Los primeros pasos para un mejor El Salvador

Nuestro país sigue en crisis y, si no tomamos en serio la educación de sus ciudadanos, no debería sorprendernos que la mayoría de la población sea indiferente cuando se le hable de cuestiones tan delicadas para el futuro del país como una reforma constitucional

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Foto EDH / Archivo

Por Carlos Andrés Pastrana Salazar

2020-11-18 6:01:40

Estamos viviendo tiempos difíciles con la pandemia, el confinamiento, los problemas económicos, las continuas luchas políticas y sociales y la incertidumbre de no saber a dónde se está dirigiendo nuestro país. Las próximas elecciones serán decisivas para El Salvador, independientemente de los resultados, pues se sabrá si por fin los políticos decidirán trabajar para el pueblo o para sus propios intereses. La intención de este artículo no es inducir a votar por alguna formación política, sino invitar a la reflexión sobre lo que considero deberían ser los primeros pasos a tomar para mejorar el país.
Es bien sabido que la historia nos ayuda a aprender de los errores de otros para no cometerlos y El Salvador tiene mucho que aprender. Me dispondré a contar brevemente la experiencia de un país que tuvo problemas muy similares al nuestro: había sufrido guerra, mucha pobreza, educación deficiente, corrupción e inestabilidad política. En esos momentos de incertidumbre, los políticos decidieron hacer dos importantes cambios: primero, apartaron sus diferencias y se unieron para encontrar soluciones a sus problemas implementado las medidas que más les ayudaran; y, segundo, invirtieron mucho en la educación de las personas con el objetivo de que consiguieran trabajo lo más rápido posible. De esta manera, en unas cuantas décadas, este país pasó de tener muchos problemas a ser la cuarta economía del mundo y el corazón de la industria europea. Este país es Alemania.
Sin entrar en detalles, quiero hacer énfasis en esos dos cambios: unión y educación. Ni un solo gobierno en la breve historia democrática que tiene nuestro país ha intentado trabajar en conjunto con todas las fracciones ideológicas. Todavía nos hace falta ese sentimiento de unión y cooperación para mejorar el país. Admiramos a los países nórdicos como Noruega o a los asiáticos como Corea del Sur, pero no vemos que primero decidieron apartar sus diferencias y buscar un fin común. Y, con esto, no me refiero a estar bajo una misma religión, ideología o presidente, sino bajo la concepción de querer un mejor país.
Para reforzar la idea anterior tomaré otro ejemplo histórico. Suecia, en los Años Sesenta, decidió experimentar con medidas socialistas y, al comprobar sus fortalezas y debilidades, los gobiernos siguientes —más de derecha— no solo implementaron sus reformas liberales, sino que también se dispusieron a mejorar las de sus antecesores. Esto fue debido a que su preocupación no estaba en demostrarle a otros ciudadanos qué ideología o política era mejor, sino en cómo crear un lugar en donde todos sus ciudadanos vivieran bien. Ahora Suecia es uno de los países mejor educados, más prósperos e inclusivos del mundo.
El Salvador no solo necesita que su población sea consciente de que uniéndose podrá cambiar el país, sino también que la misma debe estar educada para realizar el cambio. La mejor inversión para nuestro país es la gente, ya que es su recurso más valioso e importante. Durante las últimas décadas no se han logrado grandes cambios en materia de educación. Según datos de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), del 2014 al 2019, la tasa de inasistencia escolar aumentó del 70.4% al 73.9% y la principal razón es que a la población no le interesa estudiar y/o necesita trabajar. Además, el poco porcentaje que se mantiene en la escuela pasa reprobando o, tarde o temprano, deciden abandonar los estudios en educación media.
Se necesita que la población recupere la confianza en la educación y hacer énfasis en la evaluación y capacitación de los profesores en áreas como computación y uso de tecnologías. Así se podrán evitar problemas como los que ocurrieron durante este confinamiento, en el que ni los jóvenes ni los maestros podían manejar Google Classroom ni incluso usar una computadora.
El mes pasado, el gobierno lanzó su plan de presupuesto declarando que $1,320.4 millones serán destinados a educación, un gasto que crece al 5 % del PIB. Aunque la suma de dinero que se utilizará en este rubro es considerable, hay que tener en cuenta que lo importante no es solo la cantidad, sino cómo será administrada. Ya se han dado casos en gobiernos anteriores donde se piden grandes préstamos y aumentos de presupuesto, pero no se evidencia que se hayan utilizado eficientemente.
Nuestro país sigue en crisis y, si no tomamos en serio la educación de sus ciudadanos, no debería sorprendernos que la mayoría de la población sea indiferente cuando se le hable de cuestiones tan delicadas para el futuro del país como una reforma constitucional, la separación de poderes o la libertad de prensa. La unión y la educación no son el antídoto para los problemas del país, sino el medio por el cual se pueden crear soluciones eficientes para que El Salvador pueda salir adelante.

Miembro del Club de Opinión Política Estudiantil (COPE), ESEN