La humildad es uno de los valores morales que dignifican a la persona. Quien la practica es el individuo humilde, sin pretensiones, sin orgullo, sin caer en la soberbia.
Muchos grandes hombres de la historia han sido humildes. Entre nosotros lo han sido personajes de la cultura salvadoreña como Alberto Masferrer, Francisco Gavidia y Arturo Ambrogi, entre otros.
Se cuenta una anécdota de Masferrer, quien unos días después de regresar de Amberes, Bélgica, como embajador de El Salvador de ese país europeo, una tarde se fue a descansar a uno de los asientos de la Plaza Morazán, en San Salvador, cuando lo sorprendió un agente municipal, quien le dijo: “Señor, señor, circule, circule, por favor”, pues lo consideró sospechoso. El gran maestro Masferrer le obedeció, se levantó del asiento y pronto se retiró sin decir una palabra.
Ser humilde significa ser obediente, sensato, juicioso, comprensivo. Lo contrario a la humildad es la soberbia.
El Diccionario enciclopédico a color, de la editorial OCÉANO, Edición del milenio, 2001, define el término ‘humildad’ como voz femenina que significa “Ausencia completa de orgullo. Virtud cristiana contrapuesta al orgullo”.
Y, como sabemos, lo opuesto a la humildad es el orgullo, la soberbia. Entre nosotros existen funcionarios de Gobierno orgullosos, pedantes, altaneros; existen militares altaneros, abogados altaneros, policías soberbios, diputados soberbios, y otros individuos que jamás practican ese hermoso valor moral llamado humildad.
“Un siglo atrás, los mayores peligros que nos acechaban procedían de agentes externos: los microbios, las inundaciones, el hombre, algún lobo al cruzar el bosque por la noche. Hoy en día los mayores peligros -la guerra, la inanición, surgen de nuestros propios sentimientos y motivaciones: la codicia y la enemistad, la negligencia y la soberbia, el narcisismo y el nacionalismo. En el pasado, el estudio de los valores pudo haber sido fundamental tema de preocupación y reflexión personal para decidir la mejor forma de llevar adelante una ‘vida decente’ ” ( libro “La cuestión de los valores humanos”, por Hunter Lewis, Editorial Gedisa, Barcelona, España, 1998).
Practiquemos, pues, en nuestras relaciones con los otros, ese hermoso principio llamado humildad. Seamos humildes, sensatos, comprensivos, y así nos sentiremos dichosos de vivir, porque la humildad nos da fuerzas, nos motiva, nos engrandece, nos humaniza.
Recordemos que humildad es modestia, reserva, docilidad, pureza, servidumbre, fineza, resignación, pobreza, misericordia.
“Misericordia. Sustantivo femenino que significa compasión, piedad, compadecimiento. La misericordia es una virtud así descrita: ‘Aficiona e inclina el ánimo para que se duela y compadezca de los trabajos y miserias ajenos”. Era ya voz latina compuesta de ‘miseria’ (calamidad, desgracia, infortunio, pesadumbre) + ‘cor’, ‘cordis’, (corazón). Por esta razón la ‘misericordia’ es el ‘dolor del corazón’ (cuando observamos las desgracias ajenas) y pedimos dolor de corazón, misericordia, cuando las sufrimos nosotros). Como curiosidad, la ‘misericordia’ también era un tipo de puñal con el que solía rematar a los heridos” (Calles Vales, José. Origen de las palabras estrafalarias. Editorial LIBSA, Madrid, España, 2002).
Maestro, psicólogo, gramático