, a mi se me quitan los dolores, se me quita el hambre, esta es mi vida y lo será siempre”, concluyó Espinoza, la leyenda viviente del ecuestre salvadoreño.