El descalabro del partido Republicano es una malísima noticia para Donald Trump, que en cuatro años pasó de ser un factor de disrupción en la política de su país a ser un presidente que sale humillado y corresponsable de las derrotas de su partido.
Pero las consecuencias políticas del resultado electoral en Estados Unidos no solo se extienden a lo meramente doméstico. Fuera del país, y particularmente hacia El Salvador, la administración Trump mostró un estilo transaccional en el que incluso avaló abusos de poder a cambio de cooperación con su agenda migratoria.
Uno de los senadores que más se opuso a esta práctica y las palmadas en la espalda de la gestión Trump a Nayib Bukele fue Patrick Leahy, veterano representante de Vermont y quien ha firmado múltiples cartas emplazando al gobierno salvadoreño por sus abusos.
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Con la mayoría demócrata en el Senado, Leahy pasaría de la vicepresidencia a la presidencia del comité de Apropiaciones, a cargo de asignar fondos al Estado, incluyendo dinero de la cooperación.
Sin su firma, no se puede otorgar un solo dólar a un programa doméstico o a un país amigo.
Es decir, una persona consciente de los abusos de poder en El Salvador ha ascendido a ser el guardián de los fondos públicos y pensará dos veces antes de avalar que Washington legitime una gestión que se ha llenado de abusos de poder y se acerca peligrosamente al autoritarismo.