Al dolor profundo que causa la muerte de una madre, esposa, hermana, amiga, ahora se suma la indignación por las circunstancias en que transcurrieron los últimos días y la muerte de Ángela Carranza de Salazar, técnico de farmacia del hospital público de Ahuachapán.
Angelita, como le decían quienes la conocieron, murió dos días después de recibir el alta médica en el Hospital El Salvador, pese a que aún tenía dificultades para respirar.
Pero, según explicaron en el hospital a la familia, las dos pruebas de COVID-19 que le hicieron habían dado negativo, narró el hijo mayor de Angelita, fallecida a los 65 años de edad.
El 1 de diciembre pasado, la profesional de farmacia fue ingresada pues comenzó a sentirse mal de salud y a tener dificultades para respirar; por lo que a la medianoche, el hijo mayor la llevó al hospital público Francisco Menéndez, en Ahuachapán, donde le atendieron sus compañeros de trabajo.
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Debido a su condición, Angelita fue remitida al hospital del Seguro Social, en Santa Ana; pero ahí solo estuvo ingresada algunas horas. De ahí fue remitida a la capital, al Hospital El Salvador, narró el hijo.
Ahí fue tratada durante varios días. El 10 de diciembre, la familia fue notificada de que ella tenía el alta médica.
“Me dijeron (en el Hospital El Salvador) que ya tenía las dos pruebas COVID negativas, que la placa ya no tenía neumonía, y vino aquí y solo entrar a la casa se tiró en el suelo, me dijo que no podía respirar”, relató el mayor de sus tres hijos, Ronnie Alexander Salazar Carranza.
Esa noche del jueves 10, doña Ángela la pasó con graves dificultades respiratoria en su casa.
“El jueves que yo la fui a traer, nomás bajándose del carro ella se desplomó completamente en el piso. Hasta el día viernes la llevé yo al hospital (de Ahuachapán), fue al día siguiente porque ya casi jueves en la noche venimos del Hospital El Salvador”, narró el familiar.
En el hospital ahuachapaneco estuvo ingresada el viernes y falleció el sábado, tras un paro cardiorespiratorio, explicó el hijo.
Ahora la familia cuestiona que en el Hospital El Salvador les dijeron que tenía “dos pruebas COVID que dijeron que estaban negativas y que ya no tenía neumonía y que estaba bien … Que se haga justicia, queremos saber la verdad”, demandó el hijo.mendez
Más indignación
Tras el duro golpe, un mensaje de Whatsapp ha profundizado más el dolor de la familia.
Este lunes, a media mañana, cayó a uno de los celulares de la familia el siguiente mensaje : “queremos conocer las opiniones y sugerencias de nuestros pacientes de alta, para lo cual le enviaremos la contraseña para la encuesta”.
La encuesta se llama: “Percepción de la población usuaria sobre la calidad de atención en salud ofrecida”.
De Salazar tenía más de tres décadas de laborar en el Hospital Francisco Menéndez, donde cultivó múltiples amistades.
El día que su féretro fue sacado del lugar donde laboró por décadas, los compañeros la despidieron entre aplausos y lágrimas.
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Una patrulla anunció el paso del cortejo fúnebre, el ataúd iba luego en el carro de la funeraria, atrás le siguieron algunos familiares, viajando en vehículos.
El silencio del domingo, la tranquilidad de la larga calle al cementerio, fue roto por la sirena de la patrulla.
Quienes sabían quien iba ahí no pudieron evitar llorar la partida de Angelita, una mujer con un carácter definido y sonrisa agradable.
Ella es la tercera trabajadora de dicho hospital que falleció producto de COVID-19 desde que inició la pandemia. El médico internista José Arístides Ramos Vega falleció el 26 de junio producto de la misma enfermedad.
Mientras que la subjefa de enfermería del mismo centro asistencial, Margoth Esperanza Solís de Hernández, falleció el jueves de la semana pasada en el Hospital El Salvador, tras luchar diez días contra el virus.