OPINIÓN: El nuevo orden mundial

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-11-05 4:03:06

Seguramente usted ha recibido mensajes alarmantes denunciando la emergencia del “nuevo orden mundial”, un proceso que, aunque nunca definido claramente, pareciera ser algo terrible, el producto de una conspiración monstruosa. Pero ni el orden mundial es una cosa misteriosa ni sus cambios son el resultado de conspiraciones sino de los cambios normales que causa el progreso.

El orden mundial está determinado por las relaciones entre los países y las instituciones que las canalizan. Ha cambiado muchas veces a través de la historia por la simple razón que estas relaciones van variando con el tiempo. Piense usted, por ejemplo, cuan drásticamente cambió el orden del mundo occidental del cosmopolita Imperio Romano a la feudal Edad Media y de allí al otra vez cosmopolita Renacimiento, nuevamente basado en la persona humana como medida de todo.

En el siglo XIX el poder más grande en el mundo era Gran Bretaña. Era el primer país industrial del mundo, por el puerto de Londres pasaba más del 50% del comercio marítimo mundial, su imperio cubría más de la cuarta parte de la tierra, la Marina Real custodiaba las rutas marítimas. Todo esto creaba un orden mundial, que giraba alrededor de Inglaterra. Este orden era nuevo en ese momento, ya que la industrialización inglesa había cambiado profundamente el orden que prevalecía en los siglos anteriores, preindustriales, que habían sido dominados por Francia y España.

Pero a principios del siglo XX dos grandes potencias emergieron a competir con Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Después, al fin de la Primera Guerra Mundial, y todavía más después de la Segunda, Estados Unidos y la Unión Soviética emergieron como superpotencias. Esto creó otro orden mundial, basado en el equilibrio de estos dos poderes en la Guerra Fría y en la creación de instituciones internacionales como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

A principios de los Años Noventa la Unión Soviética colapsó, dejando a Estados Unidos como la única superpotencia por casi tres décadas, causando reajustes en el orden mundial. En este momento, China está emergiendo como otra superpotencia, y Rusia, aunque económicamente mucho más pequeña que ésta, Estados Unidos y Europa (la economía de Rusia es más o menos del tamaño de la de España) compite porque sus fuerzas armadas son muy poderosas. Esto está causando otro cambio en el orden mundial.

Pero el orden mundial no sólo cambia por eventos militares. Así, por ejemplo, la importancia económica de Asia ha aumentado últimamente con el surgimiento de Corea, Singapur, India, el Medio Oriente y ya no digamos Japón y China. El aumento en el peso específico de estos países en las decisiones mundiales ha aumentado en la misma medida.

Igualmente, la revolución de la conectividad y la formación de cadenas internacionales de producción está cambiando profundamente la manera en la que la economía mundial se maneja. Más que nunca, la economía está dependiendo del conocimiento, y eso está creando ese nuevo orden que tanto miedo causa aquí.

Por supuesto, lo que nos debería de preocupar no es que el orden mundial esté cambiando sino que mientras lo hace nosotros nos estamos quedando igual que antes—un país sin educación, sin salud, en medio de un mundo que se está moviendo a convertirse en una sociedad internacional en la que la riqueza depende precisamente de la educación y la salud. Ya nos pasó dos veces: en el siglo XIX, cuando Europa y los países anglosajones se industrializaron y nosotros nos quedamos atrás, hundidos en una sociedad feudal que nos mantuvo pobres mientras los demás se desarrollaban, y luego otra vez en el siglo XX, cuando muchos países asiáticos, que eran más pobres que nosotros, se industrializaron y se volvieron tan ricos como Europa.

Ahora el mundo está cambiando otra vez, dándonos la oportunidad de usar las nuevas tecnologías para dar educación y salud de primer mundo a nuestra población, integrándonos así al nuevo orden como un país en franco desarrollo. En vez de esto, entramos en pánico creyendo que la economía del conocimiento es una conspiración para dañarnos, y no prestamos atención a que nuestro país va en el sentido contrario, malgastando el dinero en populismo y dejando a la población sin educación ni salud.

Máster en Economía

Northwestern University