Dientes de oro: Una tendencia antigua que sigue vigente en las sonrisas salvadoreñas
El uso de los dientes de oro en El Salvador tuvo su popularidad entre los años 30 y 60. Una de las razones por las que se utilizaba el oro en la odontología era porque el material se podía moldear con facilidad y se adaptaba a la forma de una pieza dental. Algunos optaban por este procedimiento después de perder dientes, otros, los más aventureros, aseguran que lo hacían por seguir la tendencia.
Por Jonatan Funes
2021-01-03 12:47:25
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Manuel de Jesús Ruiz es un comerciante de 56 años. Dice ser afortunado porque cuando tenía 15 años una mujer, con la que tenía una relación, le pagó 600 colones a un odontólogo para que colocara dos piezas dentales de oro. Ruiz tuvo un accidente lo que provocó que perdiera sus dientes, pero al poco tiempo ya andaba con sus piezas dentales de oro. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Don Raúl, tiene 63 años, y a sus 18 se mandó a poner un puente fijo de oro blanco en un laboratorio de San Salvador. Dice que perdió sus dientes, pero no recuerda muy bien cómo. El trabajo que le realizaron en ese entonces le quedó en perfectas condiciones porque no ha tenido necesidad de volver al odontólogo. Foto EDH/ Jonatan Funes
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José Alberto Alvarenga, de 73, dice que lo suyo es por pura necesidad. Vive en Dulce Nombre de María, en Chalatenango, y viajó hasta Apopa por sus piezas dentales hechas de oro blanco. Las que anda en la actualidad le costaron $90 dólares. Foto EDH/ Jonatan Funes
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José de Jesús Ramos vive en el cantón Belén de Ciudad Barios, San Miguel. Se dedica a la agricultura, un trabajo que lo hace ganar $6 diarios. Foto EDH/ Jonatan Funes
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José Carlos Alemán, de 47 años. Cuenta con seis piezas dentales de oro y recuerda que tuvo que ahorrar hasta 150 colones para obtenerlas. Siempre se ha dedicado a la agricultura y fue a los 18 años que él decidió colocarse dientes de oro porque las mujeres lo admiraban cada vez que intercambiaban palabras con él. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Lito Santos Cardoza, de 73 años, posee 4 coronas y dos dientes bañados en oro. En su juventud se le cayeron las piezas dentales y como pudo reunió 75 colones para sonreír de nuevo, pero en esta ocasión con el brillo del oro. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Mauricio Cáceres, de 39 años de edad. Es socorrista voluntario y recuerda que cuando tenía 14 años quería que su sonrisa brillara. Tomó una cadena de oro de 14 quilates y un pedazo de pulsera que le habían regalado y fue donde un odontólogo para que le trabajara las piezas dentales con base a oro. “Me llamó la atención, siempre miraba que algunas mujeres les gustaba entonces no perdí tiempo, además en aquel entonces estaba de moda. Me puse corona de oro blanco sobre el diente propio, dejando un diente por medio, porque los lugares que yo comencé a frecuentar miraba que el hombre tenía que andar dos dientes de oro y la mujer uno, eran buenos tiempos”, comenta. Foto EDH/ Jonatan Funes
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María Patricia Mendoza, de 52 años, dice que lo suyo fue por travesura por andar a la “moda”. En 1999 decide quitarse sus dientes originales y colocarse los de oro. No se arrepiente porque le hicieron un buen trabajo. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Virgilio Santos, de 59, recuerda que cuando tenía 18 años se quedó sin dientes frontales debido a que tuvo un accidente. La necesidad de tener su sonrisa y el no poder costear el precio decidió comprar un cerdito para criarlo, ya grande lo vendió a 135 colones y viajó a Santa Rita, Chalatenango al odontólogo para que le recuperara la sonrisa con una placa y en ésta un diente de oro, ese trabajo le costó 125 colones. “La Dentadura y el pelo tiene una gran presencia”, comenta. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Moises Rivera Martínez, de 67 años, cambió sus piezas dentales por unas de oro cuando tenía 16. Dice que fue un lujo que se podía dar en ese entonces, recuerda que lo que le costó fueron 40 colones. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Andrés Leiva, de 70 años. Él invirtió $300 dólares en su placa parcial bañada en oro amarillo. Trabaja de albañil y lo suyo fue por necesidad, comenta. Foto EDH/ Jonatan Funes
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Tomas Meléndez Ayala, de 91 años, sonríe para dejar de ver sus dientes de oro. Recuerda que se le cayó una pieza y que no le gustaba sonreír con el “tremendo espacio en la boca”. Se vio en la necesidad de ponerse un diente de oro. Es conocido de un odontólogo por lo que el trabajo no le salió tan caro. Foto EDH/ Jonatan Funes