Uno de los mejores goles del “Fenómeno” Ronaldo Luís Nazário de Lima llegó entre varios grados bajo cero. Algunos hablan de la asistencia de Iván Zamorano, otros hablan del espantoso terreno de juego, otros hablan arbitraje escocés de Hugh Dallas, pero casi nadie, salvo los rusos, comentan sobre el durísimo equipo al que enfrentó Ronaldo Nazário aquel día.
Hablar del Spartak Moskva (Spartak de Moscú) en los años noventa era prácticamente hablar del fútbol ruso, eran sinónimos. El conjunto rojo de la capital soviética en su momento fue un auténtico monstruo, un contrincante muy difícil de batir en el gigantesco país. Bueno, esa solidez, rocosidad, era dada por los elementos que jugaban a su favor, y no por un recinto específico donde el Spartak se hiciese invencible.
Jugar contra el equipo ruso en competencias europeas era muy complejo, y peor aún en los primeros meses del año en donde el invierno es más crudo. Para que se hagan un panorama, en los años noventa ni el Barcelona, Real Madrid, Liverpool o Ajax pudieron vencer al Spartak en Moscú. Claramente por torneos continentales.
Quienes lograron la victoria a domicilio en la ahora capital rusa, no solo demostraron calidad e hidalguía, sino que dejaron claro unos ánimos extraordinarios para ganar el torneo continental en turno.
El Marsella, por ejemplo, venció al Spartak y logró llegar a la final en la Champions 90-91. El PSG también consiguió vencer a los rusos en la mencionada copa edición 1994-1995, los parisinos lograron llegar hasta semifinales donde fueron apeados por el Milan, subcampeón a la postre.
Pero hubo un equipo demostró que ganar en Moscú al Spartak era reto reservado para campeones: el Inter de Milán, dirigido por Luigi Simoni.
La escuadra italiana iba con la misión de conquistar Moscú, un empate sabría a victoria, pero la idea de un partido planteado para la igualdad no iba a dar tranquilidad nunca al Inter hasta el pitazo final. Parecía ciertamente una odisea en Siberia, una cortina de hielo rodeaba a la capital y el agua arrojada caía como granizo a menos de un metro de distancia. Poner la bandera “tricolori” en la cima del territorio enemigo se proyectaba como una quimera, mas los neroazzurri iban a la tundra sin complejos y con pleno de convicciones.
Era el partido de vuelta en las semifinales de la Copa UEFA 1997-1998, el Inter llegaba con una ventaja corta a Moscú tras vencer al equipo del mítico entrenador Oleg Romantsev 2-1 en San Siro; eso con tantos de “Bam-Bam” Zamorano y Zé Elías. Pese a lo dicho el reto de sobrevivir al gélido infierno tenía como premio la gran final del certamen, era todo o nada.
Enfrente tenía al Spartak que buscaba ganar y con autoridad. Un 1-0 le bastaba al pelotón rojo para apear a los italianos del certamen, el partido sería muy bravo en un terreno ciertamente de terror.
Las condiciones climáticas, como bien anticipamos, terribles; una térmica Celsius en niveles negativos, viento, poca humedad aérea y mucha a ras de suelo. Ronaldo salió con una vincha gruesa que le protegiera un poco su cráneo del frío extremo. Otros de sus compañeros salieron con medias altísimas que les cubrían todas las piernas, el arquero Gianluca Pagliuca saltó a la cancha con un pantalón largo, o quizás tres.
Los rusos salieron en su mayoría sólo con guantes. En el banquillo se veía casi a todos los del Spartak fumando. Calentarse era una misión paralela a ganar el juego en el Stadion Dinamo, un coliseo lleno de nieve, lodo y un frío que cortaba como cuchillo.
Pero el juego empezaría cuesta arriba para el Inter. El Spartak, dándolo todo en cada balón, se fue arriba con un gol de Andrey Tikhonov. El remate fue desde un ángulo muy cerrado y cercano a la portería italiana; Pagliuca abrió los brazos para intentar adivinar por dónde pasaría el esférico pero fue en vano. El balón entró como un misil cruzado en la cabaña italiana. Ganaban los rusos 1-0 y el resultado, de mantenerse hasta el final, les daba el pase. Apenas iban 12 minutos.
Un obrero clave para sostener el carácter y la garra interista en el terreno fue Diego Pablo Simeone. El argentino no solo era la aduana para cruzar a campo ruso, sino también el equilibrio mental, el escudo de la última línea, la arenga, el grito de guerra, la puteada que te espabilaba, el coscorrón en la cabeza necesario para recomponer las ideas. Simeone fue el estandarte de un equipo que tenía que ganar un combate cuerpo a cuerpo en el hielo. Pero él no lo podía hacer todo.
Ronaldo Nazário, la punta de lanza, empató justo sobre el final para delirio interista, el “Conejo” puso el 1-1 tras capturar un rebote y en un parpadeo remató corto, justo y seco a las redes de un desacomodado Filimonov; esto fue clave en lo anímico e impulsó los sueños interistas. El empate les bastaba para avanzar. De nuevo el equilibrio obligaba al Spartak a marcar otro gol para llevarlo a la prórroga. El Inter podría haberse relajado y manejar el juego, pero en semejantes condiciones el peligro era inminente; un gol ruso extendería en tiempo la misión y aumentaría las probabilidades de perecer en la fría tundra.
Sin embargo, para el segundo tiempo, el brasilero Ronaldo Luís Nazário de Lima apareció cuando más se le necesitaba. A 15 minutos del final tocó la trompeta de la victoria definitiva en una gran sociedad junto al gran “Bam-Bam“.
La jugada fue verdaderamente un acto de fortaleza y carácter. Primero Ronaldo recibe un saque de banda de Zanetti, el atacante aguanta de espaldas, gira -con Gorlukovich respirándole en la nuca- y logra avanzar. Pasa el balón a Zamorano y justo después lo llega a chocar Khlestov para intentar derribarlo; sin embargo, eso no lo noqueó al brasilero quien continuó corriendo como un toro enfurecido sobre el rústico terreno. Así y en alta velocidad fue como Nazário logró recibir el esférico devuelto finamente por el chileno. Acto seguido el atacante brasilero “detiene el tiempo“. Controla el balón y como un violento rayo adelanta de inmediato a la “caprichosa” en un acto de fe. Entonces consiguió pasar en medio del binomio compuesto por Tsymbalar y Tikhonov quienes lo esperaban con el cuchillo entre dientes. Este dúo de centinelas juró pararlo con ayuda de una buena ubicación en el área, pero apenas el reflejo involuntario de estirar ambos una de sus piernas para derribar a Ronaldo sería insuficiente; ¡Zaz! pasó el dientón como un fósforo disparado por un cañón y con balón aún en pleno control. El “Fenómeno” quedó en incendiaria carrera mano a mano con el arquero Filimonov. El mítico golero del Spartak salió con garras y colmillos para arrebatar a Ronaldo desesperadamente el redondo. Sin embargo, el atacante del Inter tenía ya diagramado regatearlo velozmente a contra mano, es decir, hacia la derecha del feroz gladiador ruso. Tras sacarse exitosamente al titán Filimonov el ariete del Inter hundió de zurda el balón con el arco ya vacío. Se escuchó como las espadas y los escudos cayeron contra las rocas hundidas en el permafrost, el frío entonces dejó de ser ensordecedor. El magma rojo se extinguió entre el hielo hasta enfriarse definitivamente, el reducido público italiano gritó ese golón de forma desaforada.
El cigarro apenas recién encendido en la boca del general Romantsev se partió en dos sin que él se lo propusiera con su amarilla dentadura. La Madonnina envió un apabullante rayo de luz en medio de las tinieblas y marcó para siempre la senda definitiva. Una gigantesca figura de Lenin en las afueras de Moscú se rajaba por la mitad y al toque se desintegró en mil pedazos. El Monstruo Rojo fue derrotado al son del exquisito y melódico ritmo de la samba; el Spartak perdió un invicto bestial de 16 duelos sin caer como local en Copa UEFA.
Ese descomunal golazo selló al Inter el boleto para ir por la gloria al Parque de Los Príncipes en París, nada menos que a la final de la Copa UEFA.
En casa del PSG el Inter venció en la última prueba a la Lazio por un contundente marcador de 0-3 en otra memorable actuación del “Fenómeno”. Esto apenas unas semanas previo a la Copa del Mundo Francia 1998. Como bien saben, el equipo italiano no lo hubiera logrado nunca sin la actuación animal de Ronaldo Nazário.
Recordando su golazo contra el Spartak, convengamos que un tanto así en las más adversas condiciones hoy en día; suena aún imposible.
Esta belleza de gol a cargo de Ronaldo Nazário está para que te suene en el teléfono y al primer timbrazo se reproduzca la jugada en la pantalla de contestación una y otra vez hasta que lo atiendas. El gran problema, me parece, es que así tendrás más llamadas perdidas que nunca.
Lo anotó en Moscú bajo unas condiciones climáticas hostiles hace 22 años