Hablar de Teti Gómez es describir a una milenial salvadoreña más, procedente de una familia modesta y luchadora. Fue una colegial como todas, una universitaria soñadora, una joven idealista. Lo que la hace extraordinaria es que llegó a ser piloto comercial, sobrevivir a un aparatoso accidente aéreo en Costa Rica, graduarse en Estados Unidos como Ingeniera Aeroespacial tras liderar proyectos patrocinados por la NASA, construir una familia y residir ahora en Europa.
En el momento que quiera puede pilotear un avión ella misma y venir a traer a su familia en El Salvador para llevarla de paseo.
Todo esto no fue fácil. Implicó una vida de esfuerzo, de tristezas y alegrías, de incredulidad de otros, pero también de sueños y aspiraciones ¡Sin límites!, como se titula el libro de sus memorias que acaba de publicar.
Pero, como ella dice, más que un ejercicio de orgullo y amor propio, es un esfuerzo para conectarse con los salvadoreños de cualquier edad para que luchen por superarse sin límites, probar la inmensidad de sus capacidades y no conocer imposibles cuando de desarrollarse ellos, sus familias y El Salvador se trate.
Sus reminiscencias recogen su infancia, su paso por el colegio María Auxiliadora, sus vivencias de la guerra de los años 80 y los terremotos, su incorporación a la aviación comercial, el gane de una beca Fantel a la Excelencia Académica para estudiar en la Universidad de Arizona, el apoyo que tuvo de personas como el astronauta Don Pettit y la fatídica experiencia de estrellarse con su avión saliendo del aeropuerto Juan Santamaría, de San José, Costa Rica, y resultar casi ilesa junto a su compañero de vuelo, en 2001.
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“Teti Gómez es una salvadoreña orgullosa de serlo y orgullosa de haber nacido en la familia en que nací”, declaró la profesional en entrevista con El Diario de Hoy. Sus memorias tratan de “una niña que ha mirado siempre la vida con mucho optimismo y acumulado éxitos profesionales, pero sobre todo continúo conociéndome a mí misma y disfrutando de este paso por la vida”, agrega.
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De niña y adolescente su pasión fue observar el firmamento, las estrellas y soñar con surcarlos un día. Su nombre es el mismo de una galaxia y de una de las lunas de Saturno.
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“Para quienes se detienen por los imposibles, yo soy el vivo ejemplo de que no hay límites para cuando alguien se lo propone y cuando tenemos la convicción de que Dios está de nuestra parte, nada puede estar en contra”, dice con emoción.
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“Gracias a Dios y lo que me enseñaron mis papás, en la vida no hay límites”, recalca.
Influye mucho en las personas la niñez que tuvieron y el ambiente en que crecieron, pero cuando alguien tiene la convicción, independientemente de las circunstancias, puede lograr sus metas, explica. “Siempre hay oportunidades, todo depende del entorno de tu mente y tu visión, que tu pensamiento genere actividades y oportunidades a tu alrededor… cuando el enfoque cambia y se abre una ventanita de oportunidad en la mente, ese es el primer paso para visualizar ese gran sueño que uno tiene y comenzar a construirlo, saliéndose del ciclo del pesimismo, de lo negativo y la desesperanza”.
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Teti recuerda cómo sobrevivió a la guerra de los 80 y los terremotos como cualquier salvadoreño y que no fue fácil. “Todos hemos sido creados con herramientas para labrar nuestras felicidad, no para ser infelices”, subraya con convicción.
“Cuando uno comienza a ver la vida con oportunidades, las oportunidades comienzan a ponerse enfrente de uno”, enfatiza. “Para todos hay oportunidades en la vida”.
Para Teti, la familia es clave para infundir en los hijos el sentimiento de que las posibilidades están allí y sólo hay que ir por ellas.
“Uno siempre debe poner su parte. Mi papá nos decía: ‘Dios hace casi todo, nosotros hacemos casi nada, pero si nosotros no hacemos el casi nada, Dios no puede completar el casi todo, aunque para Él no hay nada imposible”, reseña la profesional de la ciencia y el espacio.
“Yo no dejaba que mi visión se bloqueara sólo porque había nacido en un país pequeño y pobre… Yo soñaba con volar, con ser astronauta, llegar a las estrellas, pero nunca pensaba que todo eso era imposible”, remembra.
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Teti está convencida de que Dios tiene grandes planes para ella, sobre todo al pensar que estuvo a punto de morir al caer el avión que pilotaba en 2001. ¿Por qué persistir en la aviación pese a esta experiencia? Era su pasión y, como les dijo a sus padres, “si muero haciendo lo que me gusta, volar, moriría feliz”. Y casi llegó ese momento…
“Soy ciudadana del mundo, no me limito a un lugar y espero ser inspiración para los demás, contribuir a la juventud de El Salvador”, enfatizó.
“Mi deseo es que los salvadoreños abran su mente y que piensen que siempre hay posibilidades, que todos somos ciudadanos del mundo y el mundo está abierto para todos”, dice.
En lo personal, sus retos continúan, entre ellos escribir más libros y llegar a volar con propulsores en sus brazos y espalda.
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